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“¡Gracias jefe!” recurre a la gran pantalla para ilustrar la lucha de clases

"¡Gracias jefe!" recurre a la gran pantalla para ilustrar la lucha de clases

EFE

París —

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A modo de alegato contra el capitalismo y de reflejo de los efectos de la deslocalización, la comedia documental “¡Gracias jefe!”, del francés François Ruffin, lleva mañana a las salas españolas una historia que, sin ánimo didáctico, pone sobre la mesa las claves de la globalización.

La historia real de la familia Klur y de su particular cruzada contra Bernard Arnault, máximo exponente del imperio del lujo LVMH, llega precedida de su éxito en Francia, donde más de medio millón de espectadores la han respaldado.

Despedidos tras el cierre de una filial de LVMH en el norte francés y al borde de la miseria y del desahucio desde entonces, los Klur, empujados por Ruffin, se proponen reclamarle a su antiguo jefe una indemnización y un nuevo empleo en el seno de su conglomerado.

Para sorpresa de los implicados en esa batalla, lo consiguen: “Fue una enorme satisfacción”, explica en entrevista con Efe el director, uno de los instigadores del movimiento de los indignados franceses “Nuit Debout” (Noche en pie).

La amenaza de difundir su caso a través de la revista militante de izquierdas Fakir, fundada por Ruffin, fue el trampolín que sirvió para cerrar la historia, en un momento en que la reputación de Arnault ya estaba tocada por transferir parte de su fortuna a Bélgica para pagar menos impuestos y por solicitar la nacionalidad belga.

Ruffin optó por LVMH en su cinta porque por su trabajo como periodista conocía la firma y a los afectados por el cierre de algunas de sus fábricas, pero habría valido en su lugar cualquier otra gran empresa o fortuna, afirma.

“Arnault es el hombre más rico de Francia, la encarnación de la oligarquía, pero en España se podría haber hecho con Zara y Amancio Ortega”, sostiene el director, que defiende que las deslocalizaciones no son consecuencia de las crisis económicas, sino “una opción política”.

La globalización, añade Ruffin, se ve hoy en la firma del tratado de libre comercio entre la UE y Canadá (CETA), mañana en el que aún se negocia con EEUU (TTIP), y anteriormente en todos los acuerdos sobre textil o agroalimentación que permiten y han permitido llevar la producción “allá donde haya tasas fiscales más bajas”.

Ruffin, que habitualmente usa las páginas de su revista para denunciar esas derivas, vio en el documental una nueva herramienta, “más popular”, con la que a través de un relato cuyo primer objetivo es divertir a la gente se mostrara igualmente que “los pobres no son pobres por casualidad”.

“La lucha de clases existe, es un hecho. (...) Nosotros de momento estamos débiles, pero la historia aún no ha terminado”, subraya quien ya ha sido calificado como el Michael Moore francés, un apodo del que no rehuye.

El contraataque de los desfavorecidos, en su opinión, no debe apostar por una única estrategia: ni solo la contestación pública, cuya falta de liderazgo, como sucedió con “Nuit Debout”, puede acabar con el ímpetu social, ni dejar el poder exclusivamente en manos de las agrupaciones políticas.

“Ambos se necesitan”, reconoce Ruffin, que asume la subjetividad del enfoque de su cinta y la elección voluntaria de no sacar en la misma a ningún experto que aportara “lecciones”, sino de apelar a las conciencias a través de la empatía.

Su ataque directo y burlesco al clan Arnault no le ha valido ninguna represalia, ni a él ni al matrimonio Klur: “Con mucha inteligencia, no ha reaccionado. Ha dicho que no lo ha visto, aunque sabemos que es falso”, concluye el director.

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