El error de combatir la crisis a costa de la devaluación salarial
De tanto en tanto dedico unas líneas en este diario a reflexionar acerca de cuestiones que abordamos desde la perspectiva sindical. De manera reiterada, les insisto en la enorme importancia de poner en valor el diálogo social. Más allá del acierto de las políticas de estímulo practicadas por la Unión Europea, la pronta recuperación económica de la tragedia ocasionada por la pandemia se explica por la concertación social. ¿Alguien podría imaginarse qué sería de nosotros si no hubiéramos convenido en activar ERTE para salvar empleos? ¿Qué hubiera sido de miles de personas autónomas, de empresas y de más de un sector productivo sin una lluvia de dinero público en forma de ayudas económicas?
Lo cierto es que los condicionantes para recibir fondos europeos, que se concretaron en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, han marcado una senda de reformas, en cuya negociación los agentes sociales nos hemos implicado a fondo, con éxito, y casi siempre con consenso. La reforma del sistema de pensiones y, contra pronóstico, la reforma laboral son los ejemplos más elocuentes. Desgraciadamente, la subida del SMI y ahora el V Acuerdo para el Empleo de la Negociación Colectiva nos viene a recordar que no es oro todo lo que reluce. Muy posiblemente, ahora que se trata de repartir esfuerzos, de asumir equilibradamente las consecuencias de esta crisis de precios, agravada en buena medida por la guerra en Ucrania, la predisposición de la patronal por el consenso, pasará a mejor vida.
Si las patronales no asumen que hay que lograr un reparto equilibrado entre rentas del trabajo y las del capital, difícilmente se alcanzará el V Acuerdo por el Empleo y la Negociación Colectiva. Proteger los salarios del incremento desmesurado de los precios a través de cláusulas de revisión salarial no es ninguna pretensión descabellada. A nadie en su sano juicio se le escapa que la negociación colectiva no ha contribuido a la subida de la inflación más que la subida de precios empresariales para recomponer márgenes de beneficio.
Desde las organizaciones empresariales se repiten las viejas cantinelas de cuando vienen mal dadas: el aumento de costes laborales supone pérdida de competitividad, recurrir a la inflación como variable del incremento salarial retroalimenta el crecimiento de precios, o que es preciso realizar un esfuerzo de moderación salarial, forma eufemística de animarnos a aceptar una devaluación salarial.
Comisiones Obreras tiene una propuesta estructurada y razonable, articulada en lo que se ha llamado un pacto de rentas, que solo se puede entender desde la corresponsabilidad de las organizaciones empresariales para asumir conjuntamente los efectos de la situación inflacionista que vivimos. Aunque lo cierto es que el pacto que reclamamos va más allá de los salarios. También hemos puesto encima de la mesa medidas para reducir la temporalidad en las empresas; de avance en jornada, de refuerzo del control del registro horario y limitación de las horas extraordinarias; de formación y cualificación profesional; de transición digital y ecológica; de igualdad; de teletrabajo; de cláusulas de seguridad y salud laboral.
Pero les quiero ser sincera, con una inflación del 8,4%, CCOO no suscribirá un acuerdo que no contemple subidas salariales y cláusulas de revisión que garanticen que la clase trabajadora no va a perder poder adquisitivo. Entendemos que no es realista hablar de las cifras que arrojan los indicadores a día de hoy, pero sí consideramos insoslayable incrementos de inicio y cláusulas para finales de 2022, 2023 y 2024. Lo contrario, repetir viejos errores de combatir la crisis a costa de devaluaciones salariales, solo nos traerá más pobreza laboral y más desigualdad, también conflictividad social. No lo duden.
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