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La crisis nos pone verdes

Alberto Padilla es una de las peronas que participa en el huerto urbano de la asamblea de desempleados de Toledo

Julio López Espeso

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Por necesidad o por devoción la huerta se presenta como una forma de dar un respiro a las maltrechas economías familiares. Desde hace unos años los pequeños huertos están tomando un nuevo auge y son muchas las personas que regresan a la azada o la descubren por primera vez apretados por las dificultades económicas y el desempleo. En nuestra región hay un 15,7% de hogares familiares en los que ninguno de sus miembros tiene trabajo, es un buen indicador de las consecuencias de esta crisis. No es difícil imaginar las dificultades con las que tienen que lidiar esas familias para hacer frente cada día a las facturas y los gastos cotidianos. Llenar la cesta de la compra en esas circunstancias se convierte en un verdadero quebradero algebraico.

Con ese mar de fondo, en muchas de nuestras ciudades están empezando a surgir respuestas para capear un poco este temporal, una de ellas son los huertos urbanos. La experiencia puesta en marcha desde la asamblea de desempleados de Toledo es un buen ejemplo de cómo se pueden dar respuestas a estas situaciones desde la propia sociedad. Con la implicación de la asociación de vecinos del polígono, la asamblea de parados de Toledo puso en pie un pequeño huerto en terrenos cedidos por el Ayuntamiento de Toledo, mediante un convenio de colaboración lograron esa cesión y el apoyo inicial para la puesta en marcha de esta idea.

Alberto Padilla es uno de los desempleados que participa en esta experiencia, lleva más de dos años en paro, él nos cuenta que el huerto le ayuda a salir adelante -“lo que plantamos es para comer, pero a algunos también les sirve para aprender y adquirir nuevos conocimientos”-. Y es que muchas de las personas que acuden a estos huertos es la primera vez que tienen contacto con la agricultura, para ellos es además de una ayuda una experiencia personal.

Alberto nos explica que en este huerto hay normas incluso sobre cómo se debe cultivar, -“Tenemos normas para ahorrar en el uso del agua y las formas de cultivo son siempre ecológicas, sin productos químicos…. Hay mucha demanda y queremos solicitar otros espacios en otros lugares de la ciudad … estos huertos cumplen una función social”-

Pero experiencias como la de Toledo no son ya ni casos aislados ni “rara avis”, iniciativas parecidas están surgiendo por toda la región. En Cuenca el Ayuntamiento dio luz verde en un reglamento a los huertos urbanos, en él se recoge como propósito del mismo “la integración de los huertos, junto con jardines y arboledas, en el corazón de nuestra ciudad”.

En Albacete funcionan desde hace varios años los que denominan huertos de ocio, urbanos y ecológicos, se instauraron mediante un acuerdo de colaboración entre la Asociación de Horticultores de Ocio Ecológicos (AHOE) y el Ayuntamiento albacetense. En Yebes (Guadalajara) una serie de parcelas propiedad municipal se han convertido en huertos, el ayuntamiento adjudica las parcelas y cada año más de medio centenar de vecinos se presentan a la adjudicación.

La ciudadrealeña localidad de Valdepeñas también se sumó a esta corriente, la concejalía de medioambiente estableció la prioridad en el acceso a los huertos para las personas desempleadas. En la provincia de Toledo son varios los ayuntamientos interesados por los huertos urbanos además del de la capital, el de Bargas o el de Villacañas donde ya está todo listo para empezar a preparar las parcelas .

En Talavera de la Reina también se puso en marcha hace algún tiempo un taller de agricultura ecológica desde la Asociación Juvenil Josefina Samper, ante la buena acogida de la iniciativa el grupo municipal de Izquierda Unida en la ciudad propuso la creación de un huerto urbano dirigido a desempleados, curiosamente en esta ocasión y a pesar de ser la ciudad de la región más azotada por el desempleo el gobierno municipal popular no ha atendido la petición.

En otras localidades, y en especial en las zonas rurales se está produciendo un fenómeno similar, cada vez son más las personas que vuelven a explotar pequeñas parcelas para su autoconsumo. No cabe duda de que en una región tan rural y agrícola como la nuestra esto resulta natural.

Pero mientras que para unos es una forma de sobrevivir a la crisis otros ven en estos huertos el modo de nutrirse de productos ecológicos fuera de los circuitos del gran comercio. Muchas personas buscan productos sanos y romper con un modelo de consumo cada vez más cuestionado. La piedra angular del masificado consumo actual es la agricultura intensiva que emplea grandes cantidades de químicos procedentes del petróleo, con enorme impacto medioambiental y social casi siempre en manos de grandes corporaciones. La mayoría de los productos hortofrutícolas presentes en los supermercados son altamente contaminantes en todas sus fases, cultivo, transporte, conservación y almacenaje. Una posible alternativa a este modelo parece estar en las cooperativas de autoconsumo ligadas a pequeñas huertas de producción ecológica. En torno a estas se unen grupos de consumidores que adquieren las cestas de productos frescos a un precio razonable directamente del cultivador, en algunas de ellas incluso es posible aportar trabajo en el huerto a cambio de los productos.

En definitiva se trata de tomar el control sobre lo que comemos, hablar de soberanía alimentaria, y del modo en el que se producen nuestros alimentos.

Estos huertos que hoy ayudan a salir adelante a muchas personas son quizás la semilla de la transformación del modelo de economía actual basada en un consumo masivo y voraz. O quizás no lo sean, pero estaría bien que todos esos nuevos hortelanos y hortelanas de forma consciente o inconsciente puedan infundir en nuestra sociedad una nueva visión para transitar hacia un modelo de decrecimiento que permita la sostenibilidad de los recursos y un reparto más equilibrado socialmente.

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