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Siete autoengaños que como mujer debes evitar respecto al sexo sin condón

Foto: Wikimedia Commons

Elisabeth G. Iborra

Muchas mujeres nos quejamos de que “los hombres nunca llevan condones” y de que, cuando los sacamos, ninguno se los quiere poner. Y lo decimos resignadas a que la responsabilidad recaiga solamente sobre nosotras. Según expertos como María Esclapez, Psicóloga especializada en Sexología y Terapia de Pareja, “la responsabilidad recae en todas las personas que interaccionan en la relación sexual, siempre”.

Ahora bien, el psicólogo y terapeuta de pareja Antonio Bolinches, considera que “principalmente y por su propio interés, la responsabilidad es de las mujeres, pero los hombres deberían favorecerlas”. ¿Por qué tantas veces no lo hacen y quieren que tengamos sexo sin condón? Analizamos las causas y te recordamos las consecuencias si lo haces sin preservativo.

1. Todo en nombre del amor

Lo cierto es que muchas mujeres acceden al final a hacerlo sin el preservativo para no enzarzarse en una discusión en pleno coito o incluso, a veces, a propuesta propia o por omisión, por agradar al tío. Alicia Gallotti, escritora especializada en Sexología, apunta que “por más feministas que seamos, las mujeres seguimos necesitando la aprobación de los hombres y son pocas las que en el primer encuentro se niegan a tener una relación sexual sin preservativo”.

Dice Gallotti que creemos que si lo hacemos él no nos llamará más o pensará que somos unas estiradas o cualquier otro valor negativo. Por su parte, Esclapez lo contextualiza: “Estamos muy influenciadas por creencias platónicas propias del romanticismo; pensamos que querer a alguien, tener confianza con la persona o verla guapa, limpia y aseada cual príncipe sacado de una película de Disney ya es suficiente para confiar en que no nos contagiará nada”.

2. Si no, él me rechazará

A juicio de Bolinches, esto ocurre “por el deseo de complacer y de agradar sobre todo cuando la mujer tiene un problema de autoestima o está muy enamorada”. Gallotti incide en esa idea: “No podemos soportar la idea de que él nos juzgue mal, nos rechace”. Según Gallotti, si las mujeres se valoraran a sí mismas y su autoestima fuera potente, tendrían claro que las relaciones heterosexuales no se apoyan en la aprobación del macho sobre la hembra; por el contrario, deben ser igualitarias.

“Incluso en todo caso, el macho debería estar tan preocupado por lo que ella piensa como ella por lo que él piensa”, apunta la escritora. En realidad, ya no es cuestión de género: “Si ellos y ellas estuvieran más seguros de sí mismos, no deberían necesitar la aprobación del otro, pero esto es casi imposible en una sociedad como la nuestra, donde las personas son inducidas a competir continuamente”.

3. Con una copa de más todo se ve más claro

A las carencias psicológicas, hay que sumarle el efecto del alcohol muchas veces previo la interacción sexual para desinhibirse. El hecho de olvidarse del preservativo, según Bolinches, “depende de la cantidad bebida, pero lo que relaja la prevención es la conjunción de la inhibición que provoca el alcohol más el deseo efervescente de la primera noche”.

Y acaba siendo contraproducente: Esclapez recuerda que “el alcohol es malísimo para el sexo la primera noche, la segunda, la tercera y siempre. Además de que nos hace más impulsivos y más inconscientes, no ayuda en nada al rendimiento sexual”.

4. Tiene pinta de sano

“Pero si tú tienes pinta de estar supersana...” Eso es una cita textual de un hombre como excusa para no ponerse el condón a requerimiento femenino. Pero es que las damas también confían más en los caballeros con mejor facha.

Bolinches lo confirma: “Cierto que si la apariencia es de una persona sana, la prevención es menor, pero lo de guapo sólo influye en el autoengaño pues, al desear la interacción, la mujer relaja la prevención”. “Es más”, agrega Esclapez: “confiamos más si nos dice que él es de relaciones largas y que no ha tenido rollos cortos de una noche”. Sea verdad o mentira, ser una persona de 'relaciones largas' no implica no tener ninguna enfermedad de transmisión sexual.

5. No usarlo es prueba de confianza

Si nos relajamos con alguien por su aspecto, qué no pasa cuando es ya nuestra pareja... Con cierta razón, según Bolinches: “no sólo por conocerlo de más de un día, sino porque durante ese tiempo ya se tiene una información más fiable”. Sin embargo, para Esclapez, “parece que confiar en alguien ya es señal de que no nos contagiará nada, y no”.

La psicóloga argumenta: “luego ves a parejas que acuden a la consulta con, por ejemplo, virus del papiloma, y se preguntan qué ha podido pasar; pues mira, a lo mejor es que no os hicisteis los análisis oportunos cuando tocaba, porque resulta que hay enfermedades que no avisan”. Lo mejor es hacer pruebas una vez al año, de forma preventiva, según Esclapez.

6. Si es 'hétero', el peligro baja mucho

El problema es que hacerse las pruebas al inicio de la relación tampoco garantiza nada. En los centros de salud especializados en estas enfermedades comentan que “las más afectadas son las casadas, porque confían en sus maridos, mientras que estos tienen relaciones extramatrimoniales”. A Gallotti le resulta “curioso que ni ellos ni ellas sientan temor, no ya por un embarazo no deseado, sino por la posibilidad de transmisión de una ITS”.

“Los heterosexuales creen que, por el solo hecho de serlo, están por encima del bien y del mal, que su condición de heterosexual les da poder sobre otras orientaciones sexuales y que es una suerte de 'coraza mágica' que los protege de todo mal porque ser heterosexual es lo correcto, lo normal”, opina.

7. A mí no puede pasarme

Para Bolinches “este pensamiento es proporcionalmente inverso al grado de madurez”. Pero lo tenemos, lamenta Esclapez, y apostilla: “cuando hablamos del concepto de enfermedades de transmisión sexual, automáticamente pensamos en SIDA, y no nos acordamos de que hay infecciones menos graves pero que también están ahí.

Creemos que nunca nos va a pasar hasta que nos pasa“. Gallotti cree que ”este pensamiento ha sido el que ha provocado el aumento de casos de HIV entre heterosexuales y la cantidad de embarazos no deseados que aparecen en los datos estadísticos“.

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