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La Casa Azul y Pixies nombran al Low patrimonio de la humanidad festivalera

La Casa Azul y Pixies nombran al Low patrimonio de la humanidad festivalera

EFE

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Benidorm (Alicante).- Novena edición ya del Low Festival, cita que se mantiene muy viva haciendo buena en lo musical la ecléctica arquitectura de la ciudad que lo acoge y que le permite oscilar victorioso de la dicotomía existencial y de las guitarras pesadas de Pixies al electropop hedonista y setentero de La Casa Azul.

Mientras las autoridades políticas de Benidorm deciden cómo encauzar entre rascacielos su posible candidatura como Patrimonio de la Humanidad (no es broma), sus gerifaltes del entretenimiento sí se han apresurado en añadir otro grano de arena a su condición de cuna festivalera indiscutible con un nuevo lleno en la apertura, 25.000 personas.

Aunque las puertas de la Ciudad Deportiva Guillermo Amor se han abierto en torno a las siete de la tarde para disfrutar de los españoles Shinova, no ha sido hasta las 22 horas, minimizada la canícula, cuando el público ha invadido decididamente la cita “indie” más noctámbula.

Era el momento de los catalanes Dorian con su ya decana propuesta de pop electrónico de sintetizadores y percusión bien marcados, entre luces monocromáticas muy saturadas para energizar a los asistentes, especialmente cuando ha sonado “A cualquier otra parte” y hasta los más perezosos se han puesto en pie al grito de “¡temazo!”.

El relevo lo ha tomado el proyecto musical del mallorquín Luis Alberto Segura, L.A., con uno de los discos más importantes del año, “King of beasts”, en el que se quitó prejuicios y acercó su rock de querencia californiana a una concurrencia más multitudinaria.

Orgulloso del resultado, ha hecho sonar en primer lugar el sencillo “Leave it all behind” y muy poco después “Where the angels go”, aunque en la suma final del show el conjunto no haya resultado tan contagioso o aperturista al gran público como cabía esperar.

Pasada la medianoche ha sido el turno del gran plato fuerte internacional, Pixies. Aunque aseguren que no tiran de “setlist”, la banda de Boston ha arrancado su concierto como en sus anteriores presentaciones, con la angustia de ese “Gouge away” que bien pudo hacerlos acreedores de la etiqueta de simiente del sonido de Nirvana.

Con un arranque fulgurante, en apenas quince minutos habían ejecutado ya seis cortes (entre ellos “Rock Music” e “Isla de Encanta”), ofreciendo una panorámica de aquello que los convirtió en puente entre el rock musculado y de alaridos de los 80 y la ansiedad existencial de los 90.

Con “Caribou” ha tomado cuerpo la voz de la bajista sustituta de Kim Deal, Paz Lechantin, mano a mano con la cada vez más imponente presencia de ese Kingpin enlutado de la música que constituye Black Francis.

Weezer también los citan a menudo como referente y su programa se ha vuelto más amable cuando en efecto han emergido canciones más aferradas a la melodía como “Classic Masher”, de su reciente álbum “Head carrier” (2016), aunque en general hayan ofrecido un repertorio más apegado a sus primeros discos, con “Monkey Gone to Heaven”, “Hey” o “Mr. Grieves”, de “Doolittle” (1989).

También ha sonado “All I Think About Now”, el reciente tema que escribieron para reconocer la trascendencia del legado de Kim Deal, curiosamente en la voz de su sucesora, quien ha culminado su intervención reivindicando en castellano sus orígenes argentinos con un “¡Gracias, España!”.

Aunque veloz y difícilmente tedioso, el repertorio de Pixies no es fácil ni demasiado mediático, lo que se ha notado en una pista que no por llena hasta la bandera se ha mostrado receptiva más allá de las primeras filas, al menos hasta el segundo tramo, cuando ha sonado “Where is my mind”, con esa línea de guitarra que es historia del rock contemporáneo, o “Here comes your man”.

Ha habido tiempo para piezas más raras como “Ed is dead” y los estadounidenses, que se iban a casa con un sentido aplauso del público, han correspondido a los mismos con otro bis, “Into the white”.

Cinco años hacía que Guille Milkyway no pisaba el Low con La Casa Azul. Entonces le puso luces a las tinieblas de Placebo para presentar “La polinesia meridional” (2011), su hasta hoy último disco a la espera de “La gran esfera”, del que esta noche ha echado mano para arrancar por todo lo alto con “Podría ser peor” y reivindicar “lo bonita que es la felicidad”.

Qué bien parece sentarle Benidorm a La Casa Azul y viceversa, tras otra velada de electropop adrenalínico cargada con los grandes éxitos del músico catalán, como “Chicle cosmos” o “Superguay”, con esa intro que homenajea las cabeceras de culebrones al estilo “Dallas”.

Con el volumen a plena potencia, casi saturado, y un DJ a los controles, Milkyway se ha presentado con su habitual y apabullante juego de luces y el teclado colgado al cuello, acompañado de un guitarrista y un batería que han puesto a bailar a una pista de nuevo a reventar.

“Me gustaría que os vierais, porque estáis muy guapos”, ha destacado el artista antes de afrontar un segmento “muy de piano bar” en el que el buen rollo ha minimizado los traspiés en “Como un fan”, esa en la que presume de escuchar “a Billy Joel o quizás a Ben Folds Five (...)”, aunque no sean “suficientemente indies”.

En su lista de temazos no han faltado “Esta noche solo cantan para mí”, “Los chicos hoy saltarán a la pista” y, como gran colofón, “La revolución sexual”, cuando pasadas las 3 de la mañana llegaban ya del otro gran escenario del centro deportivo las notas de los murcianos Varry Brava reivindicando el toque de otro que debió ser nombrado patrimonio, Tino Casal.

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