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Las apps para aprender idiomas, ¿dan resultado?

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Cristian Vázquez

Desde hace tiempo tienen mucha difusión las aplicaciones que permiten aprender idiomas a través de teléfonos inteligentes y tabletas. La mayoría de las más populares son gratuitas y ofrecen desde los idiomas más estudiados como segunda lengua en España (inglés, francés y alemán, en ese orden) hasta otros cuyo aprendizaje es mucho menos frecuente, como el esperanto o el guaraní.

La web de Duolingo -la más difundida de estas apps- asegura que más de 27 millones de personas usan su sistema para aprender inglés y más de 300 mil para el esperanto, el menos estudiado de sus, por ahora, nueve idiomas disponibles (el sueco será el décimo). El mismo sitio asegura que “está científicamente comprobado que Duolingo funciona”, y ofrece algunos estudiosen cuyos resultados basan tal información.

Por nombrar solo algunas de las otras aplicaciones:Wibbu, Busuu, HiNative, Babbel, Memrise, MosaLingua, Mondly, Wlingua. Y algunas de ellas esgrimen sus propios estudios de eficacia. Babbel, por ejemplo, publicó en 2016 un trabajo según el cual “el 73 % de los usuarios encuestados se sienten capaces de participar en una conversación simple y corta después de haber aprendido cinco horas” con esa app. Pero ¿qué opinan al respecto los profesores y las instituciones dedicadas a la enseñanza tradicional de los idiomas?¿Se puede afirmar que estas apps realmente sirven? No hay una respuesta definitiva, pero sí algunas coincidencias.

Aspectos positivos de las apps para aprender idiomas

“Depende del objetivo que tenga cada alumno”, explica Catja Burkhardt, que tiene dos décadas de experiencia como profesora de inglés y alemán y desde hace ocho años forma parte del equipo del Instituto Goethe de Madrid. “Si quiero aprender algunas palabras y frases para desenvolverme durante mis vacaciones-añade-, estas apps permiten un primer contacto con el idioma de manera fácil y lúdica, ya que están hechas como si fueran juegos y esto resulta motivador para el estudiante”. En ese sentido, el papel que desempeñan es beneficioso.

Las aplicaciones también “son una buena herramienta para reactivar ciertas destrezas o permanecer en contacto con el idioma cuando alguien tiene poco tiempo y quiere practicar de manera autónoma”, explican por su parte los docentes del Institut Français d’Espagne, con sede en Madrid, los cuales, consultados para este artículo, decidieron dar una respuesta en conjunto.

Destacaron también el aspecto de la motivación que estas apps generan, a través de recursos lúdicos como ofrecer “medallas” u otros premios a los alumnos cuando superan pruebas y acceden a otro nivel. Algunas aplicaciones también permiten cierta clase de interacciones o conversaciones con otros usuarios, de forma parecida a como sucede en las redes sociales. Esto, de acuerdo con los citados profesores de francés, “parece muy interesante para el uso del idioma y la práctica en un contexto de interacción auténtica”.

Otra gran ventaja es que las apps se pueden usar en cualquier momento y lugar. “No hace falta ni acudir a un centro, ni disponer de hora y media para estudiar, sino que se puede usar diez minutos todos los días en el metro y aprovechar este tiempo ‘muerto’ para algo útil”, apunta Catja Burkhardt. Little and often, es decir, “poquito y a menudo”: tal es la recomendación que da a sus alumnos Abigail Wild, profesora de español en Londres. “Si aprendes tres palabras o una parte pequeña de la gramática cada día, es mejor que estudiar tres horas con un libro solo el fin de semana”, subraya Wild, y por lo tanto esta posibilidad ofrecida por las apps es también un elemento positivo.

