Fobia a la Navidad: siete consejos para convivir con el rechazo a estas fiestas

Foto: Pixabay

Jordi Sabaté

“No me gusta la Navidad”, “odio la Navidad”, “me deprime la Navidad”, etc. Son frases frecuentes que podemos oírle a muchas personas durante el periodo del año en el que estamos entrando. Pueden responder a un rechazo filosófico frente a unas fiestas de marcado carácter consumista, que han perdido su carácter ceremonial y sacro. Pero no pocas veces responden a un sufrimiento real de las personas que las pronuncian, que entran en una especie de blues navideñoblues navideño.

No en vano, la existencia del personaje del Grinch, en el cuento tradicional de Theodor Seuss, denota la perviviencia de una fobia a estas fiestas arraigada en una parte de nuestra personalidad. En el cuento y la posterior película, un personaje verde y monstruoso roba la Navidad a los otros seres normales porque odia lo que simboliza. Este robo encarna el rechazo por parte de aquellos que se sienten diferentes (el Grinch es un ser distinto y grotesco) a la felicidad de los llamados “normales”.

Decía Tolstói que todas las familias felices se parecen, pero cada familia desgraciada lo es a su manera. En otras palabras, las personas desgraciadas se sienten diferentes y ven a las felices como una masa uniforme. De ahí que en esta época que ponen en relieve la felicidad social, sea real o fingida, puedan darse una serie de trastornos afectivos por contraste y que se englobarían en lo que llamaríamos depresión navideña.

¿Existe realmente la depresión navideña?

Según explicó en 2017 en una charla en el Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León, con sede en Burgos, la psicóloga María Rosa Araguzo, este trastorno sí existe -aunque prefiere llamarlo “depresión en Navidad”- y puede tener causas muy variadas. Entre ellas cita la pérdida de un ser querido y no necesariamente en fechas recientes. De este modo, el recuerdo de las navidades pasadas con la persona perdida nos provocan dolor y melancolía en distintos grados. Por descontado, a medida que pasen los años el dolor, puede ser menos, pero también puede convertirse en crónico y con él la melancolía en estas fechas.

Otro supuesto que señalaba la psicóloga en su charla era la soledad relativa a personas queridas de las que nos hemos distanciado, por los motivos que sean, y que se nota más en las celebraciones, así como la misma soledad cuando nos encontramos lejos de personas queridas, por ejemplo pasando las navidades en un país que no es el nuestro. Adicionalmente añadía la melancolía del pasado, la idea que que cualquier navidad pasada fue mejor y más feliz, sobre todo las de la infancia.

Precisamente la comparación con la infancia perdida y la excepcionalidad de estas fechas, que darán paso a otro ciclo anual, inciden en reflexiones sobre la trayectoria personal y familiar que no siempre arrojan resultados satisfactorios. “Pensamos que las Navidades del pasado eran felices, porque teníamos niños, o porque teníamos otras características”, comentaba la especialista. Está claro que, muy a menudo, la memoria selectiva lleva a idealizar el pasado.

El peligroso “valle navideño”

Otros especialistas prefieren no hablar de depresión en el sentido clínico, pero sí creen que si la persona padece previamente trastornos y problemas de diversa índole, sean endógenos o debidos a circunstancias de su vida, en estas fiestas se produce lo que llaman “valle navideño”, un tiempo peligroso en el que el dolor psíquico puede agravarse por diferentes causas. Una de ellas sería el contraste con la aparente felicidad de los otros, que generaría una especie de fobia que se iniciaría ya con el encendido de las primeras luces en las ciudades y la aparición de los árboles de Navidad.

Estos actos – que son capaces de mejorar la relación entre vecinos y en la mayoría actúan como un revulsivo anímico- serían como la clave de activación del inicio de la angustia en las personas con problemas previos. Una angustia que tendría su culmen en el día de Navidad así como en año nuevo, en que todo está parado y no queda otra que darle vueltas a los problemas. Pero también se indican causas externas como es la menor cantidad de luz diaria, que lleva a lo que se conoce como desorden afectivo estacional por menor secreción de la serotonina.

En resumen: todos podemos tener motivos para estar tristes unas navidades u otras, y a veces durante bastantes años, pero el verdadero peligro no es tanto esta tristeza, sino cómo puede la misma ahondar en nosotros en un momento en que nos encontremos especialmente frágiles anímicamente, ya sea por motivos tanto clínicos como luctuosos.

Consejos para convivir con la melancolía en navidades

Con el fin de combatir la tristeza o fobia a la Navidad, o al menos de evitar que haga demasiada mella en nuestro ánimo, se exponen a continuación una serie de consejos:

  • Irnos de viaje: cuando el rechazo a la simbología navideña es muy grande, o si somos personas solas, un viaje a un país austral o no cristiano puede ayudarnos a desactivar el problema.
  • Realizar actividades comunes en pareja o familia fuera de casa: desde organizar un viaje a ir a museos o maratones de cine, o bien excursiones cortas, tomar el aperitivo, ir de compras, etc.
  • Pasar el día de navidad de excursión: no tenemos por qué acudir a la comida familiar si nos sienta mal, y podemos comer en un restaurante en el campo, por ejemplo.
  • Aumentar el ejercicio físico: sea yendo al gimnasio o con paseos o running, el deporte es un gran promotor de la secreción de serotonina y otras sustancias que nos mejoran el ánimo.
  • No permanecer ociosos: hay numerosas series para ver, también podemos cocinar recetas difíciles, hacer catas de vinos o aprovechar para pintar una habitación o restaurar un mueble, etc.
  • Implicarnos en los preparativos: si no podemos sortear las fiestas en familia, jamás debemos quedarnos al margen de los preparativos, ya que ello nos provocará más dolor.
  • Si estamos solos, deberemos aumentar la frecuencia de las actividades en el exterior, ya que cualquier excusa es buena para salir de casa, conocer gente y dejar de pensar en los problemas.

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