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Marcha en el Jazzaldia

Marcha en el Jazzaldia

EFE

San Sebastián —

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Tras las intensas y extraordinarias las jornadas de saxo vividas en las primeras jornadas del Festival de Jazz de San Sebastián, este lunes ha llegado el contrapunto con la sesión de la plaza de la Trinidad, en que la brass band Lucky Chops y la cantante Macy Gray han ofrecido diversión y marcha.

Todo ello después del concierto de Herbie Hancock en el auditorio del Kursaal, que ha dejado al público al borde del baile con el repaso que ha hecho a algunos de sus viejos y refundados temas.

Lucky Chops lo forman Joshua Holcomb (trombón) Daro Behroozi (saxo tenor) Joshua Gawel (trompeta) Raphael-Brian Buyo (sosusáfono) Charles Sams (batería), cuatro jóvenes neoyorquinos que tocaban en el instituto y después comenzaron a hacerlo en el metro, donde un turista los grabó, los hizo “virales” a través de Youtube y el paso a la fama fue instantáneo.

Tocan muy bien, cuidan lo que hacen, pero mantienen una actitud loca y gamberra que hoy ha alborotado a la audiencia de la Trini desde el mismísimo momento en que han pisado el escenario.

Han pedido al público que se pusiera de pie desde el primer momento. Lo han conseguido con los menos tímidos, que han bailado versiones como “Heart of Glass”, de Blondie, pero cuando ha llegado “I Feel Good”, de James Brown, habían convencido ya hasta el más resistente.

Contagiada o no por el quinteto, la estrella de la noche, Macy Gray, ha aparecido con ganas también de fiesta, ataviada con un vestido de licra negro hasta los pies, una boa de plumas del mismo color y unos buenos tacones.

“Why Didn't You Call Me”, “Do something” y “Lucy” han sido las primeras canciones de la noche de esta mujer de voz sensualmente áspera, que le viene de perlas para interpretar canciones como “Caligula” y “Sweet Baby”.

Ha optado más por títulos de sus primeros discos que de “Stripped”, su último trabajo, y ha dejado claro al público que más importante que el dinero en esta vida es el amor y la libertad.

Esa proclama ha dado paso a “Sexual Revolution” y al momento álgido de la velada, con los Lucky Chops acompañándola. Energía por partida doble y niña sobre el escenario, una donostiarra de no más de siete años que se ha bailado la canción de principio a fin y que se ha llevado de regado, además de un abrazo de la cantante, la boa de plumas negras.

Tras el jolgorio, Gray se ha tomado un descanso y su grupo ha interpretado “What a Wonderful World”, de Louis Armstrong.

La vuelta, con vestido de lentejuelas multicolor, ha sido para interpretar su gran éxito, el “I Try” con el que ganó un Grammy en 1999, encadenado con “Everything's Gonna Be Alrigght” y con el pie del micrófono caso tocando el cielo.

Con la versión de “My Way”, de Frank Sinatra, ha despedido la que con toda la probabilidad será la cita más movida en los escenarios de pago de este 52 Heineken Jazzaldia.

El clima del auditorio del Kursaal ha sido diferente, pero con el gran Herbie Hanckok en plenitud a sus 77 años, que ha imprimido a su actuación ritmo eléctrico, jazz, funky y ecos africanos con la ayuda imprescindible de Vinnie Colaiuta a la batería, James Genus al bajo, Lionel Loueke a la guitarra, y Terrace Martin al saxo y al vocoder.

Martin, polifacético músico, que toca varios instrumentos, canta y compone, es el productor también de nombres muy conocidos, como Kendrick Lamar, Robert Glasper y Kamasi Washington, y ahora también de Hancock, al que parece sentarle muy bien el contacto con la savia nueva.

El pianista, premio Donostiako Jazzaldia de 2006, parece mantener la inquietud intacta y rodeado de estos músicos jóvenes ha rehabilitado para esta sesión temas de los 60 y los 70 que han sonado actuales, como “Come running to me” y “Actual Proof”.

Se han despedido con unas magníficas versiones de títulos también viejos, “Watermelon man”, de su disco de debut, “Takin Off”, de 1962, y “Chameleon”, perteneciente al reconocido “Head Hunter” de 1973.

Han sonado contundentes y compactos. Hankock se ha mostrado dicharachero en las presentaciones y también ha cantado. Y ha dicho adiós con un salto rockero tras tocar las últimas notas en el keytar que llevaba colgado.

Aplausos y aplausos, por su puesto, de un auditorio con el aforo al completo.

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