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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

¿Debo dar de comer más a mi perro en invierno?

Foto: Jordi Sabaté

Eva San Martín

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Llega el invierno y nos crece un agujero en el estómago. Lo dice la ciencia: la bajada de la temperatura ambiental aumenta nuestro gasto energético. Nos pasa a todos: humanos, mininos, osos y zarigüeyas. Y, por supuesto, a nuestros perros. Pero ojo, tiene truco. Si crees que esto significa que durante el invierno has de asaltar con mayor frecuencia la nevera (por mucho que eso sea exactamente lo que hacemos) o que deberías añadir más calorías diarias al cuenco de tu compañero de cuatro patas, descubrirás que esto no siempre es así.

Mi perro no es de salir mucho en invierno

“Si tu perro pasa mucho tiempo al aire libre durante el invierno, y vives en un sitio donde las temperaturas bajan mucho, entonces sí: necesita ingerir más calorías para mantenerse caliente”, explica la veterinaria María Ángeles Casado. Puesto que para calentar nuestros cuerpos todos necesitamos quemar calorías, y si nos exponemos a mucho frío o pasamos tiempo en la nieve, lo razonable es comer más.

El razonamiento es que a temperaturas más bajas, mayor gasto energético. De hecho, según la guía nutricional supervisada por veterinarios de la Federación Europea de Fabricantes de Alimentos para Animales de Compañía (Fediaf), el frío puede hacer que el requerimiento energético de tu camarada peludo crezca entre un 10 y un 90%entre un 10 y un 90%. Ahora bien, tal como explica Casado, “la mayoría de nosotros, así como de nuestros perros, por suerte, vivimos dentro de casa, tanto en verano como en invierno”.

Esto implica que la calefacción suple esta necesidad. Y el cuerpo no se ve obligado a acelerar su metabolismo (lo que sí implicaría un mayor gasto energético) para compensar la caída del mercurio. Es decir, ni tú ni el saco perruno de mimos que dormita en tu sofá estáis quemando suficientes calorías adicionales que justifiquen un aumento sustancial de comida durante esos meses.

Lo cierto es que suele suceder a la inversa: “Al contrario de lo que podríamos pensar, muchos perros gastan menos calorías cuando hace frío que durante la primavera o el verano, porque sus humanos recortan el tiempo de los paseos y salen menos al campo los fines de semana: sencillamente, muchas personas quieren pasar menos tiempo fuera cuando el frío arrecia”. Y esto repercute en el gasto calórico de tu amigo de cuatro patas.

Solución: si tu perrete vive y duerme dentro de casa, en general no necesitará ingerir calorías adicionales durante el invierno. Hay más: es probable que tu compi peludo ya se encuentre por encima de su talla ideal. Según la Asociación para la Prevención de la Obesidad en los Animales de Compañía, el 55,8% de los perros urbanos (y el 59,5% de los mininos caseros) sufren sobrepeso o, directamente, padecen obesidad. Como te sucedería a ti, lo único que conseguirás es que acabe el invierno más barrilete que al principio.

¿Y qué pasa si mi perro pasa tiempo fuera?

La cosa cambia para aquellos perretes que sí pasan mucho tiempo al aire libre durante el invierno. No hace falta decir que todos necesitan un refugio cálido; y que, a muchos, además, les vendrá bien un buen abrigo perruno si salís de paseo o hacéis una ruta de montaña. Aunque saber cuánta comida adicional exacta necesitan para compensar el gasto energético adicional “resulte muchas veces una cuestión de prueba-error”, explica la veterinaria.

Entran muchas variables en juego: el tamaño de tu amigo, el tipo de pelo (ya te contamos en este artículo por qué un samoyedo está mejor equipado para las bajas temperaturas que un galgosamoyedo está mejor equipado para las bajas temperaturas que un galgo o un caniche), su edad, su actividad física o si el clima es más o menos húmedo, entre otras. Por eso, resulta tan importante consultar y revisar siempre su alimentación con tu veterinario o nutricionista perruno certificado y llevar un control de su peso para poder ajustar su dieta en consecuencia.

Hay una regla general: mientras que Lucas o Lulú no gane ni pierda peso, lo norma es que la cantidad de alimento que le das es correcta. Si no es el caso, puedes hacer pequeños ajustes, por encima o por debajo, para ayudar a que se mantenga en su peso ideal.

Para asegurarte de la cantidad de calorías que necesita, consulta con tu veterinario. Pero si salís de ruta o vais a disfrutar de una larga caminata, puedes mimarlo un poco más, porque a tu peliamigo le vendrá bien ingerir más calorías. Aún así, no le atiborres: con añadir un poco más de comida al principio o al final de la caminata, debería bastar.

Un truco sabroso, ¡guau!

Y he aquí el truco rico: ofrécele alimento caliente o templado. Como nos sucede a todos, un bocado caliente nos reconfortará en cuestión de segundos. Y trae premio extra: la comida caliente despierta el apetito de tu saco de mimos, ya que libera aromas que estimulan el paladar perruno. No es complicado: para calentar su comida habitual, sean croquetas o latitas húmedas, puedes mezclarla con un poco de agua caliente. O, mejor aún, con algo de caldo de pollo que haya sido cocinado solo, sin ajo, cebolla ni especias.

El resultado: tendrás un guiso perruno en pocos minutos. Tan calentito y saludable como peludamente irresistible.

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