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Las “Cartas a sus amigos” de Ramón Gaya rescata sus escritos más antiguos

Las "Cartas a sus amigos" de Ramón Gaya rescata sus escritos más antiguos

EFE

Madrid —

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Solitario, decepcionado por las vanguardias que conoció en París, fiel a los clásicos y a la figuración y de espaldas a la falta de reconocimiento. Así aparece Ramón Gaya en las “Cartas a sus amigos”, ahora publicadas, que dibujan un autorretrato del artista “como no teníamos hasta hoy”.

“Cartas a sus amigos”, libro complementario de sus obras completas, publicado por la Editorial Pre-Textos, con prólogo de Andrés Trapiello, recupera un conjunto de cartas fechadas entre 1927 y 1978, entre ellas sus escritos más antiguos, que componen una autobiografía o autorretrato del “pintor que escribe”, como Gaya se definió.

“Estamos en guerra con nuestra contemporaneidad”, escribe al artista Juan Bonafé en 1960 desde Barcelona a propósito de una crítica desfavorable. “La pintura que queremos hacer es hoy excesivamente revolucionaria, imposible de ver por parte de nuestros contemporáneos, como ha sido en su día -en su día de hacerse, de estar haciéndose- la de Van Gogh, por ejemplo.”

“Volver a la razón -añade-, a la autenticidad, a la desnudez inicial y de valor permanente, dentro del mundo loco y viciado de hoy, tiene que resultar horrible”.

Las cartas más antiguas son las dirigidas entre 1927 y 1936 sobre todo a Juan Guerrero -crítico literario vinculado a la Generación del 27, gran amigo de Juan Ramón Jiménez-, en las que describe las impresiones del joven artista que con 17 años marcha a París.

Especial interés tienen, en opinión de Trapiello, las cartas escritas por Ramón Gaya (Huerto del Conde, Murcia 1910 -Valencia 2005) entre 1952 y 1960, que corresponden a una etapa de madurez , y reflejan el cambio que supuso en su vida el reencuentro, después de 13 años de exilio en México, con Europa y la pintura.

“Mañana estoy citado con Concha (Albornoz) para ir juntos al Louvre; allí tengo amigos perennes, Rembrandt y Tiziano sobre todo, que me ayudarán a entrar en Europa”, recuerda Andrés Trapiello que escribió en su diario el 21 de junio de 1952, nada más llegar a París.

También se reencontrará con su hija, a la que no veía desde el final de la guerra civil, cuando apenas contaba dos años. Gaya cruzó los Pirineos con el ejército, mientras su esposa intentaba tomar un tren en Figueres hacia Francia con su hija. La estación fue bombardeada y su mujer, Fe Sanz, falleció. El exilio en México, después de ser internado en Saint-Cyprien, le alejó de su hija Alicia hasta su regreso a Europa.

A España no volverá hasta 1960 y se marchará enseguida por el ambiente que encontró, aunque realizará varios viajes hasta su vuelta definitiva.

Isabel Verdejo, la mujer y compañera de Gaya durante los últimos 30 años de su vida, ha reunido y anotado el mayor conjunto de cartas, muchas de ellas traspapeladas, en una edición que firma con el hispanista Nigel Dennis, fallecido en 2013, al que está dedicado el volumen “in memoriam”.

Las cartas componen una autobiografía de su vida de exiliado, como se puede ver en la data: México, Cuernavaca, París, Florencia, Venecia, Caxías (Portugal) y Roma, donde vivió más de veinte años y mantuvo estrecha amistad con María Zambrano. Vinculado a la Generación del 27, en sus cartas aparecen Juan Ramón Jiménez, Cernuda, Gil Albert o Bergamín.

A su regreso a Europa vivió años de trabajo constante de espaldas a la “llamativa falta de reconocimiento”, asegura Trapiello.

“Estoy dispuesto a conseguir algo decisivo (...) algo que me alimente, que no sea una simple anotación”, escribe a su amiga Teresa de la Serna. Y de ello hablará también en las cartas que envía a Tomas Segovia, Laurette Séjourné o Rosa Chacel.

Al pintor Bonafé le dirá también: “Lo peor es que esta renovación nuestra, esta modernidad nuestra no tiene, como las modernidades preferentes, rostro escandaloso y voz en grito y aparato,que sirvan para imponerse”.

El reconocimiento le llegó tardíamente, aunque a partir de 1960 se publicaron en España sus libros, como “Velázquez, pájaro solitario”. En 1997 fue galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas y en 2002 con el Premio Velázquez, el más importante de los premios de arte.

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