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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Las razones de la ira contra la violencia policial y el racismo en Francia

Grafiti que condena la falta de justicia y el maltrato policial. | Foto: Amanda Flety Martínez.

Magali Fricaudet

Parece ser que la misma causa genera los mismos efectos, por lo menos en lo que se refiere a los abusos policiales en las periferias urbanas de Francia y en las reacciones de indignación que provocan. Desde los primeros “motines” en la periferia de Lyon a finales de los 70, los abusos de la policía provocan la explosión del sentimiento de injusticia de los habitantes de estos barrios. Pero esta vez, el debate ha irrumpido en una campaña presidencial que parecía haber eludido el debate de la relegación socioespacial que se vive en los barrios periféricos.

¿Reflejan los abusos policiales un racismo sistémico en Francia?

El pasado 2 de febrero, cuatro agentes de policía arrestaron a Théo en Aulnay-sous-Bois, la periferia Norte de París. “Le vi con su porra: bajó mi pantalón y me la introdujo entre las nalgas, voluntariamente... En el coche, me golpearon mucho... con la porra, en las partes íntimas ... me escupieron y me insultaron”, testimonia Theo. Lo trataron de bambula (insulto racista heredado de la colonización) y de “puta”. Una lesión del canal anal de 10 centímetros de profundidad, según el informe médico, le causó una incapacidad de trabajo de 60 días. Por estos hechos, un policía está acusado de violación por la Fiscalía y tres más por violencia intencionada.

En Francia, cada año, 15 personas mueren en intervenciones policiales. La gran mayoría de ellos provienen de minorías visibles. En un informe divulgado esta semana, Amnistía Internacional considera preocupante la situación de las violencias policiales y de las discriminaciones en Francia, como había hecho previamente en 2011, así como Human Rights Watch en 2012. En 1999, la Corte Europea de Derechos Humanos condenó al “país de los derechos humanos” por tortura, tras la agresión continuada de un inspector a Yassine D. de 16 años. En mayo del 2016, el Comité de Naciones Unidas contra la Tortura mostró su preocupación por el uso abusivo de la fuerza por las fuerzas policiales en Francia y recomendó al estado una serie de medidas para enmarcar la actuación policial en el respecto de los derechos humanos y facilitar el acceso a la justicia de las víctimas.

Lejos de tomar en cuenta estas recomendaciones, y en el contexto muy tenso de la lucha contra el terrorismo, el gobierno francés extendió las prerrogativas de la policía como consecuencia del estado de emergencia que sigue en vigor desde noviembre de 2015. En este contexto, la Asamblea Nacional acaba de aprobar el proyecto de ley de Seguridad Pública bajo la presión de los sindicatos de policía. Esta norma incrementa la posibilidad de las fuerzas del orden de hacer uso de sus armas y dificulta la defensa de las víctimas al establecer una presunción de legítima defensa en favor de los agentes de policía.

En noviembre de 2016, tras largos años de lucha de asociaciones antiracistas y de defensa de las víctimas de abuso policial, la Corte de Casación francesa reconoció el carácter discriminatorio de un control de identidad basado en la apariencia de un joven de origen africano.

Mientras que a las autoridades francesas les cuesta asumir el carácter racista de los abusos policiales, algunos analistas relacionan directamente la gestión policial de los indígenas en el imperio colonial y las poblaciones “racializadas” de los barrios periféricos. Según el sociólogo Mathieu Rigouste: “En los años 30, el Estado francés creó la Brigada de Vigilancia de los Norte-Africanos y luego en 1953, la Brigada de las Agresiones y Violencias. El acento ya no se pone en la ”raza“ de los colonizados sino en su supuesta criminalidad. La primera brigada anticriminal se crea luego en Saint-Denis, por Pierre Bolotte, ex director de Gabinete del prefecto de Argel entre 1955 y 1958, y prefecto de Guadalupe durante la masacre de Estado de 1967, cuando la represión de una manifestación por las fuerzas del orden hizo más de 80 muertos”.

