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Miguel Ríos anticipa en Madrid su epílogo sinfónico “todo a pulmón”

Miguel Ríos anticipa en Madrid su epílogo sinfónico "todo a pulmón"

EFE

Madrid —

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“Te retiras más que Antoñete”, cuenta Miguel Ríos que le espetan entre risas sus amigos, escépticos como el público asistente esta noche al casi epílogo de su gira sinfónica de que este haya sido un retorno tan fugaz y excepcional como asegura el presuntamente jubilado padre del rock en español.

Pionero también de los grandes “shows” en vivo en este país, ha actuado hoy en el WiZink Center, recinto bien conocido y menos dado al oropel que el Palacio de Carlos V de la Alhambra, en el que regrabó junto a la Orquesta Sinfónica de Granada los grandes éxitos que alimentan este tour, o que el Teatro Real, al que acudió en verano.

“Todo a pulmón” y recuperado de la laringitis aguda que le obligó a suspender su concierto en Sevilla (“una sabinada”, ha bromeado), ha exhibido una voz envidiable a sus 74 años, planeando por encima de las maderas, metales y bombos de la Orquesta Universal Music dirigida por Carlos Checa, pero también de las guitarras eléctricas que engalanan este “Symphonic Ríos”.

Acorde con ese ropaje mayúsculo mas no superfluo, en la nómina de invitados de hoy no ha acudido a nombres galácticos y/o en alguna manera impostados, sino a la guardia subterránea del rock en español, los Javier Vargas, Tato Gómez, Carlos Narea o Antonio García de Diego, entre otros, para darse “un chute de buen rollo y compañerismo”.

Ha sido con puntualidad, a partir de las 21 horas, tras dejar que el otro protagonista de la noche, la orquesta, pusiera la velada a punto de ebullición durante los primeros 15 minutos con versiones puramente instrumentales de sus éxitos, para irrumpir entonces sobre las tablas con “Memorias de la carretera”.

“¡Buenas noches, Madrid, qué bien me suena tu nombre!”, ha gritado con el cuentarrevoluciones en pleno acelerón, acompañado de su banda, Los Black Betty Boys, y al ritmo del imprescindible “Bienvenidos”, con el que ha saludado ya a dos generaciones de hijos del rock and roll.

A partir de ahí han comenzado dos horas largas de la penúltima “estacion de placer y rock and roll” de este periplo que es, en sus propias palabras, 'una oportunidad de escuchar un puñado de canciones que han sido BSO de algunas vidas, acompañadas por una magnífica orquesta, defendiendo el mestizaje sin perder su identidad y tocando hasta que el cuerpo aguante“.

Así ha sido ante 6.000 personas que han seguido su espectáculo con la taquilla prácticamente agotada, un aforo un tanto exiguo sin embargo para un espacio enorme que hoy pedía sudor.

Ríos, que ha subrayado el carácter paritario de la formación que lo acompaña “hacia una sociedad más igualitaria, aunque haya quien se resista”, ha despachado temas como un “Directo al corazón” cargado de swing o un “Boabdil el Chico (se va al norte)” preñado de las cuerdas andalusíes de Raúl Rodríguez como primer invitado.

No han faltado “hits” como “No estás sola” o “El blues del autobús” en un concierto en el que ha vuelto a reivindicar a los migrantes con “En la frontera” y que ha justificado el ropaje sinfónico sobre todo en temas como “El río” o la sentida “Todo a pulmón”.

Lo ha vuelto a hacer, tras un pequeño receso para aliviar la próstata“, con ”Antinuclear“ y ”Rock de una noche de verano“, en las que ha exhibido poderío y dureza a partes iguales, en ese esfuerzo por evitar que el repertorio fuese excesivamente baladístico para demostrar, como señaló a Efe, ”que el rock es una música viva que se puede tocar en igualdad de condiciones que la clásica“.

Para los bises, Ríos ha dejado toda una carta de intenciones con forma de “Los viejos rockeros nunca mueren” (“Vuelve hasta Ketama”, ha apuntado con sorna en mitad del corte) y de una “Santa Lucía” tan esperada e inmortal como este granadino que el viernes cerrará en casa la gira, pero probablemente no su andadura.

Javier Herrero

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