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Palabras Clave es el espacio de opinión, análisis y reflexión de eldiario.es Castilla-La Mancha, un punto de encuentro y participación colectiva.

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¡Ábrete, Toledo, al Tajo!

Río Tajo a su paso por Toledo

Eugenio Luján Palma. Filósofo

Ser filósofo, dedicarse a interpretar la realidad desde la filosofía, tiene mucho de rumiante. Hay que salir cada día a buscar prados donde pastar hierba fresca, tiernos retoños o áspera paja; buscar charcos de fondo estriado por la sequía, arroyuelos semisecos o agrietadas acequias en los que refrescar la ingestión. Pero una vez visitados los más diversos prados y praderas, el bajo monte o la alpaca de paja ya prensada, viene la segunda parte: no la del descanso con siesta incluida, sino la de rumiar todo ese alimento ingerido. Subirlo de la alacena del estómago nuevamente a la boca para triturarlo, desentrañarlo y poder así asimilarlo.

Buscando nuevos pastos, he acudido al Ateneo de Toledo (y provincia) para escuchar la “Tertulia sobre el Grupo Tolmo”. Como representante, se ha dirigido a todos nosotros el pintor toledano Eduardo Sánchez-Beato. Desde su paleta, ha ido configurando un cuadro de coloridos recuerdos donde, con sutiles pero firmes pinceladas, ha dado forma a lo que el Grupo Tolmo fue y quiso ser, siempre desde la luminosidad que deja la versión galante del verdadero desarrollo de los acontecimientos. Y nos ha hecho ver cómo la monumentalidad de la ciudad de Toledo, la solemnidad de sus monumentos, el hieratismo de sus murallas, trajo el aislamiento de la influencia del arte contemporáneo.

El problema de construir murallas está en que, una vez levantadas, no solamente permiten la defensa sino que después contribuyen a la incomunicación. Hay que conservar los restos visigodos y árabes y mozárabes que nos unen al pasado, del que somos su fruto; pero no hay que renunciar a subirse a esas murallas donadas por el tiempo para, desde sus almenas, abrirnos a lo que pasa ahí fuera. Esta bonita metáfora encierra la gran labor que durante treinta y ocho años desarrollaron los muy dispares y diversos componentes del Grupo Tolmo. Jóvenes y no tan jóvenes artistas que, acicalando las viejas almenas en discretos estudios de trabajo, consiguieron otear los vientos del nuevo arte que provenía de los confines del horizonte, y transformarlo en obras que incrustaron entre las anquilosadas piedras toledanas.

Quizá no solo sea una bonita metáfora de su labor como artistas, sino el triste destino de una vieja ciudad petrificada en el pasado. Un buen amigo, cuya profesión ha sido la de gestionar la vida, como gran ginecólogo hasta hace unos años, y cultivando la amistad entre sus amigos desde siempre, apela al drama de la conquista para explicar el distante carácter toledano. La pretensión de ser conquistado por muchos pueblos diferentes a lo largo de la historia, ha marcado a sus ciudadanos. El alma del pueblo toledano (la 'volkerpsychologie' de los intelectuales del XIX), está condicionada por ese miedo atávico a ser nuevamente invadido: lo que provoca la sequedad y distancia con el que tratan a sus advenedizos vecinos, costándoles llegar a entrar en sus círculos más íntimos.

De ahí que me una a esa actitud de Sánchez-Beato de aprovechar el pasado para comprender el presente, subiéndome con él a las viejas murallas, y desde ellas otear los aires que expele el lejano pero siempre fresco horizonte. Una vez subido a las almenas de la hierática ciudad de Toledo, aprovechando que esta tertulia ha tenido lugar a unos metros de la casa del gran Victorio Macho, bajar la mirada y contemplar el rio Tajo. Aunque vilmente maltratado hoy, sigue sorteando la dura piedra, acomodándose al hierático terreno, trasladándose sin perder su esencia de un lado al otro de la ciudad. Y visto desde la “Roca Tarpeya” de Victorio Macho, sentirle como ese vínculo que une las distantes orillas, como el zurcidor que fue de culturas medievales, como el fluir constante que durante siglos ha mecido a la imperturbable Ciudad Imperial.

Quizá, como señalaron allá en los años 70 el Grupo Tolmo, el futuro de Toledo no esté en las viejas, inconmovibles y rocosas murallas tan bien conservadas: sino –apunto yo- en el diverso, voluble y actualmente silencioso Tajo. Lamentable y despreciado río hoy, que sin embargo lucha por seguir fluyendo. Sin apenas detenerse rodea meciendo los cimientos de la impertérrita roca toledana, gira bruscamente hacia Portugal para alimentar allí nuevas vegas, y consigue no morir en el océano: sino proyectarse desde él hacia incógnitas riberas en tierras americanas.

Señor presidente y consejeros de la Comunidad, señora alcaldesa y concejales del Ayuntamiento, señores directores de las múltiples instituciones y asociaciones privadas y públicas, retomemos la estela dejada por el Grupo Telmo. Abandone de una vez Toledo su afán por mantenerse impertérrito, aislado entre sus murallas perfectamente conservadas, y trabaje para deslizarse por los recovecos que llevan al futuro, cargado de pasado. Como desde tiempo inmemorial viene haciendo el añorado y olvidado Tajo…

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