¿Qué hacemos con el medio ambiente valenciano?
La semana pasada me preguntaba aquí para qué servía un parque natural. La respuesta: los datos nos indican que para el Consell son tan solo un elemento más de una estrategia de marketing vacía de contenido. Sin embargo, debemos ir más allá de la simple denuncia de este hecho: durante demasiados años, la oposición valenciana -cuando no estaba de vacaciones- ha vivido únicamente del asedio sistemático al Partido Popular. Si bien es cierto que los populares lo ponían más que fácil, se esperaba de aquellos que estaban enfrente algo más que el subrayado compulsivo de las barbaridades que se apelotonaban en el DOCV.
Se esperaban alternativas, propuestas, influencia en la acción de gobierno: como le leí una vez a Enric Nomdedéu, la mejor oposición no es la que hace enfadar más veces al equipo de gobierno, sino la que lo hace cambiar más veces de opinión. Y en el País Valencià hemos vivido demasiados años de las rentas de bufonadas y escenificaciones parlamentarias, espectáculos autocomplacientes que eran carne de Youtube pero en los que de forment, ni un grà, mientras por detrás se lo llevaban a manos llenas. La política no es el arte del aplauso del compañero de partido.
En el medio ambiente la situación no ha sido distinta, y ya es hora de que propongamos, desde la izquierda, qué queremos hacer. De hacer pedagogía política y ambiental, y replantearnos acciones de nulo recorrido legislativo y territorial por muy vendibles que sean, como declarar un municipio “libre de ...(ponga aquí lo que le moleste, exista o no competencia municipal para la prohibición)”. ¿De verdad eso es todo lo que tenemos que decir?
Una vez, hablando con un profesor universitario al que Conselleria había requerido su opinión para la mejora del parque natural de l’Albufera, me dijo: “Sólo les contesté: poned dinamita y volad la CV-500 [carretera que atraviesa el parque]”. Por descabellado que fuese, era un plan: aún hoy, cuando algunas cosas empiezan a cambiar, es difícil escuchar propuestas que vayan más allá de la reversión de los recortes del Consell, de la anulación de los ERES. Exigimos la anulación del ERE a Vaersa, pero después, ¿qué?. ¿Estamos de acuerdo con la gestión de hace tres años?
Nadie tiene la fórmula de la poción mágica de Panorámix, pero habrá que empezar a definir la hoja de ruta del futuro, especialmente cuando toda la oposición parlamentaria tiene en mente que serán esenciales, de una forma u otra, para el gobierno en 2015. Deben presentarla cuanto antes a la ciudadanía para que la evalúe y aporte elementos para el debate, para explicitar que sí que hay alternativa y se pueden hacer las cosas de otra forma.
En el caso concreto del medio ambiente, además, se ha generado durante años una peligrosa identificación –teledirigida por los medios afines al Consell- entre la izquierda, el antiprogreso y “no querer lo mejor para esta tierra”. Hemos sido, de hecho, antivalencianos a ojos del PP pero también de toda la gente a la que no supimos explicar el por qué de nuestras posiciones. El hecho de decir que “no” a todo –por muy justificado que estuviese el rechazo- sin presentar alternativas ha lastrado, y de qué manera, la credibilidad como opción de gobierno. Decíamos “No al PAI”, pero... ¿explicábamos qué proponíamos en vez de campos de golf y adosados en campos de naranjos que perdían dinero año tras año?
Hace poco, leyendo el magnífico libro de divulgación científica “El error del pavo inglés”, de Antonio José Osuna, caí en que, efectivamente, el ensayo y error no es el único método de aprendizaje en el mundo animal. La observación e imitación de algo que funciona da también buenos resultados, y constituye muchas veces un valiosísimo atajo que nos ahorra tiempo y recursos. ¿Por qué no gira el Consell la vista hacia parques naturales gestionados con éxito? ¿Por qué no regula el tránsito en espacios protegidos, como en Estados Unidos o el Matarranya? ¿Por qué no involucra más a la población local en la conservación? ¿Por qué no copia el modelo de la BBC y recluta a gestores ambientales de prestigio y no sólo a militantes del PP? ¿Por qué la implicación de las empresas en los espacios naturales es sólo cosmética? ¿Por qué no hay un plan turístico para el interior? ¿Por qué el único valor que ve en nuestros montes es el de la leña y no el de los servicios ambientales?
Ninguna de estas preguntas tiene una sola respuesta, ninguno de los retos una sola solución. Lo que está meridianamente claro es que, o empezamos a hacer las cosas bien, o pasará lo inevitable: que los municipios que están dentro de un parque natural se cansen del olvido y exijan ser excluidos de los límites del espacio protegido.