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Justo Navarro sitúa en 1963 el origen de “la sociedad de vigilancia electrónica”

Justo Navarro sitúa en 1963 el origen de "la sociedad de vigilancia electrónica"

EFE

Barcelona —

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El escritor Justo Navarro sitúa en 1963 el origen de “la sociedad de vigilancia electrónica” que vivimos hoy en su nueva novela, “Gran Granada”, un libro que supone su vuelta a la novela negra, en el que retrata nuevamente la España gris del franquismo.

Hace veintiún años, Justo Navarro publicó una novela que la crítica aplaudió como excepcional, negra y maldita, “La casa del padre”, situada en los años de la Segunda Guerra Mundial y ahora el autor granadino vuelve al mismo mundo, por el que también han pasado veintiún años: ya es 1963, y “la vida y la muerte se han modernizado”.

En “Gran Granada” (Anagrama), Navarro ofrece al lector una historia motivada por “un chantaje, con un trasfondo amoroso, y una sucesión de asesinatos, a los que se enfrenta, en vísperas de la visita de Franco, un viejo comisario de policía que desde el principio descarta que se traten de suicidios”.

Preguntado por el año en que sitúa la trama, Justo Navarro (Granada, 1953) se justifica: “Es un año importante para mí en lo personal, porque supuso el final de mi infancia y el inicio de la adolescencia; y porque en ese año situaría el origen de la sociedad de vigilancia electrónica que estamos viviendo hoy”.

La novela, añade, gira en torno a “la vigilancia a través de micrófonos, de cámaras ocultas”, que comienza en los años 60, cuando “se impone el uso masivo del teléfono, de la televisión y parece como si se nos avisara ya de la sociedad vigilante en la que íbamos a vivir ahora mismo”.

“Todo el mundo debería llevar un teléfono consigo como un grillete, como una pulsera”, señala el protagonista, el comisario Polo, en un momento de la novela; “y eso es lo que está pasando ahora”, repone Navarro.

En el fondo, Navarro anticipa nuestro presente como en su anterior “La casa del padre”, “habla de nuestro pasado para tratar de nuestro presente”.

Polo, un policía octogenario en 1963, ingeniero de comunicaciones, es, a decir de Navarro, “un visionario que anticipa la transición del estado policial a la sociedad policial”.

Piensa Navarro que Polo es “moralmente un hombre de bien, de orden, consciente de su poder y un excelente servidor del Estado, que habría sido un magnífico policía en cualquier sistema político”.

Como ya hiciera George Orwell en “1984”, en “Gran Granada” comenzamos a tener una pantalla que no sólo da imágenes sino que también las capta.

Navarro asiste con horror a la expansión actual de las redes sociales: “Me parece horripilante la situación actual con tanta gente sacando fotografías, que alumbra una sociedad en la que todos son policías. Si antes un policía recurría a la tortura para obtener información, hoy simplemente mira las páginas de Facebook”.

El autor sitúa además la trama argumental en ese año, porque hubo unas grandes inundaciones en Granada, que motivaron incluso la visita del Caudillo y su séquito y que supusieron “la regeneración económica de la ciudad, porque impulsaron el desarrollo de una industria inmobiliaria que sustituyó a la economía basada en la agricultura, la Azucarera y el tabaco”.

“Gran Granada” se estructura alrededor de tres nudos temáticos: la contradicción entre orden y ley, que lleva a la policía a un mayor esfuerzo en ocultar los crímenes ante la visita de Franco que en investigarlos; la hipocresía de separar la vida pública de la privada, que se rompe con la aparición de la tecnología doméstica; y el nudo amoroso“.

“Gran Granada”, título que alude a las élites locales integradas sólo por hombres, del clero, de la policía, del ejército, aprovecha las convenciones del género negro para ofrecer un “retrato social” de “una gran ciudad en un momento histórico”.

La novela negra, continúa, es “un género impersonal que sirve para recordar un mundo personal”.

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