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Un Holi por adelantado con golpes de vara y mucho color en la India

Un Holi por adelantado con golpes de vara y mucho color en la India

EFE

Barsana (India) —

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En medio de un ambiente festivo lleno de colores, música y bailes, un grupo de mujeres indias alzan sus largas varas de madera para golpear a los hombres del pueblo rival, que se protegen como pueden tras sus escudos, en una celebración especial y adelantada del tradicional Holi de la India.

Es el “Lathmar” Holi (literalmente “golpear con palos”), una variante del popular festival hindú de los colores que se celebra durante este fin de semana en dos pequeñas aldeas del estado de Uttar Pradesh, en el norte del país.

La fiesta, que comenzó el sábado en Barsana para continuar el domingo en el pueblo vecino de Nandgaon, atrae a miles de personas que se lanzan toneladas de polvos de colores, conocidos como “gulal”, al grito de “¡feliz Holi!”, una semana antes que el resto de los indios celebren Holi.

“Los hombres de Nandgaon vienen a jugar al Holi con las 'gopis' (pastoras) de Barsana, como lord Krishna con Radha”, cuenta a Efe uno de los responsables del principal templo hindú de la localidad, sentado en el altar mayor.

Según esta leyenda, el dios Krishna, siempre joven y travieso, fue desde Nandgaon a visitar a su amada Radha, que vivía en Barsana, cargado de polvos de colores.

Allí, ante la insistencia de sus provocaciones, Radha y sus amigas lo acabaron echando del pueblo a base de varazos.

Desde primera hora de la mañana, un reguero de gente abarrota las estrechas calles de Barsana con su munición preparada para pintar las caras de todo aquel que se ponga en su camino.

Los comerciantes de la zona no dejan de vender saquitos multicolor, mientras los más jóvenes echan mano de pistolas y cubos de agua para empapar a los más descuidados.

La muchedumbre sube y baja constantemente las escaleras que llevan al templo de Radha Rani, donde los festejos toman su punto más apoteósico: allí, ante el altar mayor, una cortina tapa y destapa la imagen de Krishna, al que los asistentes intentan alcanzar con sus polvos de colores.

Otros más devotos se lanzan al suelo y se revuelcan en “gulal” formulando sus plegarias para el dios hindú, sin importarles lo sucia que quede su ropa.

En el patio de entrada al templo, centenares de personas juegan, cantan y bailan distintos ritmos indios, algunas de ellas demasiado desinhibidas después de consumir “bhang”, una bebida hecha principalmente con leche y cannabis, típica de este festival.

Pasado el mediodía, los hombres de Nandgaon llegan a Barsana vestidos con turbantes naranjas y con sus escudos preparados, y suben al templo formando filas entre los asistentes, que les llenan de agua y “gulal”.

Tras concluir sus rezos a Krishna, los “invasores” bajan al pueblo y es entonces cuando las mujeres locales, cubiertas con largos velos que les tapan la cara, preparan sus palos de madera para golpear con fuerza y “expulsar” a los visitantes que van a conquistarlas.

“Es la tradición (...) Lo hacían mis abuelos, mis padres y ahora nosotros desde pequeños”, indica a Efe el joven Rajat, de 24 años y procedente de Nandgaon, con su escudo preparado, justo antes de bajar las escaleras y recibir su “castigo”.

A la cita tampoco faltan decenas de turistas extranjeros que se atreven a desafiar a los indios con sus cámaras, perfectamente protegidas con bolsas de basura y plásticos para evitar estropearlas, con objeto de inmortalizar tal curiosa y colorida estampa.

Entre ellos, un grupo de amigos venidos desde Madrid en un viaje fotográfico y cuya primera parada es este “auténtico” festival.

“Teníamos vacaciones para la feria de abril y las hemos anulado para venir a la feria del Holi”, asegura a Efe Paco, empapado hasta arriba después de que un niño le tirara un cubo de agua desde el balcón.

Cuando el sol comienza a caer, los miles de personas que el sábado se acercaron a Barsana se retiran del pueblo, exhaustos y con todas las ropas manchadas, pero todavía con fuerzas para la “batalla” que al día siguiente se celebra en la localidad vecina.

Ahora las tornas se cambian y serán las mujeres de Nandgaon las que golpeen con sus varas a sus rivales, entre una nueva explosión de polvos de colores, música y diversión.

Javier Martínez Candela

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