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Katiuska da un toque burlón y de glamour a la lucha de clases

Katiuska da un toque burlón y de glamour a la lucha de clases

EFE

Valencia —

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La versión de la zarzuela Katiuska, del compositor Pablo Sorozábal, que hoy se ha escenificado en el Palau de les Arts de Valencia ha dado un toque burlón a la lucha de clases, a la que se ha revestido también de un glamour con reminiscencias cinematográficas.

Con dirección musical de Cristóbal Soler y con Emilio Sagi como responsable de la dirección de escena, el desarrollo de la acción, situada en la Rusia de la revolución bolchevique pero con lectura hollywoodiense, no ha podido sustraerse a algunas comparaciones con situaciones de la actualidad española e internacional.

La escena inicial con el coro de la Generalitat cantando “Todo el camino”, con una parte del pueblo huyendo de los comunistas, establecía ciertos paralelismos con la crisis de refugiados de Siria intentando llegar a los países de la Europa Central.

Con una Cataluña dividida actualmente por el desafío independentista y por los numerosos casos de corrupción política, la figura cómica del comercial catalán Amadeo Pich intentando por todos los medios cobrar “la factureta” nos retrotraía a la comisión del 3% y a las reivindicaciones de mayor financiación planteadas por la Generalitat de Artur Mas.

El montaje de esta zarzuela representado en Valencia es una coproducción del Teatro Arriaga de Bilbao, el Campoamor de Oviedo y el Calderón de Valladolid que ha permitido que una obra representativa del llamado género chico, como es Katiuska, acceda con bastantes honores a la sala principal del Palau de les Arts, aunque sea en pretemporada y sin llenar todo el aforo, a pesar de los bajos precios (la entrada más cara era de 50 euros).

El público, con una media de edad sensiblemente mayor a la que se vio hace unas semanas en La Bohème, demostró ser un agradecido seguidor de la zarzuela y algunos de ellos no pudieron evitar entonar, en voz muy baja eso sí, el inicio de alguna de las romanzas más conocidas de esta obra.

Cristóbal Soler, director del Teatro Lírico de la Zarzuela, dirigió con especial eficacia a la Orquestra de la Comunitat Valenciana, ya que le dio flexibilidad para pasar de la vitalidad de las canciones y marchas de la tradición rusa a la sensibilidad de los temas de amor entre los dos protagonistas.

La soprano Maite Alberola interpretó una Katiuska algo distante pero con una gran solvencia, que quedó plasmada en el sentimiento con el que abordó sus romanzas “Vivía sola” y “Noche hermosa”.

El barítono Manuel Lanza (Pedro Stakof) se debatió entre la obediencia a la revolución comunista y el amor por Katiuska, una descendiente del zar, mientras que Javier Agulló cumplió también con creces en su papel de Príncipe Sergio.

Efectivos fueron los papeles con tintes cómicos encarnados por Sandra Ferrández (Olga), Itxaro Mentxaka (Tatiana), José Enrique Requena (Boni) y Boro Giner (el comercial catalán Amadeo Pich).

Los tres primeros, junto a David Rubiera (Bruno Brunovich), estuvieron picantones y desenfadados en el vals “Rusita, rusa divina”.

También resultó plásticamente atractivo el fox-trot del terceto cómico “A parís me voy”, mientras que la marcha de “Los cosacos de Kazán” resultó algo más rutinaria.

La escenografía (un plano inclinado enmarcado por una moldura dorada) transmitía el declive de la monarquía zarista, al tiempo que servía de contrapunto a la anarquía y caos revolucionario que transmitían los objetos viejos y amontonados de la parte delantera del escenario.

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