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Jonás Trueba: Romanticismo es fundir el cine y la vida sin ser pretencioso

Jonás Trueba: Romanticismo es fundir el cine y la vida sin ser pretencioso

EFE

Madrid —

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Último eslabón de una estirpe de cineastas, Jonás Trueba (Madrid, 1981) sigue explorando, en los márgenes de la industria, las virtudes de un cine “sencillo” y “sutil”. Su tercer largometraje, “Los exiliados románticos”, llega a las salas el 11 de septiembre, tras una gira de presentación en cines de verano.

Se trata de una “road movie” rodada en apenas diez días y escaso presupuesto con su equipo artístico y técnico habitual, que se detiene en París, Toulouse y Annecy, destinos históricos del exilio español, y en la que tres amigos van al encuentro de amores idílicos y efímeros.

Dice el pequeño de los Trueba -hijo de Fernando, sobrino de David- que el término “romanticismo” estaba un poco devaluado y que por qué no hacer justicia con la idea de los inicios del movimiento en Alemania.

“Romanticismo es poder crear con amor, hacer las cosas con honestidad, sin cinismo, es fundir el cine y la vida, sin que sea algo pretencioso sino natural”, apunta en una entrevista con Efe.

La música y los problemas de indefinición de una generación, que ya orbitaron alrededor de su debut, “Todas las canciones hablan de mi” (2010), vuelven a estar presentes en “Los exiliados románticos”, que cuenta con las canciones de Miren Iza, o sea, Tulsa.

“Las letras y las canciones de Tulsa fueron el gran motor de esta película, además de mis amigos. Tenerla a ella en el rodaje y que formara parte del espíritu del viaje ha permitido que la música naciera de dentro, en lugar de ser añadida después”, explica.

Encuentros y desencuentros entre hombres y mujeres, preguntas sobre la emigración (o exilio) forzosa de los jóvenes y no tan jóvenes, el retraso de la maternidad o la búsqueda de una vocación son cuestiones que surgen en el camino, siempre con las risas y la complicidad de la amistad presentes.

“No se trataba de contar una gran historia de amor, sino de relaciones más intuidas que vividas. Quería hablar de esas cosas más frágiles y sutiles, de personajes en busca de algo que no está muy claro, de relaciones entre hombres y mujeres que no se definen del todo. Son sensaciones, más que historias”, afirma Trueba.

“Para mí, sobre todo es una película sobre la amistad, tiene algo de 'Stand by me'”, añade. “Cuando observas la amistad entre otros, a menudo son códigos, frases o chistes que se repiten y que les siguen haciendo gracia mucho tiempo después. Lo mejor es que aquí se reían de verdad”.

Sin un guión cerrado y con la colaboración de sus fieles -Francesco Carril, Vito Sanz, Luis E.Parés y otros-, la película exuda naturalidad y emoción de principio a fin.

“Había un guión hablado que fuimos ajustando por el camino, pero sentíamos que podíamos dar un bandazo en cualquier momento. Mi papel era dar sentido y forma a todo, pero muy consciente del trabajo en equipo”, subraya el autor de “Los ilusos”.

Tampoco faltan las referencias literarias y esta vez hay sobre todo un libro, “Las pequeñas virtudes”, de Natalia Ginzburg, que ha sido determinante.

“Habla de las cosas sencillas de la vida. Cualquier libro que cojas de ella es muy emocionante. Este es muy autobiográfico, casi como un manual para la vida, es bonito y tiene algo muy puro y verdadero”, asegura.

Es Ginzburg quien habla de la vocación y de cómo los que la pierden corren el riesgo de agarrarse a sus hijos “como un flotador”.

“En mi familia ha sido así”, precisa. “El amor por el cine no se me ha impuesto, estaba ahí. Cuando he crecido, eso me ha dado mucho que pensar, el privilegio que he tenido al respirar un ambiente, no ya de creatividad, sino del respeto y la tranquilidad de un oficio, en este caso el cine, pero podría haber sido hacer pan”.

Por Magdalena Tsanis.

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