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Sobre este blog

La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

¿Ha sido la contaminación un medio de transmisión del coronavirus?

Antes y después de la contaminación en China

Lucía María de la Fuente

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Desde que la cuarentena comenzó, el coronavirus ocupa telediarios, periódicos o hasta incluso anuncios y canciones cada hora. Este virus ha cambiado nuestra vida y por lo tanto ha afectado inevitablemente al medio ambiente. Este hecho insólito está dejando muchas imágenes difíciles de creer: canales cristalinos llenos de peces en Venecia, el cielo azul de Wuhan, animales como osos y lobos tomando las calles, o la aparición de especies que se creían extintas desde hace 30 años como la civeta en la India. Además, por la falta de tráfico en las carreteras, las cifras de la contaminación han bajado considerablemente, como es el caso de Madrid o Barcelona, permitiendo vislumbrar sus ‘skylines’ como desde hace tiempo no se había visto.

Sin embargo, este no será el tema que trate en este artículo (a pesar de que nos debería hacer recapacitar), sino que girará en torno a una pregunta que planteamos: ¿por qué hay más casos de coronavirus en ciudades como Madrid, o en zonas como el norte de Italia, y no tanto en pueblos más alejados de la ciudad?

Miles de veces al día vemos cómo debemos actuar para evitar su transmisión. Pero recientemente la Sociedad Italiana de Medicina Ambiental ha publicado un artículo que señala la contaminación del aire como otro posible factor de la transmisión por lo que, en zonas como el norte de Italia, el virus se habría podido propagar más rápidamente debido a este hecho.

Asmas, rinitis y dificultades respiratorias

Ya se venía señalando que la contaminación había aumentado el número de casos (y/o agravado) de asmas, rinitis y demás irritaciones o dificultades respiratorias. En estos momentos, estas mismas personas que sufren estas dolencias son las más sensibles al coronavirus. Científicos han observado que las partículas finas emitidas por los coches e industrias sirven como medio de transmisión del virus, adhiriéndose a estas y permaneciendo más tiempo en el aire. Pero todo esto ya venía de antes: estudios sólidos anteriores relacionados con el SARS acaecido en China en 2003 ya destacaban mediante análisis sobre la propagación de virus que, en zonas y momentos del día donde exista una mayor contaminación, había una propagación del virus más acuciante. Y no solo eso, puesto que se ha señalado que la gran pandemia de gripe española que hubo en 1918 tuvo más alta tasa de mortandad en aquellas ciudades más contaminadas por las partículas de la combustión de carbón que había en el aire que en otras. Y es que la mortalidad puede verse multiplicada por dos en esas zonas, además de ser una pescadilla que se muerde la cola, pues ciudades más contaminadas causarán más problemas respiratorios a las personas que allí vivan, y estas serán más vulnerables a los virus que existan en el momento, aumentando dicha mortalidad.

El confinamiento ha reducido considerablemente estas tasas de contaminación. Sin embargo, es importante cuidar también la calidad del aire interior (es decir, de las casas y lugares cerrados), ventilando cada día para depurar el aire que respiramos, tal y como se comentó en artículos anteriores.

Entonces nos surge la siguiente pregunta: ¿con esta bajada considerable de contaminación ya está todo solucionado? Desgraciadamente no. Es más, se ha comentado que esta acción no tendrá repercusión a largo plazo en el medio ambiente y que no pondrá freno al calentamiento global (ya que hay grandes cantidades de dióxido de carbono y  gases de efecto invernadero presentes en la atmósfera desde la Revolución Industrial del siglo XVIII), pero puede que repercuta en nuestra vida diaria.

Hasta el momento parece que no nos está sirviendo de escarmiento, puesto que ya han aparecido consecuencias de esta pandemia en el mundo: el uso de mascarillas y demás utensilios de un solo uso se ha disparado, y, como siempre, no lo desechamos correctamente y han acabado en playas, mares, océanos e incluso por las calles. Para más inri, algunos países han recomendado no reciclar para evitar dicha transmisión y hacer uso de plásticos de un solo uso, sin hablar del aumento de consumo de comida a domicilio, lo que incrementa aún más el número de residuos de este tipo.

Es cierto que todos estamos deseando que todo acabe, que se acaben los contagios y los fallecimientos y que pronto volvamos a la normalidad, pero ¿nos habrá servido de algo esta experiencia? Siento decir que parece ser que no. China, en fase de recuperación del coronavirus, apuesta por la llamada “polución vengativa”, es decir, propone invertir en carbón, petróleo e industrias pesadas para así poder recuperar la economía del país, ya que por ejemplo el precio del petróleo ha disminuido a niveles que no hacía desde la Guerra del Golfo en 1991, haciéndole más atractivo. Todo esto puede llegar a debilitar las inversiones que los gobiernos habían hecho en promover las energías limpias y coches eléctricos, tirando por la borda todo lo conseguido hasta la fecha.

¿Habrá sido un aviso que nos quiere dar la Tierra? ¿A partir de ahora cada año aparecerá un nuevo virus como consecuencia del cambio climático? ¿Estaremos preparados para todo lo que venga? Sea cual sea la respuesta a estas preguntas, esto dependerá de nosotros, quedando como una simple anécdota, una pesadilla vivida en una etapa de nuestra vida que debemos cerrar y dejar ahí, o utilizarla para recapacitar, para ser consecuentes con nuestros actos; para ver que, si todos colaboramos juntos, una mejora es posible. Usando menos el transporte individual, optando por energías limpias o menos dañinas que los combustibles fósiles, cambiando nuestra forma de ver la vida.

Porque de no hacer nada, este confinamiento habrá sido el menor de los problemas, ya que el cambio climático tendrá consecuencias muchos peores que lo que estamos viendo ahora.

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