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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Lecturas postelectorales y Podemos

Marcos Roitman

Las elecciones al Parlamento Europeo han traído una sorpresa. Nada hacía prever el éxito electoral de un partido político nacido en la siniestra, capaz de cuestionar la hegemonía de Izquierda Unida. Podemos, así se llama el nuevo actor político, al cual ni los más optimistas auguraban un triunfo tan contundente. Hoy la derecha lo descalifica y ataca obscenamente. No hay que infravalorarlo, pero tampoco sobreestimarlo.

El resto del panorama sigue el guión previsto con pocas novedades. Caída estrepitosa de los partidos hegemónicos y mayoritarios, sacudidos por los escándalos de corrupción y descrédito, articuladores del mal llamado bipartidismo imperfecto. Destacan la subida de UPyD, Izquierda Unida y Partido por la Ciudadanía. También estrenan escaños ERC, Primavera Europea y Los Pueblos Deciden. El PNV y CiU se presentaron junto a otros partidos regionalistas y nacionalistas en la candidatura Más Europa, obteniendo tres eurodiputados.

Sin embargo, el triunfo de Podemos -que analizaremos más adelante- oculta un hecho relevante: los altos índices de abstención. Para las dos últimas elecciones al Parlamento europeo los datos oficiales son los siguientes: en 2009 votaron 15.935.147 personas con un censo electoral de 35.510.837; y en 2014 lo hicieron 15.920.815 -¡14.332 ciudadanos menos!- con un censo de 36.546.270. Por consiguiente, ninguna de las 39 opciones, que iban desde los partidos de ámbito estatal, nacionalistas o regionales, hasta Falange Española o el Partido Antitaurino contra el Maltrato Animal, han logrado motivar la participación y bajar el nivel de abstención, situada en el 55%.

A tenor de las cifras no es descabellado afirmar que el proceso despolitizador y desideologizado neoliberal iniciado a fines del siglo XX goza de buena salud. Al menos si hablamos de las elecciones europeas. Otra cosa sucede en las generales, municipales o autonómicas, donde la abstención se sitúa en un 30% del censo aproximadamente, cosa que tampoco deja de ser preocupante.

Pasemos ahora al análisis de Podemos. No se puede argumentar que su electorado recoja el voto de castigo proveniente de la izquierda política, social y cultural, cansada de sus partidos. Ello haría de Podemos algo efímero, producto de una crisis que, una vez superada, desaparece. Tampoco es bueno identificarlos con el voto apartidista de ciudadanos abrumados por tanta corrupción, excesos y mil y una fechorías que salpican a la familia real, jueces, diputados, legisladores, alcaldes, concejales o presidentes de comunidades autonómicas. Sin duda captó su apoyo, pero no es el voto de la indignación de la juventud organizada bajo el 15M, ni aglutina el descontento de la sociedad civil que exige transparencia, trabajo, no a los desahucios, control bancario, etc. Ni todos los nuevos votantes se decantaron por Podemos. De ser así, los partidos que han subido su votación y enarbolan un discurso similar desde la izquierda, el centro-derecha de UPyD y los ecologistas-verdes no hubiesen mejorado sus resultados. El voto de Podemos no puede arrogarse dicha representatividad.

La explicación debe estar en otro lugar. Podemos encarna un estado de ánimo y eso lo hace diferente. Y, efectivamente, su campaña lo refleja. Para ello han construido lo que en publicidad se denomina Storytelling: un relato para y de la sociedad del espectáculo. Una historia que seduce, convence y ayuda a tomar decisiones. El domingo en la Puerta del Sol, tras los resultados, se movilizaron bajo el eslogan: “¡¡Que sí, que sí, que sí nos representan!!”.

Podemos, según sus dirigentes, es la historia de la voz de los sin voz, los indignados, la juventud, los desahuciados, parados, pensionistas, las mareas, los inmigrantes y mujeres. Se sienten hijos del 15M y concluyen: queremos acabar con la “casta” política. Su programa es transversal, se inspira en un supuesto sentido común de la calle, defensores de la justicia social y la democracia participativa. Asimismo, aluden a su bisoñez política -cuatro meses de vida-, reivindican no tener sede conocida, se reúnen en plazas y casas de amigos. Se definen como profesores universitarios, científicos, abogados, maestros, desempleados, médicos, hombres y mujeres nacidos a la política bajo una crisis que les obliga a comprometerse con el país. Pasan de actores secundarios a protagonistas. Su número uno apostilla: “Si me lo piden, me presento”. Para continuar señalando que su campaña se financió gracias a las donaciones por internet y aportes personales de sus miembros. En total, 150.000 euros de presupuesto. La inteligencia e imaginación hicieron el resto.

