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Nuestros representantes y sus dueños

Emilio Botín recibe al presidente José Luis Rodríguez Zapatero en las oficinas del Banco Santander en septiembre de 2007 / Bernardo Rodríguez (AP)

Lorenzo Sentenac

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Hay un concepto en la filosofía helenística, muy apreciado por los filósofos de la escuela epicúrea, que es la “autarquía”, entendiendo por ello la aspiración a ser uno mismo, valerse uno por sus propios medios, o en todo caso no depender en la medida de lo posible de poderes externos que puedan malograr y alienar nuestro auténtico ser.

Se trata de promover la independencia de poderes que puedan comprometer nuestra soberanía y nuestra libertad. Y esto también a través de una modulación de nuestros deseos. Para ello, los filósofos epicúreos se apoyaban en una clasificación de los deseos inspirada por un conocimiento racional y empírico de nuestra auténtica naturaleza y de nuestro lugar en el cosmos, y así distinguían entre deseos naturales y necesarios, naturales pero innecesarios, y antinaturales e innecesarios.

No es necesario subrayar que estos últimos deseos, antinaturales e innecesarios, son los que más abundan en nuestro tiempo, y de hecho los consideramos imprescindibles. Nuestra autarquía está bajo mínimos. Cambiemos de escenario y pasemos de los nobles y moderados deseos de los filósofos epicúreos a nuestra normalidad institucional, tan fuera de control. Hay una foto famosa en la que aparecen frente a frente y a ambos lados de una mesa, Botín el banquero, y Zapatero, el entonces presidente del Gobierno de España.

La imagen sugiere que hablan -sesudos y responsables- de los altos intereses de la patria, pero en realidad intercambian miradas cómplices, parpadeos en código, y se prometen en clave secreta favores mutuos. En resumen se quieren y se desean, permítaseme esta licencia literaria y medio erótica justificada por un empirismo contrastado.

Lo que más resalta sin embargo de esa imagen es la relación de jerarquía que traducen las distintas actitudes corporales del uno y del otro. Allí, el banquero en tirantes parece el dueño del cotarro, y el presidente del Gobierno de España parece el cliente de la espórtula, o como mucho el viajante de la empresa que con codiciosa mano gobierna Botín, dueño de España. Los favores mutuos entre ambos elementos de esa ecuación (contando con esa prelación de jerarquía donde el banquero se impone) era de dominio público, sin que por ello esa vergüenza civil que se presupone en todo ciudadano libre, haya hecho nunca mella en nosotros.

Tampoco los fiscales que pagamos con nuestro dinero público, sienten por lo general curiosidad por este tipo de relaciones de dependencia, casi sado-masoquistas, entre poderes democráticos y los que no lo son. Tragamos con todo y sin pasarlo por el pasapurés. Estos días hemos conocido nuevas informaciones sobre esa curiosa relación de dependencia entre Zapatero y Botín, si hemos de creer lo publicado por algunos medios cuyas revelaciones entran ya al detalle de la cuestión.

Basándose en los trabajos de campo de uno de nuestros más insignes historiadores, el inefable ex comisario Villarejo, que en la cárcel sigue, esas revelaciones, transcripción de conversaciones captadas al vuelo por métodos de espionaje, vienen a dar un poco más de colorido y forma a un estado de cosas que ya era de dominio público: eso que en los convites palaciegos se denomina nuestra sacrosanta “normalidad institucional”, frente constitucionalista, y términos similares de mucho empaque y poca sustancia.

Parece ser, por lo visto, que no hay nadie más preparado y documentado en nuestro país para dar testimonio (desde dentro) de esa “normalidad institucional”, es decir, de esta España trufada de corrupciones y delitos (una auténtica tomadura de pelo) que este historiador ex comisario, amigo íntimo y colaborador, por más señas, de María Dolores de Cospedal y su marido. Todo queda en casa. De ahí el consenso.

Así, entre los materiales históricos que recopiló Villarejo durante su desinteresada e impagable labor investigadora (que sin embargo había que pagarle, tras regatear, a un precio convenido), aparece claramente, si hemos de creer en la autenticidad de lo que se publica, cómo la vicepresidenta del gobierno de Zapatero, María Teresa Fernández de la Vega, le promete favores judiciales al enviado de Botín (con problemas judiciales por fraude fiscal de 2.400 millones de euros) para que el banquero dueño de España quede tranquilo y permanezca firme en su convicción de que su estatus económico y de poder le sitúa por muy por encima de la Ley, como Juan Carlos emérito: “Transmítele que ya está hablado y no habrá problemas”, dice la vicepresidenta socialista al enviado de Botín, un tal Rupérez.

Sin duda es el nuestro un socialismo relajado, incluso fofo, capaz de inspirar la “doctrina Botín” y otras flatulencias, cosas del diafragma ético, que lo tienen un poco laxo. No les descubro a ustedes nada nuevo, porque ya saben cómo funciona España. Con decirles que Cospedal ha obtenido un puesto en el Tribunal Supremo tras frecuentar las cloacas del Estado de la mano de Villarejo, ya queda dicho todo.

Por cierto, parece que Villarejo y otro comisario han declarado ante el juez que el espionaje a Bárcenas (tan conocedor de las cosas del PP) se pagó con fondos reservados. Patriotismo en estado puro. Otro de los capítulos de nuestra historia rocambolesca que hemos conocido estos días con más detalle (a nuestro lado Al Capone era un santo varón) es la curiosa y espléndida financiación de la FAES, chiringuito ultra liberal de Aznar y compañía, la cual recibió jugosas “subvenciones públicas” a cargo de nuestros impuestos durante el gobierno de Rajoy, para la alta misión de ideologizar “sin complejos” contra las “subvenciones públicas” (captan la contradicción) y todo lo “público” en general, en su imperturbable objetivo de cargarse el Estado.

Más o menos como Al Capone, pero con subvención pública. Y es que no viene nada mal que para cargarte el Estado, el propio Estado te financie. Una especie de feedback. Al Capone, como Aznar, también debía pensar que el Estado era el problema. Al final todo queda en casa, es decir, entre Chicago boys. Para completar el panorama, la “nueva España” que se avecina anuncia sus objetivos más innovadores para el año o el lustro que comienza: la caza, los toros, y el tiro al blanco del inmigrante.

Como era de esperar, los barones esperpénticos y regionales del PSOE (el esperpento es un género muy español y regional) han sintonizado enseguida con esa musiquilla folclórica, y hoy podemos decir que están más cerca de Vox a través de Ciudadanos que de Podemos a través de su militancia socialista de base. No aprenden.

A su vez, y para cerrar el círculo vicioso, parece que VOX, que echa pestes de chiringuitos y subvenciones pesebristas, recibió subvenciones de un chiringuito iraní (CNRI), constituido por elementos entre islamistas y marxistas (esto ya roza el humor negro), que hasta 2012 fueron considerados grupo terrorista, pues con ese fin tenían un brazo armado, el Muyahidin-e Jalq (MJ). El que no se consuela es porque no quiere, pero de la autarquía y la moderación de los deseos, de la prudencia y un mínimo de sensatez, estamos cada vez más lejos.

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