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Aceites minerales en los cereales del desayuno: ¿debemos preocuparnos?

Foto: Alexas_Fotos

Jordi Sabaté

Mauro, socio y lector de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto en un correo electrónico: “he leído recientemente que se han encontrado restos de aceites de motor en algunas cajas de cereales de desayuno para niños y me he quedado muy preocupado, pues es una de las marcas favoritas de mi hija. ¿Es realmente peligrosa su presencia o no debemos caer en la alarma? Por favor, me serviría de mucho que me lo aclararan”.

No debemos pensar siempre en un bote de aceite de motor cuando oigamos la palabra “aceite mineral”. Los aceites minerales se emplean en numerosas industrias, incluidas la cosmética, la alimentara, la de la impresión o la del empacado y almacenamiento de productos. Por lo tanto, su presencia es habitual entre nosotros.

Sin embargo, cada vez levantan más suspicacias a medida que se van conociendo sus posibles efectos sobre el organismo, en especial en aquellos casos en que no están debidamente refinados o se aplican inadecuadamente en el ámbito alimentario. Se les achaca diversos efectos cancerígenos y genotóxicos, es decir que se cree que pueden dañar el material genético de las células, por lo que su detección en un estudio en alimentos varios supone una preocupación creciente, si bien sus cantidades no fueron elevadas.

¿Qué son los aceites minerales?

Los aceites minerales son sustancias oleaginosas derivadas del petróleo, al igual que la gasolina, el alquitrán o el gasóleo, pero se caracterizan por ser estables, poco volátiles y tener una baja capacidad de combustión. No obstante, contienen diversas sustancias que preocupan por su impacto sobre la salud, como son los aceites con hidrocarburos saturados (MOSH) y los aceites con hidrocarburos aromáticos (MOAH).

Ambos grupos han sido sobre todo estudiados por su presencia en las emisiones contaminantes de los vehículos y su responsabilidad en diversas enfermedades. De los primeros se teme que se puedan acumular en determinados tejidos humanos y provocar efectos nocivos en el hígado. De los segundos se sabe que pueden dañar la estructura del ADN y provocar procesos tumorales.

Su presencia en cosméticos de contacto superficial en principio no entraña peligros, tal como asegura esta página web de Nivea, pero como explicábamos en Protectores labiales: por qué no vale cualquiera, cualquier producto que implique una posible entrada dentro de nuestro organismo y contenga MOSH o MOAH, supone un peligro potencial a largo plazo. 

 

Por otro lado, en principio unos y otros no deben figurar en los aceites minerales que entren en contacto directo como los alimentos, como son los aditivos antiadherentes utilizados en repostería y bollería, o las ceras abrillantadoras utilizadas en algunas frutas o cereales. Sin embargo un estudio de la OCU en enero de 2018, que es al que seguramente se refiere Mauro, detectó ciertas cantidades de MOSH, y en algunos casos de MOAH, en diversos productos alimentarios industriales distribuidos en varias grandes superficies, entre ellos cereales de desayuno. La OCU pidió su retirada del mercado a la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN).

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), reevaluó su peligrosidad en 2012 a través del Panel de Expertos en Contaminantes de la Cadena Alimentaria y concluyendo que “puede haber cierta preocupación para algunos consumidores, en especial, entre quienes siempre adquieren la misma marca de alimentos o los compran en la misma tienda. Estos pueden tener una exposición regular y continuada a alimentos con altos niveles de MOAH”. Para la EFSA, había que tomar en consideración su potencial nocivo.

¿Cómo llegan a los alimentos?

Como se ha dicho, en ocasiones pueden llegar a través de los aditivos empleados para hacer brillar cereales y algunas frutas cuya piel no se consume, como los aguacates o las papayas, pero también por los antiadherentes que se emplean en los moldes de bollería, si no han sido correctamente destilados. Otra fuente puede ser el embalaje plástico que puede liberarlos al alimento, o bien las tintas de impresión o incluso puede ser que provengan de la grasa de la maquinaria de la cadena de fabricación y empacado.

Adicionalmente, tal como señalaba a la Agencia EFE la catedrática de Nutrición y Bromatología Carmen Vidal, vicepresidenta de la Sociedad Española de Seguridad Alimentaria, pueden proceder también de la combustión de los automóviles, es decir de las emisiones de los tubos de escape, así como del humo del tabaco entre otras muchas fuentes.

Una posible preocupación sanitaria

En general los MOSH y MOAH están muy presentes en nuestro entorno, por lo que según esta experta, el problema no estaría tanto en detectar su presencia como en las cantidades en que se encuentren en los alimentos, así como en el caso de mantener el consumo sostenido de determinados alimentos que podrían estar recurrentemente contaminados.

Finalmente la catedrática incidía en la falta de unidad de criterios a la hora de analizar la presencia de MOSH y MOAH, lo que puede dar lugar a distintas estimaciones. Esta necesidad de establecer un protocolo de análisis unitario también ha sido destacada tanto por EFSA, ya en 2012.

También AECOSAN en 2017 escribía el siguiente texto en una nota informativa: “existe una posible preocupación sanitaria sobre estos compuestos y se recomienda obtener más información, principalmente en lo que se refiere a métodos de análisis más específicos que permitan distinguir los distintos tipos de hidrocarburos, datos de presencia en alimentos y materiales en contacto con los alimentos y nuevos estudios toxicológicos”. 

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