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Eva Yerbabuena estrena un espectáculo “minimalista e intimista” en Madrid

Eva Yerbabuena estrena un espectáculo "minimalista e intimista" en Madrid

EFE

Madrid —

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¡Ay! es el quejío flamenco por antonomasia y el primer sonido que emitió “su” Marieta cuando la cogió en brazos; por eso, Eva Yerbabuena ha querido que su vuelta a los escenarios se titulara así, y el resultado, que hoy se estrena en Madrid, es tan hondo e intimista como sugiere la exclamación.

“Es minimalista, íntima, porque quería estar sola bailando en el escenario. Es una reflexión a través de un lenguaje que he desarrollado en mi cabeza durante trece meses de estar en casa disfrutando de la maternidad”, explica la artista en una entrevista con Efe.

Su mirada se ha dirigido a lo que ha hecho siempre, a sus trabajos de “ancla”, pero su maternidad le ha dado “oxígeno y una vida nueva”.

Quiso apartarse de todo cuando logró su sueño de quedarse embarazada por segunda vez: “Manuela ya tenía 21 años, y con 41 yo tenía que pensar en los riesgos, no podía estar dando taconazos; por eso, decidí quedarme en casa y estuve 13 meses dedicada a mi familia y a darle vueltas a la cabeza”, se ríe.

“¡Ay!”, que estará en las Naves del Español en Matadero hasta el 20 de febrero, se estrenó en la India en 2013 y aquel mismo año en el Sadler's Wells de Londres y en el festival Veranos de la Villa, pero nunca más “se ha vuelto a ver”.

“Estoy atacada con el estreno, aunque es verdad que fue un espectáculo que fluyó rápida y fácilmente, y eso se nota”, confiesa.

Lo que tenía claro era que “el instrumento” iba a ser, “por fin”, el violín, el que más le gusta, y encontró el cómplice perfecto en el violinista de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla Vladimir Dimitrenco.

Se “provocaron” mutuamente para ver qué salía de la conjunción de las cuerdas, los pies y las manos, y luego se fueron uniendo los demás músicos.

Sin cuerpo de baile, por primera vez sola con todo el peso escénico y un par de elementos sobre las tablas, Yerbabuena se acompaña de la música del guitarrista Paco Jarana, su marido y director musical, el percusionista Antonio Coronel y las voces de Enrique el Extremeño y José Valencia.

Aparece con una silla de proporciones desequilibradas y una mesa que se quiebra, porque, dice, “a veces las cosas están muy distintas a como uno las ve, y cree que están correctas y rectitas, y lo que están es, más bien, muy torcidas”.

“La luz de Fernando Martín -afirma- es una maravilla, y el vestuario, de López de Santos, recoge perfectamente el sentimiento del espectáculo, la discreción y la protección”, aclara sobre su decisión de hacer solo tres cambios y que los tres sean trajes negros.

Baila seguiriyas, nanas, tarantas y soleás, su palo “cumbre”, al que le da un nuevo aire, porque han desaparecido ataduras a la vez que nuevos temores, explica la artista, Premio Nacional de Danza en 2001.

Eva María Garrido nació en 1970 en Fráncfort del Meno, Hesse (Alemania) y a los quince días viajó con sus padres a su tierra, Armilla (Granada), donde con 12 años comenzó a bailar con Enrique el Canastero, Angustillas la Mona, Mariquilla y Mario Maya.

Ahora que ya se lo sabe “casi todo” del baile, está convencida de que siempre hay que seguir aprendiendo y de que guardar su intimidad al máximo es un acierto: “Si hubiera programas culturales, ahí estaría yo, pero en otras cosas estoy segura de que haría el ridículo”.

Trabaja “muchísimo” fuera de España y, de hecho, cuando acabe en Madrid, se irá con “Ay” a Japón, un país, dice, que ha cambiado “una barbaridad” desde que ella fue por primera vez.

“Es imposible para una compañía -revela- alquilar directamente un teatro y ya se han acabado aquellos tiempos de bonanza del Güito o Manolete. Ahora cuesta mucho en todos los sentidos y es una travesía tremenda. La verdad es que el flamenco y la danza es un mundo muy complicado, y la crisis ha reventado muchas costuras”, añade.

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