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Fernando Pérez espera retratar en diez años una Cuba que mantiene sus valores

Fernando Pérez espera retratar en diez años una Cuba que mantiene sus valores

EFE

Berlín —

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El realizador cubano Fernando Pérez se despide hoy de la Berlinale, donde ha presentado “Últimos días en La Habana”, una historia de una amistad inusual y al tiempo una declaración de amor a la capital cubana y a sus habitantes, que el cineasta quisiera poder volver a retratar dentro de diez años.

El filme narra la historia de “una amistad entre dos personajes muy distintos por su actitud ante la vida”, que los une mucho más allá de sus diferencias, explica Pérez en entrevista con Efe.

El director subraya la importancia de la ubicación de los protagonistas en un contexto que considera “la parte más representativa” de La Habana, “la más popular”.

Quería retratar esa parte de su ciudad “donde la gente sobrevive, con precariedades”, donde los personajes se enfrentan a una situación “dura y difícil”, pero siempre “con la posibilidad de ser positivos y de tener una sonrisa”, explica.

“No es la solución, pero sí es una manera positiva de enfrentar esa sobrevivencia, muy característica del cubano de hoy”, dice el realizador, que destaca cómo allí “todo convive sin juicios, sin juicios que a veces en otros contextos se convierten en juicios de restricción, de desaprobación, de camisas de fuerza”.

En ese entorno, asegura, es donde está “la dinámica y el termómetro de la sociedad cubana hoy”.

La cinta, coproducida entre Cuba y España, gira en torno a las figuras de Diego y Miguel, que comparten un modesto apartamento en Centro Habana, sin agua corriente ni ningún tipo de confort.

Miguel se gana unos pesos lavando platos y se ocupa, junto a los vecinos y la familia, de Diego, cuyas complicaciones derivadas del sida lo mantienen postrado en la cama.

Diego intenta mantenerse optimista y con ganas de vivir, mientras Miguel se encierra cada vez más en sí mismo.

El realizador rodó en 2003 “Suite Habana”, un documental que muestra la vida de lugares como los que retrata ahora, década y media después, en “Últimos días en La Habana”.

“Yo siento que los personajes siguen siendo los mismos. Lo que las actitudes ante la realidad han cambiado, se han hecho más duras, más violentas, menos comprometidas” que en el documental anterior, señala.

No sabe qué va a pasar dentro de diez años, pero le gustaría estar allí para poder filmarlo y también saber interpretarlo.

“En el orden personal, yo, como Fernando Pérez y como cubano, sí quisiera una Cuba donde realmente los problemas económicos, las infraestructuras sociales, mejoraran. Tiene que haber cambios necesarios, porque la economía cubana ha tocado fondo”, afirma.

Pero también desea “que esas nuevas inversiones, esos nuevos cambios, no traigan un cambio de otros valores espirituales” que el cubano debería mantener.

Pérez explica que un enfoque que a él siempre le interesa, al menos en sus películas, es “ver cómo los grandes acontecimientos políticos que se cuentan en la prensa, en la historia, etc. a veces no reflejan los pequeños dramas individuales”.

“Todas esas decisiones de alta política han creado muchos dramas individuales a lo largo del diferendo de Cuba y Estados Unidos que no se han contado, y bueno, para eso está el cine”, afirma.

Se refiere así a dramas recientes como el vivido por quienes ya no se han podido acoger a la política de pies secos/pies mojados que durante años “había marcado, por una decisión política, un privilegio a los inmigrantes cubanos” respecto a los de otros países de América Latina, “no justificable desde el punto de vista de la justicia”.

No obstante, el fin de esa política ha generado “situaciones muy dramáticas para algunos cubanos”, que habían “cifrado su destino al sueño americano”, habían vendido sus propiedades para emigrar “pensando que iban a tener las puertas abiertas (en EEUU) y, de pronto, se han quedado en la nada”, señala.

Para Pérez, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca “es la circunstancia” y el verdadero problema es que ha llegado al poder “porque hay evidentemente una crisis del sistema político norteamericano” que el cineasta espera “no se convierta en una crisis global”.

“Ojalá yo pueda vivir que ya la era Trunp no exista”, dice.

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