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De Barcia a Vilaverde: el Entroido itinerante del Ourense rural

Algunos de los habitantes Barcia y Villaverde, dos pueblos gallegos, participan en un desfile de carrozas, charangas y gaitas para situar en el mapa su pintoresco carnaval, el menos conocido de Ourense.

EFE

Melón (Ourense) —

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Lejos del Entroido del “triángulo mágico”, formado por las localidades ourensanas de Xinzo de Limia, Verín y Laza, en Galicia existen otros carnavales más “enxebres”, como ocurre en el municipio de Melón con el de las zonas de Barcia y Vilaverde, pues cada martes de Entroido una aldea visita a la otra, en lo que antes era “una lucha de tribus”.

Tan solo un kilómetro separa estas dos parroquias pertenecientes al municipio de Melón, en Ourense, unidas por una tradición que se remonta a casi dos siglos atrás, en la que los vecinos de Barcia “pasan a buscar a los de Vilaverde” en una comitiva para hacer un recorrido circular por ambos pueblos.

“La tradición se remonta a una especie de batalla o de guerra”, cuenta a Efe el antropólogo Emilio Araúxo, que ha publicado recientemente “Xúntase toda a onda (o Entroido en Barcia e Vilaverde)”, un libro sobre las características específicas de esta festividad en ambas localidades.

Según Araúxo, el origen se sitúa en una fiesta de carácter urbano o aristocrático que se celebraba en la villa de Ribadavia, “A Festa de Istoria”, en la que se representaban piezas teatrales que tenían que ver con la tradición bíblica.

Sin embargo, asegura, pese a tener un inicio de carácter urbano, la fiesta “luego fue recreada o reinventada por el pueblo”, con una “capacidad creativa ”muy poderosa“.

“Se trata de una creación de enlace social única. Estas dos aldeas, reuniendo material heterogéneo, llegaron a introducir una fiesta utópica, en la que se genera una vecindad y una armonía maravillosa. Es el ideal del pueblo reconciliado”, afirma.

Este año les tocaba a los de Barcia subir a Vilaverde, pues cada curso se van turnando. Pasadas las cuatro de la tarde, las carrozas, todas ellas adornadas con la vegetación autóctona (tojos, mimosas e hiedra) y tiradas por tractores, han comenzado este 2020 su recorrido, en un ambiente festivo y de jolgorio, amenizado por gaitas y tambores.

El sol ha acompañado a los vecinos de Barcia en su recorrido hasta Vilaverde, en el que han participados niños, adultos y jóvenes, disfrazados de lo más variopinto, pero siempre con las máscaras como elemento común.

“Cada año la comitiva se disfraza de algo diferente. Este año ha sido una boda, pero igual otro año es un funeral. Lo importante es celebrar. Sin embargo, la máscara hay que llevarla”, cuenta Josefa, vecina de Barcia, que destaca que la tradición “une a los pueblos en hermandad” y que además “no puede dejarse”, porque trae “mal presagio”.

Lo mismo explica Orlando, que afirma que en el caso de que algún año no se haga “se castiga al pueblo”. No en vano, el trayecto, que los lugareños realizan con devoción y casi por inercia cada año, tiene unas raíces muy antiguas, aunque ninguno sabe muy bien de dónde viene.

“Yo creo que tiene más de 200 años. Mi padre tendría hoy 120 años y cuando era niño ya sus abuelos le contaban que hacían el recorrido. Pero no sabemos de dónde viene”, observa.

En lo que todos coinciden es en que antes, cuando había ganado, se realizaba con vacas y bueyes, que tiraban de las carrozas. Ahora son tractores, con motor, los que hacen posible esta comitiva, organizada por los vecinos de ambos pueblos por y para ellos.

Cada año son elegidos dos lugareños para que organicen los preparativos y coordinen las carrozas, que también las hacen ellos mismos, aunque en este peculiar Entroido participan también vecinos de localidades aledañas como Carballeda de Avia, Francos, Melón, Beade, Ribadavia o Quins.

La comitiva ha arrancado esta vez presidida por una ramillera con una enorme rama de mimosa, de la que colgaban chorizos, panes, roscas y otros alimentos, para pedir ambulancia y buenas cosechas, en relación con el origen de las fiestas del Entroido.

A ella le han seguido una decena de carrozas, cada una con un tema concreto. Había una carroza de Andalucía, en la que a ritmo de Los del Río, bebían y comían jamón; otra más infantil con niños vestidos de rockeros, otra ambientada en el mundo de Parque Jurásico, un castillo medieval y hasta el enlace, con tarta nupcial y madrinas y padrinos.

A lo largo del camino, podían verse asimismo una serie de muñecos, irreverentes, vestidos como humanos, que daban la bienvenida y señalaban el camino entre los dos núcleos. Una suerte de esculturas anónimas que los vecinos colocan en el Entroido para hacerlo todavía más singular.

Tras apenas media hora, los de Barcia llegan a Villaverde y allí todos juntos, en la plaza del pueblo, han celebrado el encuentro entre gaitas y tambores, bailando de manera irregular, unos con otros, ejecutando un baile de máscaras en el que ya no había quién diferenciara a los vecinos de un municipio y a los de otro. Ya no existían porcos y carneiros.

Tras el jolgorio, “cada uno come en casa”, señala Orlando, que detalla que con la comida “cada uno se organiza” pero que durante el lunes de Entroido en Vilaverde se repartieron más de 100 platos de cocido, toda una tradición durante estas fiestas.

Unos festejos “diferentes” que se resisten a perderse entre los desfiles y “representaciones” del Entroido que se dan en Verín o en la ciudad de Ourense, más pobladas de turistas, en las que muchas veces la participación del extranjero se extiende para seguir la línea que une estos dos municipios, de Barcia y Vilaverde. Y que nunca se rompa.

Jose Carlos Rodríguez

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