Así, utilizando las redes, Facebook y Twitter se multiplicaron y traspasaron la barrera de lo marginal, sin derrochar ni hacer campañas millonarias. Muchos analistas reconocen -y ellos lo corroboran- haber realizado una excelente campaña de marketing político en el mercado electoral. Y sin duda la han hecho. Reniegan de las acusaciones de la izquierda que les imputa practicar el culto a la personalidad hacia su líder, cuya imagen aparece en la papeleta de voto y es tertuliano televisivo en canales del grupo Vocento, Atresmedia, Mediaset y Público Digital, entre otros. Para curarse en salud, el hoy eurodiputado y líder se defiende: utilizo al enemigo y lo derroto en su campo.

Podemos ha creado su historia. Su relato comienza con la “operación coleta”, un acuerdo para designar a su líder con Izquierda Anticapitalista, nave nodriza del proyecto, y proclamarlo candidato de Podemos. Logrado el objetivo, su tarea fue confeccionar la lista al Parlamento europeo y ratificar el número uno, convocando primarias con candidatos de sus círculos, pero votados por todo aquel que lo deseara, vía SMS. Subrayan estar limpios de polvo y paja, y al margen de conspiraciones. Su experiencia política -aclaran- les viene de ser asesores profesionales, no militantes, de gobiernos extranjeros y partidos políticos del Estado español. Sin duda la historia caló y han obtenido 1.244.687 votos, recibiendo el elogio de comunicólogos por el diseño de la campaña. Han optado por una estrategia que les convierte en un ejemplo de partido “atrápalo todo”. Su voto -señala la número dos de lista, Teresa Rodríguez- no responde a una minoría hiperideologizada. Han sabido recoger “el sentido común de la calle”. Es y busca estar por encima de las ideologías. ¿También de principios?

Ha sido este relato desideologizado el talón de Aquiles de la formación. Hoy Podemos es sometido a un virulento ataque de la derecha. Le achacan ocultar al electorado, conscientemente, una parte de su pasado, el militante. La derecha ataca y subraya: “Podemos miente”. Sus dirigentes sí tienen secretos y los iremos desvelando poco a poco. Desde Felipe González hasta los asesores del PP y del PSOE, pasando por los tertulianos de la derecha, todos ellos se unen. ¿El objetivo? Arrebatarle el control del tempo político de su relato, para romper el círculo de pureza que reclama e identifica a Podemos.

Asimismo, la decisión de Podemos de presentarse a las elecciones municipales -todo hay que decirlo- puede cambiar el mapa político de la izquierda en los ayuntamientos y comunidades autónomas, una vez activada la “ley D'Hont” y la circunscripción provincial. Por ejemplo, si el PP, como todo parece indicar, pierde la mayoría absoluta en la capital y Podemos obtiene concejales, el futuro de Madrid podría quedar en sus manos bajo acuerdos con el PSOE e IU. Pero en ese campo de condiciones el PP podría aliarse con UPyD y mantener Madrid, si entre ambos suman el 51%.

Veremos la capacidad de Podemos. Por ahora responde con el currículum académico de su líder, pero lamentablemente no se trata de una oposición a cátedra. Podemos deberá reinventarse en su acción política institucional. Por ahora está sólo en Bruselas. En este contexto, la presencia de Podemos abre tres escenarios básicos: 1) IU y Podemos se plantean en el medio plazo confluir en una constituyente para dar nacimiento a un gran partido republicano, socialista y anticapitalista donde se expresen todas las tradiciones democráticas de la izquierda; 2) Podemos se enroca y decide seguir su camino a costa de IU, con todas las consecuencias; 3) IU abre un proceso de negociaciones donde reconoce a Podemos y se plantea un acuerdo de mínimos para concurrir juntos en las próximas elecciones municipales y generales, manteniendo cada uno su autonomía. Con lo cual se abrirá la batalla por quien será cabeza de lista, si IU o Podemos.

Mientras tanto, se puede afirmar que IU es una realidad. Quiénes votan IU, sabe lo que votan, con su pasado, sus contradicciones, sus vergüenzas y errores. Asimismo, Podemos es un partido sin representación institucional en ayuntamientos, comunidades autónomas y parlamento. Su poder nos remite a unas elecciones no trasladables al mapa político interno. Por otro lado, Podemos no es inmune a los males de la politica como el oportunismo, el protagonismo y el personalismo o la corrupción. Estas enfermedades le acechan. Y por último, la derecha se empeña en sacarle los colores mostrando que sus dirigentes ocultaron su ideología: son anticapitalistas, marxistas y defienden el ideario comunista. El balón esta en el campo de Podemos. Una alternativa de izquierdas anticapitalista no puede levantarse bajo la sospecha de haber recurrido al engaño para sumar votos espurios. Esa es la cuestión.

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