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Sobre este blog

Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

Violencia sexual en guerra: crimen omnipresente e impune

Wolfgang Kaleck

Berlín —

En estos días la Women's International League for Peace and Freedom celebra en La Haya el centenario del primer congreso de paz de las mujeres. Ahí se juntaron, en medio de la I Guerra Mundial y a pesar de todas las dificultades y obstáculos, más de 1.136 mujeres de diferentes países, porque ya no aguantaban “que los gobiernos tolerasen únicamente la violencia desnuda como la solución de los conflictos internacionales”. Las participantes protestaban además contra una injusticia especial, que viven las mujeres en tiempos de guerra: “las horribles violaciones, extendido efecto secundario de cada guerra”.

Violencia sexual en conflictos armados: un tema actual hasta el día de hoy. Beate Rudolf, la directora del instituto alemán de derechos humanos, subrayó esta semana en Berlín que desde la conferencia de los derechos humanos de Viena en 1993 y la conferencia de derechos de la mujer en Pekín en 1995 se han suscrito importantes tratados internacionales y leyes nacionales respecto a la protección de mujeres. Los derechos humanos, por tanto, también son derechos de las mujeres. Mujeres valientes como prostitutas forzadas o, mejor dicho, esclavas sexuales de japoneses durante la II Guerra Mundial o sobrevivientes de Yugoslavia y Ruanda han roto el silencio sobre esta injusticia practicada de manera masiva. Y dentro del derecho penal internacional la violencia sexual durante conflictos armados ha sido tipificada como crimen de guerra y crimen contra la humanidad.

Sin importar de qué guerra se trate, aparte de asesinatos, robos y torturas, existen por todas partes violaciones y esclavitud sexual. Incluso sin que exista una conflagración internacional u oficialmente declarada. Así, por ejemplo, también acontece en Colombia, donde, según estadísticas actuales, cada media hora una mujer es violada, mientras que cada día y medio sucede una violación dentro del contexto de los constantes conflictos de guerra. Y son tan solo los números oficiales. Según estimaciones de la organización de mujeres colombiana Sisma Mujer, más del 80 por ciento de los casos de violaciones no aparecen en ninguna estadística. Los números finalmente muestran que la violencia sexual durante la guerra civil también es resultado de la discriminación estructural general de mujeres en Colombia.

Parte de una estrategia para reprimir a la población civil

Por estos motivos, el ECCHR presentó esta semana junto a Sisma Mujer y a la organización de derechos humanos colombiana CAJAR una denuncia ante la Corte Penal Internacional en La Haya. La violencia sexual en Colombia es un crimen contra la humanidad y de ninguna manera tan solo un efecto secundario del conflicto. Secuestros, violaciones y esclavitud sexual son parte de la estrategia militar para reprimir a la población civil.

Lo desilusionante de los dos años de trabajo que han precedido a la denuncia fue que, basándonos en informes de Amnistía Internacional y de organizaciones colombianas, ya sabíamos que decenas de miles de mujeres habían sufrido y sufren violencia sexual. También conocíamos que ante todo las afrodescendientes, las indígenas o las mujeres perseguidas, es decir, aquellas que de por sí sufren discriminación y son especialmente vulnerables, se ven especialmente afectadas por estos crímenes. Pero, a pesar del trabajo y la investigación de muchos años de nuestras organizaciones colaboradoras en Colombia, aún no existen datos rigurosos oficiales. De hecho, prácticamente no existían actas de fiscalías o sumarios judiciales que permitiesen documentar estos delitos.

Las violaciones raramente son investigadas en Colombia. Y cuando lo son, solo afecta a autores individuales, no integrados en cuerpos militares o policiales, o a aislados efectivos suyos de bajo rango. Esto debe cambiar: si este tipo de violencia es ejercida masivamente, también es responsabilidad de las autoridades militares. Si no evitan las acciones de su soldadesca, también deben ser ellos los juzgados. Esta responsabilidad de los militares de alto rango es lo que los denunciantes ante la Corte de La Haya deben investigar con urgencia, para que en Colombia ninguna violación quede impune. Y es que, a pesar de las prometedoras negociaciones de paz y la disminución de otros tipos de violencia referidos al conflicto, el número de crímenes sexuales no ha parado de aumentar. Demasiado arraigada está la costumbre de los guerrilleros y militares de tomarlo todo con violencia. No solo La Haya debe reaccionar contra ello. También se requiere un giro en la dirección de la justicia colombiana que deje claro que la violencia sexual no debe seguir quedando impune.

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