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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Con los militares de Sri Lanka no se negocia

Wolfgang Kaleck

  • Desde el inicio de este blog, mi idea era incluir contribuciones de colegas a quienes debo mucha inspiración y motivación. El blog de hoy fue escrito por Andreas Schüller, quien dirige el área de trabajo de Crímenes Internacionales y Responsabilidad jurídica del European Center for Constitutional and Human Rights, además de trabajar en los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos durante la guerra civil en Sri Lanka.

La semana pasada en Berlín se celebró el Foro Empresarial entre Sri Lanka y Alemania; un foro repleto de compañías y asociaciones comerciales. La delegación de Sri-Lanka está compuesta por el presidente, Maithripala Sirisena, y por tres de sus ministros. De forma enérgica, Sirisena y su equipo hacen propaganda de su país, donde en 2009 terminó de forma sangrienta una guerra civil que duró más de una década. Ante la pregunta de cómo sobreponerse al conflicto y lograr la reconciliación, el ministro de Relaciones Exteriores de Sri Lanka esgrime el argumento de las promesas que su país ha hecho al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas: la constitución de una omisión por la verdad y la reconciliación (recordemos que ya hubo una comisión en el año 2011, pero que no se pronunció sobre las violaciones más graces de los derechos humanos), la creación de un tribunal especial (que no incluirá jueces y fiscales internacionales, porque el Gobierno los quiere mantener bien lejos de este tribunal) y la creación de una comisión para los desaparecidos de la guerra civil.

Quien, al igual que el European Center for Constitutional and Human Rights (ECCHR), haya trabajado algún tiempo en el problema de Sri Lanka, solo puede mostrarse escéptico ante estas promesas. ¿Esta vez Sirisena y sus ministros hablan en serio? ¿Finalmente serán sometidos a la justicia todos los responsables por los crímenes de guerra? Todo parece indicar justo lo contrario: el Partido Nacional Unido -que es el partido político más importante del país y además apoya al presidente- ha admitido hace poco en el Parlamento a Sarath Fonseka, quien fue comandante en jefe del Ejército durante la guerra civil.

¿Y que pasa con la economía? Sirisena y su delegación ni siquiera mencionan a las fuerzas armadas de Sri-Lanka, que actualmente son los actores económicos más importantes del norte y noreste del país, zonas hoy enormemente militarizadas y que fueron el centro del conflicto. ¿Cómo podemos estar seguros de que las inversiones económicas y los negocios no terminarán beneficiando a la milicia, fortaleciéndola en las zonas más afectadas y arrebatándole a la minoría Tamil una oportunidad de desarrollo? La fuerte presencia militar desde que acabó el conflicto es un importante problema de seguridad, especialmente para las viudas de la guerra. De hecho, ellas denuncian una y otra vez ser víctimas de violencia sexual. Este tipo de acuerdos deberían beneficiar y ser una oportunidad de empleo justamente para las viudas y los huérfanos de guerra, quienes hasta hoy no han visto un euro de los beneficios que produce el turismo, la pesca o el comercio.

Además, tras la visita de Sirisena a Berlín da la impresión de que estos problemas no son parte de las prioridades de los ministros de Economía y Asuntos Exteriores de Alemania. La próxima visita que realizarán representantes de la patronal alemana está prevista para mayo y parece poco probable que empresas y negocios se ocupen de las consecuencias del conflicto que aqueja al norte de Sri Lanka. En ese sentido, las actuales negociaciones sobre concesiones arancelarias (GSP+) entre Sri Lanka y la Unión Europea ofrecerían la posibilidad de exigir ciertos estándares y de evaluar los resultados de las últimas negociaciones de 2010. Pero, sin un análisis verdadero de las causas del conflicto se corre el riesgo de que las inversiones alemanas y de otros países europeos terminen fortaleciendo la discriminación en Sri Lanka y, así, que el proceso de reconciliación se dificulte todavía más.

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