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La educación contemporánea en Toledo y “el olvido” de Primo de Rivera en su impulso

Fotografía extraída del blog Toledo Olvidado, de Eduardo Sánchez Butragueño

Fidel Manjavacas

En las escuelas de los años 20 en España la preocupación de los maestros de la época no era tanto que los niños aprendieran a leer o a sumar sino que, al menos, pudieran comer y jugar. En la memoria colectiva queda el lema de ‘escuela y despensa’ con el que se resaltaba la importancia de luchar contra la miseria de aquellos tiempos convulsos. Pan y chocolate eran dos de los alimentos más representativos con los que paliar el hambre que los más jóvenes padecían en muchos hogares.

Precisamente, una bandeja con pan y chocolate fue lo que preparó la investigadora la Facultad de Humanidades de Toledo María Quejigo para los asistentes a la última charla del ciclo ‘¿Hablamos de Toledo?: historias del patrimonio contadas por jóvenes, que han llevado a cabo durante el mes de junio en la librería Hojablanca de la capital regional.

‘Recreo, pan y chocolate. La educación en el Toledo contemporáneo’, fue el título de este ameno coloquio en el que la investigadora hizo un recorrido histórico de la situación de la educación desde principios del siglo XX hasta la Guerra Civil, pasando por la dictadura de Primo de Rivera y la II República.

Entre el relato de la evolución del método educativo, del ambiente en las escuelas o de cómo eran antes las aulas, Quejigo resaltó “la importancia” que según afirma tuvo la etapa histórica de la dictadura de Primo de Rivera en la educación en España. “Primo de Rivera hizo muchísimo por la educación y la historia se ha olvidado mucho de él”, explica esta joven investigadora.

Uno de los pocos divulgadores de cómo eran las escuelas en aquel tiempo en ciudades como Toledo fue Luis Bello, un viajero que se dedicó a viajar por las escuelas de España para denunciar la mala situación que padecían.

La primera escuela de Toledo

En este sentido, Quejigo apunta que, a principios del siglo XX, la capital regional contaba con 11 maestros pero no disponía de ningún edificio dedicado a la educación. Así, el Ayuntamiento o la Catedral cedieron espacios hasta que, en 1913, el alcalde de Toledo, Felix Ledesma Navarro, ordenó construir el actual edificio de la Policía Local, la primera estructura que nacía para ser escuela en la ciudad.

Anteriormente, la labor educativa de los profesores se realizaba en la conocida como casa del maestro, situada en la plaza de Zocodover. Doña Antonio o don Eladio eran los maestros reconocidos de la época en la ciudad antes de que se instaurara la primera Escuela Normal de Magisterio de Toledo, que se construyó en la Vega, en el hoy conocido como paseo de Sisebuto. Este edificio, en el que se formaban los maestros se inauguró en 1929 y fue destruido en 1957.

Precisa Quejigo que este edificio se construyó tras la petición de dos educadoras al Ministerio de Educación de la época. Además, señala que años antes, esta escuela normal se encontraba en el subsótano de una casa cedida por la Catedral, donde “se filtraba el agua, estaba lleno de humedades y no había ni ventanas”.

Antes de resaltar también el contexto del sistema educativo en la II República, la investigadora ahondó en la labor de grandes pedagogos durante la dictadura de Primo de Rivera, una etapa en la que afirma que fue cuando se comenzaron a construir las primeras escuelas en base a los diseños del arquitecto Antonio Flórez, un esquema de escuelas que se extendió por todo el país.

Se trataba de “medidas populistas” con las que pretendían “beneficiar a la sociedad”. “Primo de Rivera es el que da el pistoletazo de salida a construir escuelas, a liberar a la mujer” como profesional de la educación, apunta Quejigo. Además, recalca que incluso ya en los años 20 grandes pedagogos que luego colaboraron también en el desarrollo del sistema educativo de la II República hablaban ya de que “la violencia no ayuda a la educación”.

No obstante, “el 95 por ciento” de las escuelas de esta época eran unitarias y contaban con un maestro para todos los niños que solían acudir al colegio hasta los 12 años, momento en el que la gran mayoría comenzaba a trabajar en las labores que se desempeñaran en cada familia. Los maestros, conocidos siempre con el ‘don’ por delante, eran personas a las que se les tenía “mucha estima” aunque “no cobraran por su trabajo como debieran”.

7 pesetas

Las infraestructuras en las que trabajaban infundían el miedo a los maestros de que se pudiera “caer el techo” de las clases, donde no había suficientes sillas y tenían que dar la lección con los niños de pie. El famoso dicho de “pasas más hambre que un maestro de escuela” no era ninguna metáfora sino la realidad de la situación que vivían estos docentes, que podían cobrar unas “7 pesetas al día, lo mismo que un jornalero de la época”. Un sueldo por el que, además de educar, también limpiaban la escuela o desempeñaban otras labores ajenas a la docencia.

Al abordar la etapa de la II República, Quejigo resalta que uno de los mayores avances para el sistema educativo fue juntar a niños y niñas en la escuela. “Fue un avance tremendo”, apunta la joven investigadora, que apunta que en estos años también se siguieron construyendo escuelas con el mismo prototipo planteado por el mencionado arquitecto.

La II República aportó mucho a las mujeres ya que era la única profesión por la que podía ejercer estudiando y le permitía huir de la figura del padre o del hermano, les destinaban a pueblos perdidos y dependían de sí mismas, apunta la experta, que detallaba también “el shock” que suponía la llegada a los pueblos de mujeres educadoras que “llegaban maquilladas o fumando”, unas diferencias “entre el campo y la ciudad” que han ido solventándose con el paso de los años.

Más complicado fue avanzar en estas infraestructuras en los años de posguerra y durante la dictadura franquista, una etapa de la que destaca de nuevo “las medidas populistas” por las que se donaba a las escuelas “leche en polvo y queso americano”. “A todos los niños les alimentaban con esto. Ni un español con hambre en la España de Franco, la educación se utilizaba como arma política y estaba siempre en la mano del gobierno”.

Cantar ‘el cara al sol’ o rezar eran otros de los hábitos de estos años con los que se transmitía “un mensaje subliminal: hay que adorar a Franco y a Dios”, subraya Quejigo, que manifiesta que las niñas solían faltar mucho más a clase que los niños, pues comenzaban a trabajar a edades muy tempranas, lo que suponía “una tasa de abandono escolar altísima”.

A pesar de todo, la experta señala que las “grandes tasas de analfabetismo” de España durante este siglo consiguieron reducirse “mucho más con Franco” ya que “apostó mucho por la educación”, aunque estas tasas también habían descendido porcentualmente durante la dictadura de Primo de Rivera y en la II República.

En la charla, Quejigo también dio a conocer el nombre de importante pedagogos que no se recuerdan tanto actualmente como los de Bartolomé de Cossío o Francisco Giner de los Ríos. Expertos educadores como Rodolfo Llopis (Cuenca) o Lorenzo Luzuriaga (Valdepeñas, Ciudad Real), fueron dos de los importantes pedagogos que contribuyeron a desarrollar un sistema educativo que, durante la charla, era recordado también por los asistentes por la violencia física que se llevaba a cabo en las aulas.

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