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La amenaza rusa y la amenaza interna

Santiago Abascal recibe al primer ministro húngaro, Viktor Orbán, durante la cumbre de formaciones de extrema derecha en Madrid.

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La UE es el indicador del grado de expansión del principio de legitimidad democrática. La UE es un club de Estados democráticamente constituidos. Ella misma no está constituida democráticamente, pero, para poder formar parte de ella, el Estado que pretenda incorporarse sí tiene que ser una democracia reconocida generalmente como tal. Por eso ha tardado tantos años en constituirse. En esto la UE está siendo afortunadamente inflexible, como ha puesto de manifiesto la decisión reciente de la Comisión  respecto de la condicionalidad de la entrega de los fondos de reconstrucción a Polonia y Hungría. Sin el respeto escrupuloso de los fundamentos de la democracia no se puede participar de las políticas que se pongan en marcha por la UE. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) ha confirmado esta decisión de la Comisión respondiendo a los recursos de Polonia y Hungría que “el Estado de Derecho no es negociable” (elDiario.es el 20 de febrero).

Esto es lo que se está jugando en la guerra iniciada por Rusia con la invasión de Ucrania. Lo que resulta insoportable para Rusia no es la eventual, aunque  más que improbable, incorporación de Ucrania a la OTAN, sino su eventual pertenencia a la UE. Rusia sabe cómo defenderse frente a la OTAN y los países que forman parte de la OTAN lo saben perfectamente. Por eso no se ha declarado una zona de exclusión aérea en Ucrania. El riesgo de destrucción mutua sigue estando presente y nadie está dispuesto a que dicho riesgo pueda materializarse. 

De lo que no sabe cómo defenderse Rusia es de la ampliación de la democracia en el este europeo. Desde hace años Rusia viene poniendo en práctica una estrategia destinada a deteriorar la democracia en los países occidentales. Y lo está haciendo con bastante éxito. Más del que nunca se había pensado que sería capaz. Su contribución al resultado del referéndum del Brexit o al triunfo de Donald Trump son excelentes botones de muestra. Sus conexiones con partidos de la extrema derecha de varios países de la UE también son conocidas. Provocar un desgaste de la democracia, devaluar la calidad de la misma, es lo que lleva intentando Rusia desde hace bastantes años. La estrategia de deterioro de la democracia en los países occidentales es un ejemplo claro del tributo del vicio a la virtud. Como no puedo competir en democracia, tengo que conseguir que ningún país lo sea. Tengo que conseguir que la democracia pierda su fuerza atractiva.

Da toda la impresión de que Putin ha cometido el error de cálculo de pensar que la “recesión democrática” había avanzado lo suficiente, como para que no se produjera una reacción unitaria en el caso de que decidiera invadir Ucrania. La invasión serviría como un elemento adicional de deterioro de las democracias occidentales que no estarían en condiciones de ponerse de acuerdo para responder a un desafío de esta naturaleza.

Aunque todavía no está dicha la última palabra y es mucho el camino que queda por recorrer, parece evidente que vivir en democracia conserva todavía el atractivo suficiente para enfrentarse a la iniciativa rusa. No se ha producido el cuarteamiento de la UE, sino todo lo contrario. La invasión de Ucrania está sirviendo para despejar dudas que existían respecto de la democracia en buena parte de los países europeos. 

Con esta reafirmación de la democracia y de su fuerza atractiva es con la que Putin no contaba, pero es con la que va a tener que enfrentarse. No va a tener que hacer frente a una invasión militar, pero sí a la penetración del ideal de la democracia como forma de organización de la convivencia. No es la OTAN, sino la UE, lo que supone un reto inasumible para la Rusia de Putin. 

Justamente por eso, es importante que la UE siga siendo la UE y que se reaccione frente a los partidos de extrema derecha que están poniendo en cuestión la solidez de la democracia en bastantes de los países de la UE. El compromiso de llegar al 2% del PIB en el presupuesto de defensa está bien. Pero más importante es detener el avance de partidos de extrema derecha que ponen en cuestión el sistema de valores de la democracia representativa. Después de las semanas de invasión de Ucrania, parece evidente que Rusia no es una amenaza para Europa. Si apenas tiene fuerza para invadir Ucrania, ¿cómo la va a tener para enfrentarse al resto del continente europeo? Pero la labor de zapa de los Orbán, Le Pen, Salvini o Abascal sí pueden minar la democracia de los países miembros de la UE, sí puede debilitar la UE y dificultar su cohesión interna. 

Estamos empezando a saber hasta donde puede llegar la amenaza rusa. Lo que no sabemos todavía es hasta donde puede llegar la amenaza interna. 

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