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El Cabrero: “Del cante no me voy a despedir mientras tenga algo de voz”

Imagen cedida de "El Cabrero".

EFE

Jerez de la Frontera (Cádiz) —

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Con 75 años, José Domínguez, “El Cabrero”, uno de los cantaores más carismáticos, libertarios y admirados de las últimas décadas, se despide de los escenarios y del público. “Es doloroso”, confiesa en una entrevista con EFE.

Su gira de despedida, interrumpida el pasado mayo por un ictus, le lleva a actuar hoy en la jornada inaugural del Festival de Jerez.

“Voy con muchas ganas de darlo to, con las mimbres que me ha dejado el puñetero ictus, el 'titus', como le llamo 'cariñosamente'”, ha escrito en sus redes sociales este cantaor que desde los setenta ha conquistado a miles de seguidores con un cante puro, que se adentra en los palos más difíciles, en letras reivindicativas y llenas de pasión por la naturaleza. “En los pechos de los montes me amamanto”, canta en “Como todo mortal”.

Por extraño que parezca, este cantaor nacido en 1944 en Aznalcóllar (Sevilla) y que desde niño y hasta hace poco fue pastor de cabras, tiene redes sociales.

“No sé ni encender un ordenador y móvil no tengo. No se ni qué diferencia hay entre Twitter y Facebook. Elena (su mujer) de vez en cuando me lee lo que dicen ahí los seguidores y ella se encarga de escribir lo que se me ocurre poner. Eso de las redes nos lo recomendó hace años mi representante en Francia y si no fuera por la ayuda de Elena yo no tendría nada de eso”, explica el cantaor, que apenas acepta entrevistas y que ha concedido esta a EFE a través de un cuestionario que contesta por correo electrónico.

PREGUNTA.- Esta semana, a propósito del juicio al actor Willy Toledo, ha recordado en Twitter que en 1982, hace casi 40 años, le metieron en la cárcel por un “mecagoendios” que soltó en un concierto y ha lamentado que los políticos no hayan tenido tiempo de cambiar las leyes.

RESPUESTA.- Sí, así fue, y eso que en el juicio los que me denunciaron dijeron que había sido una frase sin ánimo de ofender a nadie, y también se dijo que no había habido escándalo público. Tanto que a los pocos meses, y mucho antes de que se celebrara el juicio, me contrataron en el mismo sitio y cuando me fui a disculpar el público rompió en un aplauso. Me condenaron por ser yo, no porque le hubiera hecho daño a nadie.

P.- ¿Cómo ve el rumbo de este país?

R.- El país lo veo que anda pa atrás, como los cangrejos.

P.- Está en su gira de despedida. ¿Cuándo decidió que había llegado el momento de retirarse?

R.- Ya hace algún tiempo que me pesan los viajes largos, en octubre cumpliré los 76 otoños. Me gusta mucho cantar, pero lo que conllevan los conciertos en desplazamientos se me empezó a hacer cuesta arriba y ahí empecé a ir despidiéndome de las giras profesionales. Del cante no me voy a despedir mientras tenga algo de voz.

P.- El pasado mes de agosto en el Festival Internacional del Cante de Las Minas, donde le entregaron El Castillete de Oro, comentó que le dolía “hasta el diafragma”. ¿Cómo se encuentra? ¿Le duele retirarse después de una trayectoria de 46 años?.

R.- Bueno, un ictus no es ninguna tontería. Me entró justo en Madrid, tenía un concierto en el Centro Cultural de la Villa y me tuvieron que ingresar de urgencia. Cuando mejoré cumplí con los conciertos que tenía apalabrados y uno era el del Cante de las Minas. Yo canto de voz natural, de pecho y para eso hay que contar con el diafragma, y duele, pero también duele el cante, si es “sentido” y también es doloroso despedirse de un público que me viene apoyando desde mis inicios.

P.- ¿Cómo afronta su vida fuera de los escenarios?.

R.- No sé cómo lo afrontaré. Imagino que, si me sigue respondiendo la voz, haré alguna que otra colaboración, por aquí cerquita, para quitarme el gusanillo. No lo sé, la verdad, es ésa.

P.- Se le define como una de las personalidades más significativas que ha dado el flamenco en los últimos cuarenta años.

R.- No, yo no me he definido nunca, son cosas de los medios de comunicación y los managers lo recogen.

P.- A pesar de su carrera nunca ha querido abandonar el pastoreo de su rebaño de cabras. ¿Cómo ha influido en su arte?

R.- Las cabras las vendí hace poco. Ya sólo tenía una tropilla, mu pocas, pero no me podía ocupar bien de ellas. Durante toda mi carrera conseguí compaginar conciertos y cabras, las dos cosas que me gustan, una suerte. Las cabras no tienen nada que ver con lo artístico, es otro mundo. A Manuel Torre le gustaban los galgos, a mí las cabras. El pastoreo, las muchas horas de soledad en el campo, lo vientos, las nubes, eso te da mucho tiempo pa pensar, y mirar lejos. El pastoreo ha sido para mí un refugio.

