Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Noticia de agencia

Noticia servida automáticamente por la Agencia EFE

Esta información es un teletipo de la Agencia EFE y se publica en nuestra web de manera automática como parte del servicio que nos ofrece esta agencia de noticias. No ha sido editado ni titulado por un periodista de eldiario.es.

MGMT conduce al público chileno hacia un universo de ritmo y psicodelia

MGMT conduce al público chileno hacia un universo de ritmo y psicodelia

EFE

Santiago de Chile —

0

A paso relajado y con voces inquietantes emprendió anoche MGMT su viaje ecléctico de coordenadas psicodélicas que propulsaron al público de Santiago de Chile hacia un mundo desconocido.

El Teatro Caupolicán fue el escenario escogido por la banda estadounidense para su concierto en la capital chilena, donde dejaron claro que ya se encuentran a años luz de sus primeros éxitos de indie pop pegadizos, que les impulsaron a la fama.

El grupo encabezado por Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser ofreció una actuación calmada y meticulosa que invocó la música de los tardíos años sesenta con una buena dosis de psicodelia.

Los primeros temas de la noche fijaron el tono que tomaría todo el concierto, en el que la atmósfera densa de su último trabajo homónimo sólo se vio alterada por el contrapunto de hits como “Weekend wars”, “Electric feel” , “Time to pretend” o el colorido “Kids”.

Con su tercer y último disco de estudio, “MGMT” (2013), la banda retoma el camino emprendido con su segundo trabajo “Congratulations” (2010) -más experimental- y se aleja definitivamente de los himnos bailables que durante tanto tiempo inundaron radios y festivales.

Su sesión de sonidos delirantes, con canciones sin estribillos y repeticiones al estilo de los mantras, dejó a las más de 4.000 almas del Caupolicán hipnotizadas, como sumidas en un sueño del que no querían despertar.

Las formas sinuosas de colores estridentes y paisajes oníricos proyectados en una enorme pantalla colocada como telón de fondo, acusaron el hechizo musical.

Como el estilo del grupo, el heterogéneo público del Caupolicán -más adentrado en los treinta que adolescente-, también mostraba una evolución, substituyendo el escándalo de los fans por una audiencia menos llamativa y más implicada.

Nacido como dúo en la ciudad estadounidense de Connecticut, la formación, que ya tiene tres álbumes a sus espaldas, encabezó la lista de éxitos internacionales tras el lanzamiento de su primer trabajo “Oracular Spectacular” en 2007.

Su cambio de rumbo ya se apreciaba en “Congratulations”, su segundo trabajo publicado en 2010; sin embargo, no fue hasta la primavera de 2012, con la presentación de su último álbum, que su viraje hacia lo experimental quedó ratificado.

Esta transformación no ha sido bien recibida por toda la critica, que observa contrariada la orientación del dúo hacia universos más oscuros, desprovistos de parajes de radiante vitalidad.

Un vigor que también parece haberse desvanecido de sus directos, en los que VanWyngarden tocó circunstancialmente de espaldas al público, como ensimismado.

“No es tristeza, sino melancolía”, respondía el vocalista principal en una entrevista al ser preguntado por el estado letárgico en el que se le ha visto actuar durante su última gira.

La razón probablemente sea que el éxito del primer álbum les superó, de tal manera, que el dúo ahora prefiere mirar hacia adentro y reencontrar la esencia que les empujó a debutar en los escenarios.

Y con la intensidad de un público como el que esta noche recibió con un griterío ensordecedor a la formación encabezada por un Andrew VanWyngarden de melena despeinada y aires de poeta maldito.

Los destellos de la monumental pantalla eclipsaron los primeros minutos del concierto, que empezó con el sosegado “Alien Days” y que vibró con antiguos temas como “The Youth”, “Time to pretend” y “Of moons, birds and monsters”.

Con “Introspection”, su versión de la canción “Faine Jaide” de 1968, la banda inauguró una segunda parte del concierto protagonizada por una larga concatenación de los temas más introspectivos de su último trabajo.

Un juego con una cámara GoPro, con la que el grupo hizo partícipe al público, alivió la densidad de la atmósfera combinando en la pantalla imágenes en directo del público con recreaciones digitales, cual calidoscopio.

Tras “Kids”, quizás el tema más celebrado de todo el concierto, la banda inició su marcha con “Congratulations”, una de las canciones de su segundo disco, seguida de la balada “Pieces of What”.

El grupo optó por despedirse del escenario con “Brian Eno”, una de sus canciones más rápidas y vividas, que definitivamente despertó al público chileno del hechizo somnoliento y lo dejó con más ganas de fiesta.

Con el concierto del Caupolicán, MGMT asentó las nuevas coordenadas psicodélicas de su viaje, que les alejan de los himnos anuales, pero los propulsan hacia universos desconocidos a los que el público chileno está decidido a acompañarles.

Júlia Talarn Rabascall

Etiquetas
stats