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Lo “malo” de ser Trabajador Social

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José Mª Sánchez Merino

Trabajador Social —

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Lo malo de ser trabajador social es que es difícil no extrapolar tus conocimientos a tu vida. Profesiones como ésta, en las que nos dedicamos a los demás, suponen dos retos muy importantes: primero, no llevarte el trabajo a casa; y segundo, no utilizar “tus conocimientos” en tu vida privada.

Para mí, por tanto, es un arma de doble filo. Te permite una gestión muy eficaz de muchas de las acciones de la vida cotidiana; la vida social, la gestión de conflictos, la crianza de los hijos, etc. Pero también puede llegar a ser un puñal con el que mortificarte cuando vienen mal dadas en la vida personal porque, además de tu gestión emocional, analizas tu situación con la lupa de trabajador social. Y la visión que te reporta, muchas veces, no es buena.

Truman Capote, un gran analista de la sociedad americana, dijo una vez: “Cuando Dios te da un don, también te da un látigo, y el látigo es únicamente para autoflagelarse”. Y es una gran verdad. Saber convivir con tus conocimientos y con lo que la experiencia profesional te aporta en tu vida privada a veces se vuelve insoportable.

Muchos de nosotros (que me leéis en verano asintiendo con la cabeza) hemos deseado ser “como los demás”. Poder ver las noticias sin más, ver un programa de testimonios sin analizar las relaciones familiares, incluso poder hablar a tu madre/abuela sobre lo que es más conveniente para ella por su edad sin tener que utilizar las estrategias profesionales y hablarla con el corazón. No sé a vosotros, pero a mí me han dicho más de mil veces “Conmigo no utilices tus rollos de trabajador social”.

El don, a veces, te impide disfrutar o hacer cosas en la vida como los demás; pero otras(no sé si os habrá pasado) cuando vienen mal dadas es cuando “el látigo de Capote” aflora y efectivamente solo sirve para autoflagelarse. Y es entonces, cuando llega el huracán, cuando surge un duelo en la vida, cuando el látigo cobra fuerza y, además de analizar tu situación desde tu emotividad, la analizas con la lupa del trabajo social y ésta es implacable. Escruta lo bueno y lo malo, te permite hacer predicciones y el látigo se mueve a sus anchas por la espalda. Es en esos momentos cuando más deseas ser como los demás. Porque para mí, amigos, esto es lo malo de ser trabajador social.

Pero compañeros ¡No se puede hacer de otro modo! Ser trabajador social es más que ser un profesional, se adentra en tu ADN, crece en ti conforme la vida pasa y te acompaña allá donde vayas y hagas lo que hagas. Adquirimos un don, un don para contribuir a construir una sociedad (personas) mejor (mejores). Y la única manera de ejercer el don es que éste se apodere de ti. Como todo en la vida tiene su coste, para mi este es el nuestro. Y aunque a veces duela, me siento orgulloso de tenerlo y poder contar con él.

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