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Albert Sánchez Piñol: “Me gustaría que hubiera diez volúmenes de 'Victus'”

Albert Sánchez Piñol: "Me gustaría que hubiera diez volúmenes de 'Victus'"

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Tras vender más de 250.000 ejemplares de Victus en 16 idiomas, hoy se publica el segundo volumen de la saga, Vae Victus, en el que el escritor Albert Sánchez Piñol, otra vez en castellano, lleva al pícaro ingeniero Martí Zuviría a recorrer el mundo, de América del Norte a Nueva Zelanda, en el siglo XVIII. Sánchez Piñol, un enamorado del siglo XVIII, comenta que, si de él dependiera, habría una decena de volúmenes protagonizados por este genio de las artes de la fortificación y expugnación de ciudades de protagonista, pero “eso lo decidirá el lector”, advierte.

Independentista declarado, que estos días sigue atentamente las negociaciones para constituir un nuevo gobierno en Cataluña, Sánchez Piñol asevera que siempre ha ido a la suya, sin ponerse límites. “La única cosa buena de escribir es que el folio está en blanco y, si no eres libre, es porque no quieres”, apostilla. Por otra parte, ante este segundo libro de Victus -del que La Campana hará una primera edición de 50.000 ejemplares en castellano y catalán- indica que un autor: “no tiene la obligación de que cada libro sea mejor que el anterior, sino que debe ser diferente y yo me reinvento constantemente”.

Después del 11 de septiembre de 1714

En esta ocasión, ofrece cuatro historias en una, puesto que Martí Zuviría empieza el relato a los 98 años de edad, rememorando lo ocurrido después del 11 de septiembre de 1714, cuando embarcó con destino a Nápoles, aunque el galeón acabara llegando a las costas norteamericanas de Carolina, donde, al poco tiempo vivió desde primera fila la guerra entre los indios yamas y los colonos ingleses. Tras este episodio, Zuviría regresa a Europa y en 1719 un viejo conocido suyo como el “ambiguo” duque James Fitz-James Berwick le enrolará para combatir en la guerra entre Francia y España, donde 10.000 voluntarios catalanes estarán presentes comandados por el miquelete catalán Pere Joan Barceló, “Carrasclet”.

La tercera parte de estas aventuras está muy centrada en su mayor enemigo, Joris Prosperus van Verboom, a quien denomina “el carnicero de Amberes”, mientras que en la última, el ingeniero cuenta el “deplorable” viaje que emprendió en 1768, con más de setenta años, a las órdenes del capitán inglés James Cook en el buque británico “Endeavour” con destino a Nueva Zelanda. “Me gustaría explicar todo el XVIII, un siglo en el que todavía hay la esperanza de la revolución, no está aún el movimiento colonial con todo lo que implica y, además, América empieza a tener su historia y me gustaría que Zuviría estuviera allí y viera la conexión que establece Washington con la libertad”, proclama el autor.

En cuanto a lo ocurrido después de 1714 y que en estas páginas tiene su importancia, Sánchez Piñol argumenta que “para nosotros 1714 termina el día 11 de septiembre, nadie habla del 12, pero ahora quería explicar que hubo una posguerra con guerra y que entre 1715 y 1719 el período es de turbulencias extraordinarias”. En su opinión, es durante esos años cuando se hunde el edificio institucional catalán, pero la guerra popular continúa en las montañas con los miqueletes, miembros de una milicia de voluntarios que apoyaban a las fuerzas regulares. “Narrativamente tenía la historia hecha y no podía esperar a incluir a 'Carrasclet' en otra novela”, destaca.

“Deberían ser los historiadores los que dieran la cara”

Sobre las críticas que recibió por su anterior título, sostiene que “no fueron literarias, sino ideológicas” y dice declararse culpable de contribuir a la construcción de un imaginario catalán. Para Albert Sánchez Piñol, “es legítimo que cada comunidad humana construya su imaginario, todos los países tienen una novela histórica que ha conformado su imaginario colectivo” y agrega que lo criticable es que “no se haga honestamente, pero yo siempre he sido cuidadoso, los hechos históricos están contrastados, y lo único que hago es poner por allí a 'Zuvi' explicándolos”.

En este punto, insiste en que en la Cataluña de 1714 “había Constituciones y Libertades y cuando más se exploran más ves que eran de una modernidad increíble y que las clases populares se sentían abrigadas por ellas y por eso luchaban, no por el emperador austríaco. En 1714, Cataluña era un sujeto político, después, un objeto”. A pesar de estas argumentaciones, el escritor remata que “deberían ser los historiadores los que dieran la cara, yo no puedo ocupar su lugar”.

Preguntado por nuevos proyectos, el barcelonés avanza que está pensando otra vez en lo fantástico, un género que no le es ajeno y que ya cultivó en La pell freda, un éxito de crítica y lectores en todo el mundo.

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