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Sobre este blog

Blog dedicado a la crítica cinematográfica de películas de hoy y de siempre, de circuitos independientes o comerciales. También elaboramos críticas contrapuestas, homenajes y disecciones de obras emblemáticas del séptimo arte. Bienvenidos al planeta Cinetario.

‘Calvary’, de John Michael McDonagh: ‘Un dios que no comprende todo’

Cartel de 'Calvary' / Foto: Imdb

Dolores Sarto

La película abre con el plano fijo de un confesionario. En penumbra, para que los pecados puedan salir con discreción. En la imagen sólo vemos a un sacerdote. Al otro lado, fuera de plano, se escucha una voz que puede ser de cualquiera, aunque el cura sabe que tiene un nombre. “Probé semen, por primera vez, a los siete años de edad”, se oye. En seguida, el ‘pecador’ confiesa haber sido violado de manera sistemática por otro sacerdote. El dolor que asoma por el rostro del padre James Lavelle (inmenso Brenda Gleeson) es amargo. La tragedia le suena demasiado. Pero el hombre sigue con su relato y acaba despidiéndose dejando un desafío en el aire: “Le mataré porque es usted inocente”. Y le da una fecha, lo hará el próximo domingo.

El arranque de Calvary es demoledorCalvary. Impactante, pero también temerario, nos dice mucho del espectáculo ante el que estamos a punto de rendirnos sin condiciones. Porque Calvary es una película ante la que es muy difícil pasar de largo. Resulta desoladora sin dejar de mostrar un gusto peligroso por el humor negro y sórdido. Y es una rareza dentro de la cartelera, entre otras razones, porque cuenta con algunos de los diálogos más brillantes que se han dejado escuchar en los últimos tiempos.

El sacerdote tiene siete días para dejar las cosas en orden, cerrar una conversación con su hija, que siempre parece quedar pendiente, e intentar ayudar a algunos de los habitantes de la aldea irlandesa donde está su parroquia. El espectador, además, tiene dos horas para descubrir quién está detrás de la amenaza. Un interrogante que pronto queda en un segundo plano ante el patético espectáculo que comienza a desarrollarse. Y es que el calvario del sacerdote no anda muy lejos, porque supone recorrer los infiernos que encierran las almas de los habitantes del pueblo. Feligreses que nunca tiraron de Fe, precisamente, para ‘tomarle las medidas’ a su dolor, como diría John Lennon.

No hay habitante en esa aldea irlandesa que no esconda un lunático a punto de perder los papeles

Son personas que arrastran demasiada amargura, cada una por sus circunstancias, que viven más allá de la crisis existencial y con una actitud decadente que da pie a buenas líneas de guión, pero también a la faceta quizás más endeble de la película. Y es que tanto hastío vital resta, en algún que otro momento, credibilidad al conjunto. Con estos mimbres cualquiera es ‘sospechoso’ de ser el asesino en potencia del sacerdote, porque da la sensación de que no hay habitante en la aldea irlandesa que no esconda un lunático a punto de perder los papeles.

La película, en cualquier caso, sabe sobreponerse al órdago potenciando el extrañamiento hasta adentrarnos en una especie de universo enrarecido, claustrofóbico. Y funciona. En buena medida porque también se subraya con un interesante lenguaje. Un estilo cinematográfico angustioso, con planos que parecen perder pie,  con contrapicados que prestan una triste heroicidad y autoridad moral al protagonista y encuadres que dejan arrinconados a los personajes a un lado o a otro de la gran pantalla. Para mantener una conversación, por ejemplo, en la que resulta imposible comunicarse. La película encierra también momentos memorables como el monólogo de Aidan Gillen Aidan Gillen(conocido como ‘Meñique’ de Juego de tronos o el alcalde de Baltimore en The Wire) un médico cocainómano, aburrido de su propia sombra, que pone a prueba la fe del sacerdote al contarle la historia de uno de sus pacientes: un niño desahuciado, prisionero de su propio cuerpo.

Como telón de fondo, Calvary también ofrece una mirada singular hacia una tragedia. La de los abusos sexuales a menores y la de sus cómplices, aquellos que decidieron encubrir los crímenes. Un mal que ha sacudido a la Iglesia Católica de buena parte del mundo, pero especialmente a la irlandesa. Calvary observa el crimen desde el otro lado, deteniéndose ante el abismo que puede llegar a abrirse en la  mente de las víctimas. Un lugar desolado, sin fondo, donde parece no quedar rastro de vida. En la última secuencia, la película nos deja tirados. Nos abandona en un desconcertante final que parece quedar abierto. Otro interrogante. Al fin y al cabo, como dice el padre Lavelle en un momento del film, puede que dios no lo comprenda todo.

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