Seis razones para no aceptar masajes playeros sobre la toalla

Foto: Gareth Williams

Jordi Sabaté

Como cada verano, las playas españolas se llenan estos días de masajistas ambulantes. No son profesionales diplomados, sino personas sin formación alguna que recorren la arena en busca de veraneantes ociosos e incautos a los que vender un servicio que en apariencia se antoja barato y lúdico. El servicio que aparentemente nos relajará el cuerpo y la mente.

Sin embargo, los masajes playeros no profesionales comportan numerosos riesgos derivados tanto de la falta de condiciones que ofrece el entorno como de la poca profesionalidad de quieres prestan el servicio. El precio medio de este tipo de masajes realizados sobre la marcha suele ser de un euro por minuto y su duración, de unos 20 minutos; el precio para nuestra salud puede ser mucho más alto. No dejemos que nos amarguen el agosto.

A continuación se dan seis razones para no aceptarlos.

1. La carencia de higiene

Los masajistas ambulantes van de bañista en bañista masajeando las distintas partes del cuerpo de estos, actuando así como vectores infecciosos muy activos, ya que trasladan de unos clientes a otros posibles enfermedades contagiosas de la piel o las mucosas. Así, por ejemplo, si a una persona le masajean con profusión los pies, zona muy frecuente de infecciones por hongos, a otra pueden centrarse en la cabeza, con el peligro de alcanzar los ojos o los oídos, de modo que se transmitan posibles infecciones.

Estos falsos profesionales no solo no se lavan entre un cliente y otro, ya que no tienen agua y jabón para desinfectarse, sino que para complicarlo, aplican aceites de masaje de origen que no podemos certificar como garantizado por las normas de la UE, que pueden formar una película que acumule patógenos. Esta película se transmite, a través de las manos del masajista, de un cliente a otro con los potenciales microbios dérmicos, y queda pegada y expuesta al calor, propiciando su crecimiento. 

2. La piel está muy sensible debido a deshidratación y la exposición al sol

Una piel insolada está deshidratada y es más sensible a las agresiones y las fisuras por donde pueden entrar agentes patógenos. Es el caso de los bañistas a los que convencen para hacerles un masaje. Si el anterior punto es motivo suficiente para rechazar este tipo de servicios, cuando se tiene en cuenta que la piel del cliente ha estado, y seguirá estando, expuesta al sol, los riesgos se disparan.

El aceite que se aplica pretende tener un efecto reparador de la agresividad del masaje, pero si se mezcla con granos de arena, un agente altamente abrasivo, la posibilidad de lesiones cutáneas aumenta todavía más. 

3. Faltan unas condiciones mínimas

Un masaje profesional debe hacerse en una camilla acondicionada o una silla profesional. Pero la toalla sobre la arena nunca es una situación recomendable. Se trata de una superficie irregular debido a los montículos de arena sobre los que se extienden las toallas. La manipulación corporal en estas condiciones aumenta el riesgo de lesiones.

Dada la irregularidad del terreno, que hace que unos músculos tengan que trabajar más que otros para mantener la postura, un cuerpo que lleva rato echado sobre la arena presenta cansancio muscular. En tales condiciones, un masaje intenso dado por un no profesional sobre un músculo cansado puede provocar lesiones serias.

4. Se trata de falsos profesionales sin titulación ni conocimientos

Nos ponemos en manos de personas que carecen de titulación alguna y por tanto tampoco conocimientos de anatomía humana, al menos como para dar este tipo de masajes, que suelen ser muy intensivos. Aplican la presión sobre los músculos sin ningún conocimiento y si en el miembro que manipulan tiene previamente algún tipo de lesión, esta es susceptible de empeorar. 

También hay que tener en cuenta que no se debe realizar un masaje si hay previamente en una zona un proceso infeccioso o tumoral, así como fiebre, hernias o lesiones agudas. Tampoco es aconsejable si se toman medicaciones como los anticoagulantes, ya que las maniobras agresivas generan posibilidad de crear hematomas por rotura de capilares.

5. Pueden acentuar lesiones ya existentes

Los masajistas pueden presionar inadecuadamente sobre hernias discales y zonas con problemas degenerativos de las articulaciones -en personas mayores de 40 años-, con lo que pueden agravar lesiones de carácter crónico o provocar elongaciones musculares o de tendones que nos obliguen, entonces sí, a acudir a la consulta de un fisioterapeuta profesional.

6. Fomentamos la explotación de personas

Las personas que dan este tipo de masajes suelen ser de origen asiático y pasan en la playa muchas más horas de las que nosotros podríamos soportar al calor del sol. No es difícil entender que no se dedican a esto por gusto y que están sometidos a una total explotación laboral, con toda probabilidad por mafias.

Aceptar uno de estos masajes significa dar la rúbrica a este tipo de negocios llenos de desigualdad, e ilegalidad y auspiciar su prosperidad económica, con lo que perpetuamos la injusticia que se comete con estas personas. Es posible que no se consiga nada mediante una denuncia, incluso que perjudiquemos a la persona explotada, pero debemos ser conscientes de que el dinero que ganan los masajistas ambulantes playeros nunca va a parar a sus bolsillos sino al de sus explotadores.

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