Alcoverro retrata un Líbano que resurge como una noria y se niega a perecer

Tomás Alcoverro, el veterano corresponsal de La Vanguardia en Beirut, narra en su último libro como pese a todo, la capital libanesa, aún carcomida por la guerra, resurge y se niega a perecer, cual noria dando vueltas sobre su eje.

“La noria de Beirut” (Diéresis) recoge las crónicas y memorias del decano de los periodistas españoles en Oriente Próximo, quien en entrevista con Efe aún muestra su asombro por esa “capacidad humana de resistencia increíble”.

Y esa es la misma que acredita su “amor a la vida”, refiere.

“Gira y gira la noria de Beirut”, escribe Alcoverro en esta nueva entrega de sus crónicas viajeras y metáfora que, para él, explica cómo la ciudad funciona, a pesar de todos los pesares, y no son pocos.

Ocho mil crónicas después son las que avalan al que fuera un joven enviado que llegó a la Suiza del Mediterráneo, que devendría en el escenario de la interminable guerra sectaria y cuyas vicisitudes narró día a día.

También abordó su cotidianeidad.

“Creo que soy el único español que ha comprado un bien inmueble en Beirut”, bromea al describir su arraigo en la ciudad del Mediterráneo, que ha sustituido a su Barcelona natal.

En esa cotidianeidad recuerda como al adquirir su casa en plena guerra, eso si con un “dólar muy alto y la libra libanesa muy baja”, acabó con problemas en el registro, paralizado por el larguísimo conflicto.

“Pasé angustias y tuve que esperar años”,rememora ahora al mencionar que tuvo que pedir ayuda a quienes entonces creía que podían facilitarle el trámite.

Como cuenta en el libro, conocer a personalidades influyentes no fue suficiente.

Y aún tres años después, tuvo que ser el pariente de un vecino que trabajaba en una inmobiliaria quien acometiese de nuevo esas gestiones que le conducirían al Palacio Presidencial.

“Para obtener el decreto del presidente tuve que pagar sobornos a distintos funcionarios”, reconoce.

Hoy, ya no es tan difícil adquirir un inmueble en Beirut, aunque -previene- la mayoría de los compradores proceden de los acaudalados países del Golfo.

Estar cerca del hotel Commodore, entonces el único provisto de télex, era esencial para el corresponsal, y Alcoverro contrasta aquella dependencia con la actualidad, en la que considera no se hace el periodismo de entonces, con “sus ventajas e inconvenientes”.

“En 1982, los israelíes bombardearon Beirut durante 40 días” con el fin de expulsar al entonces presidente palestino, Yasser Arafat, y todavía lamenta que: “No pude enviar la crónica porque ni el télex ni el teléfono funcionaron”.

Esa pequeña región que esconde grandes historias, como subraya Alcoverro, es donde transita el libro que describe, entre otros, el episodio en el que Jesús el Nazareno, según el evangelio de Juan, convierte el agua en vino para la boda de Caná, que el exsacerdote Martiniano Pellegrino, sitúa en el país de los cedros.

Como continuación de esas leyendas bíblicas, “el cedro continúa siendo un símbolo nacional”, exclama el corresponsal.

No obstante, puntualiza, esos árboles milenarios desaparecieron, puesto que “las montañas del Líbano sufrieron la deforestación desde hace siglos”.

Aún así quedan algunos cedros en la colina, explica el periodista que dedica un capítulo de su libro a la conservación del milenario árbol en la que se han volcado algunos vecinos para defender su majestuosidad.

Y El Líbano también tuvo una pequeña aventura espacial.

Todo comenzó “en una universidad armenia, muy cerca de mi casa”, comenta al mencionar el proyecto que surgió a partir de una iniciativa civil y no militar.

Sin embargo, cuando se intentó lanzar el cohete, “cayó sobre Chipre”, por lo que el Gobierno decidió cancelar el proyecto para evitar “conflictos políticos”, recuerda jocoso.

Los recientes bombardeos de Estados Unidos, Reino Unido y Francia sobre instalaciones de Siria podrían “alentar el terrorismo”, advierte Alcoverro, quien no olvida la pesada carga de refugiados procedentes del vecinos país que soporta El Líbano.

Borja Ruete