Falta de lenguaje corporal y otras limitaciones

El problema es que, en cuanto se necesita profundizar un poco en el aprendizaje del idioma, las aplicaciones resultan insuficientes. Como puntualiza Burkhardt, comunicar exige escuchar, entender y reaccionar. “Para adquirir fluidez a la hora de hablar tengo que hablar, es decir, aprender a expresar mis propias opiniones y sentimientos, no solamente repetir lo que ha dicho la máquina”, especifica.

En este sentido, el lenguaje gestual y corporal desempeña un rol fundamental. Burkhardt añade que “durante el proceso de aprendizaje es imprescindible estar en contacto directo con otras personas, para recibir su input (sus aportes), para llegar a entender los significados que expresamos no solamente con las palabras que decimos sino también a través de nuestro tono de voz, las miradas, los gestos”.

Varios profesores de inglés en sendos institutos profesionales coinciden: “Hay muchas cosas que se pierden, sobre todo la parte física del idioma, cómo te mira la otra persona, su entonación puede variar, los acentos… Son cosas que no se pueden aprender a través de una app”.

Por su parte, los docentes del Institut Français de Madrid señalaron que muchas apps no permiten desarrollar destrezas como la producción escrita y oral. “Algunas, por ejemplo, solamente se centran en el aprendizaje del léxico, pero de manera descontextualizada -remarcan-. Como profesores, vemos alumnos que han aprendido mucho vocabulario pero son incapaces de interactuar en francés, y eso sería el límite”.

Las apps, un buen punto de partida

¿Hay riesgo de que el uso de estas aplicaciones pueda tener consecuencias negativas? Los expertos coinciden en que no. Es una metodología con limitaciones, pero parece improbable que alguien crea “saber” un idioma por haberlo aprendido de esa forma y luego, debido a eso, se lleve un disgusto. “Los alumnos suelen ser bastante realistas a la hora de evaluar sus propias habilidades”, indica Catja Burkhardt. “Si alguien aprende solo con una app, inevitablemente llegará a un punto que él mismo se dé cuenta de que no puede progresar más sin tener una conversación de verdad con una persona real, o que le surgen preguntas sobre la gramática o cualquier otra cosa que la app no es capaz de resolver”.

Por ello, las apps aparecen como una excelente alternativa para dar los primeros pasos en el aprendizaje de un idioma, o como una forma de preservar los conocimientos de una lengua que no se habla a menudo, o incluso como un apoyo para el estudio. Pero “las clases en grupo resultan más beneficiosas, porque son más parecidas a la vida real, permiten una comunicación de verdad”, enfatiza Burkhardt.

Esto no quiere decir, claro está, que las clases no tenga también sus limitaciones. Abigail Wild lo aclara: “tengo 30 alumnos a la vez y no puedo conversar con todos”. Pero sí puede, pone como ejemplo, proponer la lectura de un artículo en el idioma que se estudia y ejercitar la comprensión de los textos, a partir del uso concreto de palabras y expresiones en un contexto determinado, una tarea que, con una app, es mucho más difícil de realizar.

Burkhardt, por cierto, pone el foco en la capacidad del docente. Si este es bueno, las clases son “más profundas y amenas”, dado que “hay muchas actividades muy variadas que estimulan los diferentes tipos de aprendizaje (visual, auditivo, físico, social, etc.), y el profesor puede emplearlas de manera que se adapten a las necesidades individuales”. “La figura del profesor ha evolucionado mucho -agrega-. Hoy en día se ve más bien como un monitor cuya función es proporcionarle feedback constante al alumno y guiarlo hacia aquellos contenidos que realmente sirven a su propósito”.

En suma, dice Wild: “Sí, instala una app, pero también haz otras cosas: busca a gente que habla el idioma, busca a grupos que te pueden ayudar, lee artículos en internet, lee libros, haz lo que necesites hacer para que disfrutes de aprender. Porque eso es para mí lo más importante: encontrar una forma de aprender con la cual realmente disfrutes. Si no disfrutas, no vas a aprender. Siempre hay trabajo que hacer, pero al menos una parte del aprendizaje tiene que ser divertida. Si no, terminarás por dejarlo”.

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