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Mi bebé se toca, ¿debo preocuparme?

Foto: Todd Morris

Cristian Vázquez

Al igual que muchos otros actos vinculados con la sexualidad, la masturbación ha sido relacionada durante mucho tiempo con lo lascivo, lo obsceno y lo “sucio”, entre otras muchas connotaciones negativas. La etapa vital más asociada con el onanismo es la adolescencia, el momento en que las hormonas producen una verdadera “explosión” en las pulsiones sexuales de las personas.

Por ello, muchos padres y madres no saben muy bien cómo actuar, y en ocasiones se alarman, al descubrir a su niño pequeño tocándose sus partes íntimas. ¿Debe ser motivo de preocupación? La respuesta es sencilla: no. La masturbación -es decir, la autoestimulación de los genitales por placer- es una actividad normal y frecuente en los niños.

Existen incluso estudios de la década de 1980 que comprobaron que, a las 28 semanas de gestación, el feto ejecuta movimientos que podrían considerarse una “masturbación intrauterina”. Y el motivo por el cual tanto niños como niñas se tocan es el mismo por el cual lo seguirán haciendo durante el resto de sus vidas: porque les gusta.

Tocarse, una forma de conocer su propio cuerpo

Según explican los expertos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), los tocamientos de los propios genitales son muy raros antes de los 6 meses, que es la edad a la que los bebés comienzan a ser capaces de sujetar cosas con la mano. Sin embargo, en esas etapas tan tempranas, la masturbación infantil se suele no incluir las manos: los niños frotan sus muslos uno contra otro, o se mueven de manera rítmica sobre las manos o las rodillas cuando están boca abajo, ejerciendo una presión sobre el perineo o las proximidades del pubis.

Luego pueden aprender a frotarse con algún muñeco o contra ciertos muebles, hasta que, alrededor de los 2 años y medio, es cuando a menudo llega la manipulación rítmica de los genitales con la mano. Todo este proceso es parte del conocimiento del entorno y de su propio cuerpo. “Los pequeños necesitan tocarse para comprender su cuerpo y sus límites corporales”, apunta la pediatra María Teresa Peinado, del Centro de Salud Ciudad Jardín, de Badajoz, en un artículo sobre Masturbación en el lactante y el niño.

“Cuando comienzan a palpar o tocar todo cuanto les rodea -añade la especialista- se topan con sus propios brazos, piernas, tronco, cabeza y comienzan a entender su esquema corporal y diferenciarlo del mundo que les rodea. La curiosidad y el interés que muestran por explorarlo, conocerlo y experimentar con él sensaciones agradables y placenteras son exactamente eso y no otra cosa”. 

¿Existe riesgo?

¿En ningún caso debe ser motivo de preocupación el hecho de que el pequeño se toque? Desde la AEP explican que, aparte del placer que obtenga, al niño no le pasará nada por masturbarse a menudo. No tendrá ningún daño psicológico, ni será promiscuo, ni se alterará su orientación sexual. “Por supuesto, no tiene ninguna relación con la epilepsia”, añaden los expertos.

Y es que, durante la masturbación, muchos niños parecen ensimismados, acalorados, sudorosos, mueven la cabeza o las extremidades de forma rítmica, y al final quedan agotados: con cierta frecuencia, esas señales se confunden con los síntomas de un ataque epiléptico.

Un riesgo (bajo) en las niñas es que se produzca vaginitis -también llamada vulvovaginitis-, sobre todo si se produce mucho rozamiento con objetos duros. Esta inflamación o infección puede ocasionar picazón, dolor en el área genital de las pequeñas. Esto no es, desde luego, la causa de que la niña se toque, sino su consecuencia. Los adultos deben estar atentos por si se produce este problema.

Aceptar y no censurar la masturbación infantil

Por lo demás, los adultos no deberían tratar de censurar esta conducta. En primer lugar, porque, como se ha explicado, no tiene nada de malo. Pero también porque las reprimendas y los castigos no darán como resultado que el niño deje de tocarse: a lo sumo, lo hará cuando esté solo y nadie lo vea. Lo que conviene es enseñarle, con buenas maneras, que no debe hacerlo cuando está en la escuela o en otros espacios públicos.

En todo caso, si los padres creen que el afán del niño por tocarse tiene que ver con el aburrimiento, pueden proponerle actividades para que se entretenga y se distraiga. Explica María Teresa Peinado que “a partir de los cinco años parece que los temas sexuales dejan de interesarle, y esto se explica por la socialización del niño, que debe adaptarse a las normas sociales y culturales que le rodean”.

Se estima que, entre los niños menores de cinco años, uno de cada tres se masturba, pero cuando llegan a los siete años lo hace solo uno de cada diez. Las cifras, claro está, se disparan en la adolescencia: según estudios citados por la autora, cuatro de cada cinco niños se masturba con frecuencia a la edad de 13 años.

Peinado apunta también que, en ocasiones, el aumento en la frecuencia de la masturbación de un niño coincide con situaciones de estrés (destete, nacimiento de un hermano, separación de los padres, etc.), con dificultades para conciliar el sueño o con personalidades marcadas por el aburrimiento, la ansiedad o la irritabilidad.

Tocarse sería, en estos casos, “una forma de canalizar las emociones negativas”. Los pediatras de la AEP añaden que, en contadas ocasiones, la masturbación está relacionada con abusos sexuales por parte de adultos. A la menor sospecha, desde luego, se debe consultar con un profesional. 

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