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Del “Granma” al exilio, el guerrillero cubano que le dijo “vas mal” a Fidel

Del "Granma" al exilio, el guerrillero cubano que le dijo "vas mal" a Fidel

EFE

Bogotá —

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Para Fidel Castro, César Gómez ya era “El Viejo” cuando se embarcaron juntos en el yate “Granma” camino a derrocar la dictadura de Fulgencio Batista, pero cuando el guerrillero cubano vio como su líder llevaba la Revolución hacia otra tiranía optó por el exilio.

Casi centenario, Gómez, instalado hace más de cinco décadas en Colombia, donde recibe a Efe, es un liberal de los de antaño, de los que habla con pasión y sin tapujos de la necesidad de luchar por la libertad y la independencia de su isla.

Cuenta con pasión cómo formó parte de la Revolución Cubana y se niega a considerarse anticastrista hoy -“lo anti está pasado de moda”-, principalmente por una lealtad que se filtra en cada palabra que pronuncia y por respeto a los que cayeron en combate.

Sin embargo no duda al condenar la deriva dictatorial del castrismo: “Nosotros no teníamos caudillo, teníamos líderes y él se convirtió en un caudillo. Ahí es donde el egocentrismo y la ambición personal me separan, no de la Revolución, sino de Fidel porque yo sigo pensando en la Revolución y sigo sintiendo la independencia y la libertad de Cuba”.

Gómez se salió de la rueda de Camilo Cienfuegos y su “vas bien, Fidel” que sigue grabado en la Plaza de la Revolución y que repiten los castristas hasta en las canciones de Carlos Puebla.

“Murieron muchos compañeros y ahora si fracasa la Revolución han sido muertos inútiles, hay que venerar y hay que respetar a los que cayeron y murieron luchando por esta revolución, hay que salvar la Revolución”, dice Gómez, de cabello escaso y canoso y ojos claros.

Su vida y su lucha la plasmó Óscar Vela en el libro “Náufragos en tierra” (Alfaguara) en la que el relato de Gómez se lee tan lúcido como se le escucha de su propia voz, una voz dura, grave y que no se quiebra cuando recuerda los momentos en que estuvo cerca de ser asesinado por la dictadura de Batista.

A sus 99 años (y medio) Gómez lee a diario la prensa y responde con claridad, aunque en ocasiones la capacidad de síntesis de una vida tan larga no sea fácil.

Por eso antes de contar cómo se embarcó en el “Granma” en 1956 resume su activismo durante los 40 y 50 y concluye que se subió al yate “no solamente por mi merecimiento revolucionario, sino porque estaba asilado en México”.

Se había ganado por mérito propio formar parte de la expedición de 82 hombres por su activismo, su lucha y su “relación antigua” con Fidel Castro.

Poco pudo hacer al llegar ya que tras el primer conato de combate fue encarcelado y sólo le liberaron cuando el Movimiento 26 de julio llegó al poder.

Junto a él se embarcaron figuras que han quedado para la historia y que parece que cobran vida y le visitan en la sala de su casa cuando les recuerda.

Son personajes históricos como el “Che” Guevara: “Un tipo estoico, con un asma terrible que en la montañas, con un frío terrible y por la noche, tenía la obligación de caminar y de enseñar al grupo” a hacer largas marchas nocturnas.

Sin embargo, advierte que es mejor “no escarbar” en la figura de un héroe plasmado en miles de camisetas y que “en su juventud luchó para apoyar las ideas y el Gobierno de (Juan Domingo) Perón”.

Gómez calla y no entra en más detalles, tal vez recuerde algún episodio que enturbie el mito de su compañero de armas, pero prefiere no verbalizarlo. Es la lealtad del combatiente.

Más elocuente es al recordar a su líder: “Fidel era carismático, un hombre joven, alto, buen mozo, con buena expresión”.

Parece que tiene una mezcla de sentimientos con el dictador de la isla, el líder revolucionario devenido en tirano que les guió a la victoria y luego le forzó al exilio.

Otra imagen tiene de Raúl Castro que “sólo era hermano de Fidel, para muchos solamente 'Raulito' (...) un hombre que tenía una historia como estudiante pero que nunca se graduó”.

“Pero del mundo totalmente comunista”, critica Gómez mientras recuerda que la Revolución no buscaba cambiar al águila estadounidense por el oso soviético.

A Raúl Castro le culpa en buena medida de la deriva de la Revolución que terminó convirtiendo la isla caribeña en un símbolo del comunismo latinoamericano.

Llegados al poder, considera que los revolucionarios debieron “pensar más en Cuba”, ser “menos orgullosos” y “menos ambiciosos de gloria”.

Sin embargo, bien entrado en el siglo XXI con Raúl Castro a punto de ceder el poder pide no seguir pensando en “tumbar” a los hermanos, sino en el futuro de una isla en la que la industria y el desarrollo no han arraigado.

“Los revolucionarios cubanos éramos heroicos, líricos, la Cuba maravillosa de música, valientes, pero cuando hizo falta gobernar a Cuba, ¿qué pasó?”, dice Gómez.

Con la melancolía de aquel al que derrota le llegó inesperada tras la victoria, se despide con esa pregunta y la certeza de que el camino que le queda a su Cuba natal es todavía espinoso.

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