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La ecología es uno de nuestros principales intereses y es el centro de este blog: cambio climático, medio natural, desarrollo sostenible, gestión de residuos, flora y fauna, contaminación y consumo responsable, desde el punto de vista de periodistas, expertos, investigadores, especialistas y cargos públicos. También editamos la revista 'Castilla-La Mancha Ecológica'.

Las serpientes, aliadas pero despreciadas

Culebra bastarda

Eugenio Fernández

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El ser humano ha temido siempre a las serpientes. Y no sin razón, puesto que la mordedura de una serpiente venenosa no es cosa de broma: puede conducir a la muerte a un humano si no se acude al hospital rápidamente. Pero, aparte de este temor, llamémosle “natural”, existe un desprecio de carácter cultural.

En efecto, nuestra cultura de origen judeo-cristiano ha impuesto un anatema hacia las serpientes. El Génesis nos presenta a la serpiente como un animal maldito de Dios, y uno de los aspectos que puede adoptar el Diablo. Por consiguiente, a lo largo de la historia, la serpiente ha sido asociada a la brujería y al lado oscuro de la vida junto con otros animales “malditos” como el murciélago, el búho o el gato.

Por todas estas razones, la reacción habitual de cualquier paisano al toparse con una serpiente en el transcurso de un paseo por el campo o durante las labores diarias, era matarla sin dudarlo y sin dilación. Indudablemente se obraba de buena fe: se creía estar prestando un servicio a la comunidad. Los tiempos han cambiado y hoy día el conocimiento científico llega (o pretende llegar) a todas las capas de la sociedad, y este comportamiento de persecución y desprecio hacia las serpientes no puede justificarse ya ni tolerarse. Porque las serpientes no son nuestras enemigas, sino nuestras aliadas.

En Castilla-La Mancha se halla representada una de las tres víboras presentes en la Península Ibérica y ocho de las once especies de culebras de nuestro país. Recordemos que las víboras son venenosas y las culebras no. O, al menos, no son capaces de inocular veneno a un ser humano. Por consiguiente, lo primero que tenemos que tener en cuenta al toparnos con una serpiente es que existe un 10% de probabilidades de que estemos ante una especie venenosa. En la Península Ibérica, además, la víbora es fácil de distinguir por su cabeza triangular, frente a la cabeza ovalada de las culebras.

Nunca nos van a atacar salvo accidente

Tanto si nos topamos con una víbora como si es una culebra, debemos saber algo importante: nunca nos van a atacar salvo accidente (por ejemplo, si la pisamos sin haberla visto). Una serpiente va a intentar evitar por todos los medios cualquier confrontación, y tratará de avisarnos de su presencia mediante siseos o haciéndose visible. Lo que debemos hacer es pasar de largo, dar un rodeo y no molestarla.

Porque las serpientes prestan dos grandes “servicios ecosistémicos”. En primer lugar, son grandes consumidoras de micro-mamíferos. A los agricultores les prestan el gran servicio de controlar las poblaciones de roedores que frecuentemente les causan problemas (no son las únicas, pero todos los depredadores suman). Si tenemos poblaciones sanas de serpientes y de aves rapaces, será muy complicado que estallen plagas de roedores.

En segundo lugar, y es especialmente cierto en nuestros ambientes mediterráneos cálidos (como sucede en gran parte de Castilla-La Mancha), la fuerte radiación solar favorece la presencia de reptiles en general, y serpientes en particular. Por tanto, las serpientes constituyen también una importantísima fuente de alimentos para aves rapaces y mesomamíferos. Comen, y son comidas. Por tanto, son un eslabón clave en la cadena trófica mediterránea. Y, como sucede con toda cadena, la rotura de un eslabón interrumpe la cadena entera, provocando desequilibrios.

Cambiemos, por tanto, nuestra visión sobre las serpientes. Temerlas, sí. Respetarlas, también.

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