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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Ojos que no ven, corazón que no siente

Una mujer kurda observa las casas destruidas por los enfrentamientos entre las fuerzas especiales y los militantes del PKK, en Cizre, Turquía.

Julia Duchrow

Ojos que no ven, corazón que no siente: ése es el lema de la Unión Europea (UE) cuando se trata de políticas para migrantes y refugiados. El acuerdo firmado el 18 de marzo con Turquía es una triste muestra de ello. Desde hoy, todos los migrantes y refugiados que viajen a Grecia de forma irregular o sean interceptados en aguas turcas, sin contar con derecho de asilo u otro tipo de protección, serán enviados de vuelta a Turquía. Cualquier solicitud de asilo será examinada en un proceso rápido en Grecia.

Pero la Corte Constitucional Alemana y la Corte Europea de Derechos Humanos prohíben enviar migrantes y refugiados a Grecia porque se les haya negado la solicitud de asilo, además de prohibirlo por las pésimas condiciones de vida que enfrentan quienes son enviados allí. De hecho, la UE no ha logrado en años las mejorías necesarias como para permitir enviar de vuelta a quienes buscan protección, y la situación no ha mejorado con la implementación de los llamados Hot Spots.

La verdad detrás del trato

Quienes podrán ser enviados de regreso son mujeres, niños y hombres cuyas solicitudes de asilo han sido rechazadas por proceder de terceros países considerados “seguros”; ahora la UE quiere categorizar a Turquía como tal. A cambio, Turquía obtendrá exenciones de visado hasta mediados del 2016 y recibirá los tres mil millones de euros prometidos para apoyar y trasladar más rápido a los migrantes y refugiados. Además, recibirá otros tres mil millones de euros en el 2018 si cumple con todas sus obligaciones en el trato. Por último, la UE prometió recibir a un refugiado sirio de algún campo de refugiados turco, por cada refugiado que Turquía devuelva.  

Esto revela cuán cínico es el trato: la UE sólo está dispuesta a recibir a refugiados sirios cuando se trata de personas valientes que se atrevieron a cruzar la peligrosa ruta del Mar Egeo. Pero, entre líneas, se entiende que, si Turquía logra bloquear la ruta del Mar Egeo, entonces la UE no recibirá a nadie. De todos modos, la UE recibirá máximo a 72.000 migrantes y refugiados de Turquía y quien intente entrar irregularmente no será recibido.

La disuasión funciona así: sólo quienes permanezcan en Turquía, y de ellos, sólo los sirios, tienen posibilidad de ser parte del “intercambio de refugiados”. Ni los eritreos, que escapan de una dictadura, ni los iraquíes, que escapan de Estado Islámico (EI), ni los afganos, que huyen de los talibanes.

¿Cada vez más lejos de los derechos humanos?

Mientras, la situación en Turquía se vuelve peor y el país está inestable como nunca. El sistema de asilo turco se aleja completamente de los estándares de derechos humanos, por lo que es casi una broma categorizarlo como un país seguro para los migrantes y refugiados. Turquía impuso una reserva a la Convención de Ginebra sobre el estatuto de los refugiados, señalando que ésta sólo se aplica a los europeos que soliciten asilo; excluye a sirios, a iraquíes y a cualquier otra persona, quienes sólo obtendrán “temporal” o “condicionalmente” la calidad de refugiado. De acuerdo con el experto en derecho de asilo Reinhard Marx, esto es contrario a los estándares de protección de la Convención de Ginebra.

Con este trato, la UE desconoce las advertencias del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de Naciones Unidas, del Relator Especial sobre los Derechos Humanos de los Migrantes y del Comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa. En el fondo, para alegría de los regímenes autoritarios, la UE demuestra que sólo cumple con los Derechos Humanos cuando sus propios intereses no se ven afectados.

En lugar de apoyarse en la extendida voluntad de ayudar de amplios sectores de la sociedad europea, de mejorar los rescates marítimos, de facilitar la unión de familias o de mejorar la inhumana situación de quienes llegan a las fronteras externas de la UE, Europa eligió el aislamiento, la disuasión y la expulsión; a fin de cuentas, “ojos que no ven, corazón que no siente”.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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