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Gina Wynbrandt transforma patetismo y autocompasión en bomba de humor gráfico

EFE

Barcelona —

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Las historias de la joven ilustradora Gina Wynbrandt no ocultan que beben de la cultura popular más intrascendente, revistas de adolescentes, redes sociales, sexo digital, Justin Bieber... piezas con las que compone “Que alguien se acueste conmigo”, una bomba de un humor gráfico desvergonzado.

La autora, que estos días está en el Salón del Cómic de Barcelona para firmar ejemplares de esta compilación de cinco historias (publicadas por Reservoir Books), reconoce en una entrevista con Efe que, a sus 26 años, es una postadolescente adicta a internet, al maquillaje y a los chicos, con los que dice no tener mucho éxito.

Puede que con el sexo opuesto no triunfe tanto como le gustaría, pero la forma en que esta joven de Chicago cuenta hasta dónde es capaz de rebajarse para poder ligar, sin omitir su nivel de obsesión por las bandas de quinceañeros lampiños u otros vicios -que el resto de la humanidad tendemos a ocultar- resulta hilarante, una sinceridad y una frescura en la narración que desarman cualquier tipo de denuncia por un posible delito de procacidad.

“Mis dibujos son fruto de una cuestión terapéutica, una manera de equilibrar esos sentimientos y reconciliarlos; me di cuenta de que si le daba la vuelta a todo como una farsa y me reía de mí misma sería capaz de asumirlo; ésa es la fórmula, fijarme en algo humillante y transformarlo, que me haga reír a mí y espero que a otra gente”, asegura.

Porque otro de los defectos (o de las virtudes, según se mire) de Wynbrandt es su exhibicionismo emocional, a pesar de que sus historias revelan que estamos ante una autora a la que no le gusta salir mucho de su habitación y que prefiere dedicarse a hojear las revistas donde se exhibe el clan Kardashian y otras “socialités” o a ver capítulos de Pikachu y Sailor Moon.

“Si fuera una autobiografía al uso sería toda muy aburrida: ”mira ya está viendo otra vez la televisión o internet o ya está otra vez masturbándose“, dirían los lectores. Lo que hago es escribir una especie de versión divertida de mi vida, porque la real es poco satisfactoria”, confiesa.

Las fuentes de inspiración las busca, no obstante, en la vida real. “Me sitúo a mí misma en situaciones imaginarias, pero el personaje soy yo, alguien con una hermana de 13 años que es la que me empezó a hablar de Justin Bieber y con el que me obsesioné”, comenta acerca del cantante canadiense, que ya no le gusta tanto desde que se ha puesto “más cachas”.

Tampoco ha buscado en otros autores de cómics. “No soy mucho de leer cómics, sólo algunos autoeditados de tipo underground. Prefiero ver la tele a tener que usar el cerebro y leer”, se ríe.

“Que alguien se acueste conmigo” se presenta cromáticamente en una gama de tonos rosas, empalagoso pero sin engañar a nadie, porque ya en la portada, Gina se dibuja en una ropa interior que no oculta sus kilos de más, mirando directamente al lector mientras se come un polo, voluptuosamente, una sensualidad “sintética” dice, falsa como algunas relaciones conseguidas a través de internet.

A pesar de que se muestra como una chica fácil en sus cómics, Gina no cree que intimide a los hombres, pero tampoco le ha hecho aumentar los nombres de su agenda, como sueña en sus páginas esta Esther del siglo XXI.

“Los hombres no están respondiendo como querría: proponiéndome sexo, pero espero que con el segundo volumen sí lo consiga. Estoy encantada de haber conseguido más amigas gracias a este libro, pero no era el objetivo...”, se queja medio en broma, medio en serio.

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