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Navid Kermani, un Premio de la Paz a la medida de un Fráncfort político

Navid Kermani, un Premio de la Paz a la medida de un Fráncfort político

EFE

Fráncfort (Alemania) —

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La biografía y la obra polifacética de Navid Kermani, Premio de la Paz de los libreros alemanes 2015, hacen que este escritor germanoiraní parezca hecho a la medida de una Feria de Fráncfort, siempre marcadamente política.

Su condición de hijo de inmigrantes iraníes y de musulmán ilustrado hacen de Kermani -que se define como un “niño de la República Federal de Alemania”- un símbolo de la integración y de la posibilidad de un islam europeo.

En cierto modo, como él mismo dijo hoy en conferencia de prensa, el que le hayan dado por primera vez el Premio de la Paz a alguien que tiene pasaporte alemán e iraní, justo en el año en que Irán ha boicoteado la muestra por la presencia de Salman Rushdie, es una gran paradoja.

Un periodista insiste en el tema y le pregunta si, como musulmán, no se siente ofendido por “Los versos satánicos” de Rushdhie.

“Los que me ofenden son aquellos que asesinan, decapitan y lapidan en nombre del islam”, fue su respuesta.

El diálogo entre el islam y la cultura alemana, entre el islam y el cristianismo, el rechazo al fundamentalismo desde una visión musulmana, la crisis de los refugiados y la defensa de la libertad de expresión son elementos presentes en la obra de este escritor casi imposible de definir por los diversos registros que usa.

“Cuando mi hija tenía dos o tres años y la preguntaron por la profesión de su padre dijo que yo era un 'leseschreiber'”, dijo hoy Kermani en la feria usando un neologismo que se podría traducir por algo así como “leescritor”.

“Acertó. Para mí leer y escribir son igualmente importantes y las dos cosas son parte de mi oficio”, añadió.

Con ese término tal vez pueda definirse al Kermani novelista, autor de obras como “Tu nombre” en la que se desdobla en todas sus identidades, y al Kermani académico, con libros como “Dios es bello”, en el que ofrece una lectura estética del Corán o ensayos sobre temas islámicos, arte cristiano o literatura alemana.

Sin embargo, queda fuera el Kermani reportero y periodista que, cuando recibió la noticia del Premio de la Paz, en lugar de dedicarse a dar entrevistas, decidió hacer la ruta de los Balcanes que hacen los refugiados, con libreta de apuntes en mano, de lo que ha salido una serie de reportajes para la revista Der Spiegel.

Ante ello, las preguntas por el reto de la integración de los refugiados surgen de todas las esquinas.

Kermani dice que será una tarea difícil, no solo por el número de refugiados, sino porque muchos llegan con un nivel de educación bajo, lo que hace la integración más difícil.

Sin embargo, pese a ello, la actitud de la gente en Alemania le genera al escritor cierto optimismo.

“Hay una ola de solidaridad que hace diez años no me hubiera imaginado. En todas partes hay iniciativas ciudadanas a favor de los refugiados. Eso no quiere decir que no haya otras actitudes que me preocupen”, dijo.

Los padres de Kermani llegaron a Alemania en 1959, procedentes de Irán, y se establecieron en Siegen (oeste de Alemania) donde el escritor nació en 1967.

“Mi padre era estudiante de medicina y las razones no fueron directamente políticas, pero en ese momento casi todos los estudiantes estaban de una u otra manera contra el sha y hubo una gran emigración de académicos”, dice el escritor.

En el colegio, en su clase, Kermani era el único niño de origen extranjero lo que muestra como a cambiado la sociedad alemana.

“A la mayoría de los extranjeros (sobre todo hijos de ”Gastarbeiter“ -trabajadores invitados-) los ponían en clases separadas porque creían que algún día iban a marcharse”, recordó.

Preguntado sobre a quién le han dado realmente el premio los libreros, si al joven persa o al muchacho de Siegen, Kermani responde: “Para mi esa no es una dicotomía. Vivo a gusto en ese país, pertenezco a él y asumo toda su historia. Sus crímenes son también mis crímenes”.

“Pero la cultura persa es también parte de mi cultura”, agrega.

Y aunque su idioma literario sea el alemán (“En persa solo puedo escribir e-mails”, dice), la lengua de sus antepasados sigue siendo para él “el idioma de las grandes palabras”.

“Fue el idioma en que me habló mi madre cuando era bebé y también se lo transmito a mis hijas”, concluyó.

Rodrigo Zuleta

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