Además, según una reciente encuesta del centro de Investigación de la Escuela Ciencias Políticas, los agentes de este sistemas serían muy afines a las ideas del la extrema derecha: entre los militares y la policía, el 51,5 % votaron por el Frente Nacional de Marine Le Pen.

Volver a hablar de desigualdades y racismo a dos meses de las elecciones presidenciales

Durante estos últimos años, los gobiernos franceses, tanto de derecha como de izquierda, han aplicado sin concesión las políticas europeas de austeridad, disminuyendo los servicios públicos, las subvenciones a las asociaciones y las dotaciones a municipios provocando un gran incremento de las desigualdades. Esto se refleja de forma acuciada a nivel territorial en los más de 750 barrios considerados prioritarios por el gobierno, donde el 39% de la población tiene menos de 25 años y el 28,8 % de las persones viven por debajo de umbral de la pobreza.

Hollande no cumplió dos de las mayores promesas de su programa, relativas a las periferias: luchar contra los controles policiales discriminatorios entregando un recibo en cada control y dar el derecho a voto a los extranjeros no comunitarios en las elecciones municipales (en estos barrios el 17,5% de la población es nacida en el extranjero o nacionalizada francesa, es decir, dos veces más que en el resto del país). Al contrario, el gobierno de Valls propuso la revocación de la nacionalidad para las personas que tienen doble nacionalidad en caso de actos terroristas, una medida claramente discriminatoria propuesta por la extrema derecha.

Una alianza posible entre los habitantes de los barrios periféricos y el movimiento social

Desde las declaraciones de Théo, los jóvenes de la periferia, en parte considerados como las “clases pobres y peligrosas”, han vuelto a ocupar el espacio político. El “asunto Théo” aparece pocos meses después de la muerte en julio en una comisaría de Adama Traore, joven de origen maliense de 24 años en Beaumont-sur-Oise, en la periferia de París, que ya había provocado una gran movilización de las periferias.

El día siguiente de la agresión a Théo, un movimiento de contestación estalló en el barrio donde había ocurrido el acontecimiento, dando lugar a 26 arrestos y a tiroteos con balas reales por parte de la policía. La ola de revuelta se extendió a otros barrios como Montfermeil o Argenteuil. El sábado11 de febrero en Bobigny, la “capital” del departamento de Seine-Saint-Denis, una marcha convocada por estudiantes de esta ciudad de forma espontánea juntó a 3000 personas venidas de varias partes del área metropolitana. La marcha bajo alto control policial terminó con violencias dando lugar a varias decenas de arrestos. Convocatorias en solidaridad con Théo y todas las víctimas de abusos policiales se han tenido lugar en todo Francia y fuera, como fue el caso de ayer en el consulado de Francia de Barcelona.

La situación ha cambiado desde el desencuentro entre movimientos sociales y jóvenes de la periferia del 2005, cuando estallaron insurrecciones después de que dos jóvenes de 14 años murieran en un transformador eléctrico, intentando escapar de la policía. Esta vez, sectores importantes de la población están determinados a no dejar pasar esta ocasión de replantear la cuestión del racismo tan banalizado en los últimos años.

Por otra parte, desde el movimiento de contestación contra la ley de reforma laboral, la conciencia de la violencia se extendió a una juventud que sin ser racializada, sufrió los efectos de la represión policial. Las ocupaciones de Nuit debout han creado articulaciones entre las asociaciones de defensa de las víctimas policiales de los barrios periféricos y otros sectores de la contestación. Estos intercambios se han prolongado a través de las redes sociales. En efecto, estos movimientos han sabido ocupar el espacio mediático en estos últimos años y movilizar apoyos. Así, muchos artistas lanzaron el 16 de febrero un llamamiento a la justicia para Adama Traoré y las víctimas de abusos policiales.

¿Podrían estas alianzas ser el germen de un movimiento basado en una articulación amplia entre los diferentes sectores del movimiento social y capaz de proponer un real proyecto de transformación social frente a la preocupante subida de la extrema derecha en Francia?

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