P.- ¿Cómo recuerda sus inicios como cantaor?

R.- Pues mira, yo andaba deambulando por Sevilla, sin rumbo fijo, cuando escuché, desde la calle, un disco buenísimo, “Canta Jerez”, con tío Borrico, Terremoto, el Sernita, el Sordera, Romerito, el Mono, el Indio, a la guitarra Morao, Paco de Antequera, creo que también estaba Cepero que empezaba. Un disco de cante del bueno y entonces pedí permiso para entrar: era La Cuadra, de Paco Lira y de allí salí con el grupo de Salvador Távora y Alfonso Jiménez, con el espectáculo “Quejío”. Luego, en el 75, grabé.

En esa época, finales de los 70, estaban en pleno apogeo unos artistas que metían miedo, de mucha envergadura y hacerse un sitio no era nada fácil. Pero tuve suerte y al poco tiempo de sacar mi primer disco ya entraba en los grandes festivales y el público estuvo conmigo desde el principio. Hoy vienen a mis conciertos los hijos y los nietos de mis primeros seguidores.

P.- ¿De quién ha aprendido más?

R.- Yo siempre he sido mu aficionao, he escuchado mucho cante. He bebido de muchas fuentes y desde siempre, sin proponérmelo, he ido amoldando los cantes a mi forma de sentirlos y a mis facultades. Todos los grandes maestros me han aportado algo de su sabiduría, sobre todo los que cantan de voz natural, como yo, porque a mí me gusta el cante sin muchas florituras pero con muchas duquelas y el “ay” es la mejor expresión del dolor. El cante sin el ay que encierre una queja, es como una comida sin sal: a mí no me dice.

P.- ¿Que le ha dado la mayor satisfacción en el escenario?

R.- Bueno, el cante en sí mismo, cuando te coge bien, esas guitarras hondas, esos bordones, que te inspiran y la respuesta del público.

P.- ¿Cree que las voces más jóvenes podrán guardar el legado del flamenco más puro?

R.- Ojalá, ojalá no se dejen llevar por lo comercial y lo fácil y recuerden que el cante es la expresión de un sentir y de vivencias y duele y es difícil.

P.- ¿Que opina, o que siente, cuando escucha el flamenco en tantas fusiones? Por ejemplo ¿Le gusta Rosalía? ¿Qué le aconsejaría? ¿Qué le enseñaría?

R.- Yo no escucho eso, a mí me gusta Fernanda y la Paquera. Yo a Rosalía no tengo nada que aconsejarle ni que reprocharle. En lo que yo le he escuchao, pa mí eso no es flamenco, que cante lo que quiera y que le pongan otro nombre.

P.- Su gira de despedida la hace acompañado de su hijo, Emiliano Domínguez Zapata. ¿Es usted su mejor fan o su crítico más duro?

R.- Bueno, a Jerez vengo yo solo con mi guitarrista, Manuel Herrera. No viene mi hijo porque él no hace flamenco, hace rock andaluz o canción de autor. Emiliano sabe cantar y tiene una voz muy hermosa, fresca y diferente, talento y temperamento, y los músicos que lleva, Marcos Gamero, Humberto Girón y Aubry Wert, son de los buenos. Ojalá los tengan en consideración porque se lo merecen por su calidad, no por ser hijo mío.

P.- Su imagen sobre el escenario está siempre ligada a un inconfundible pañuelo al cuello, un sombrero y unas botas camperas. ¿Tienen algún significado especial para usted?

R.- La gente de campo, en Andalucía, al menos los de mi generación, siempre han gastado mascota o sombrero pa protegerse del sol, pañuelo “pa los sudores” y el que podía, botas para andar seguro por esas sierras y protegerse de la picadas de los bichos. Yo siempre me he vestido igual, sólo que pa cantar uso el color negro. Lo del sombrero es una tradición andaluza que se ha perdido: si te fijas en las fotos antiguas casi tol mundo gastaba sombrero

P.- Le preguntaron en una entrevista que a donde querría llegar con su arte y usted dijo que “a decir la verdad hasta que la mentira se ofenda”. ¿Le queda alguna verdad por decir o alguna mentira por ofender en su trayectoria?

R.- Bueno, uno tiene su verdad, que no tiene por qué ser la de todos pero si cantas lo que ves, y está palpable a la vista, pocas veces te equivocas. Hay mucha mentira en circulación, y mucho trapo sucio por lavar: “Ni en una lavandería, se ve tanto trapo sucio, y hay mucha mugre escondía, porque no hay agua en el mundo, para tanta porquería”. Es un fandango de hace más de 25 años y sigue de actualidad.

Por Isabel Laguna

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