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Cuando Nueva York empezó a fascinarse por El Greco

Cuando Nueva York empezó a fascinarse por El Greco

EFE

Nueva York —

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En la primera mitad del siglo XX, Nueva York quería ponerse a la altura de Europa como capital de la cultura y muchos de los coleccionistas pusieron su mirada en El Greco, reivindicado por los grandes maestros de la modernidad y a quien la ciudad recuerda ahora en el 400 aniversario de su muerte.

“Éramos una nueva nación construyendo conscientemente nuestros propios museos para ponernos a la altura de los de Europa, a la altura de una civilización occidental”, explicó hoy ante la prensa el comisario de la exposición del museo Metropolitano de Nueva York, Walter Liedtke, un día antes de abrir al público una muestra que se podrá ver hasta el 1 de febrero de 2015.

La construcción de ese patrimonio cultural, aunque pasó por acumular mayoritariamente obras de vanguardia cuando en Europa todavía eran recelosos a aceptar su verdadero valor, también puso la mirada en aquellas obras que la modernidad señalaba como influencia.

Entre ellos, para pintores como Pablo Picasso, Paul Cézanne u Oskar Kokoschka o incluso en poetas como Rainer Maria Rilke, un nombre era recurrente: Doménikos Theotokópoulos, El Greco (1541-1614), cuya itinerante y ambigua existencia pasó de su Grecia natal a Venecia y Roma y, de ahí, a su país de adopción: España.

“En un entorno en el que se llevaban los pintores realistas y más académicos, estos artistas buscaban modelos que se fueran de ese naturalismo”, aseguró Liedtke. Y encontraron un faro en El Greco, rara avis del Renacimiento español con sus cuerpos y rostros espigados y con su puente de inquieta espiritualidad entre lo terrenal y lo celestial.

Hoy Nueva York sacó pecho como la ciudad no española con más acervo del pintor y, entre el museo Metropolitano (con diez obras), la Hispanic Society (seis) y la Frick Collection (tres), reunieron con orgullo obras que ayudan a entender las claves del pintor y su influencia.

Obras que llamaron la atención de coleccionistas y benefactores, como Henry y Louisine Havemeyer, o del fundador de la Hispanic Society, Archer Huntington (también un gran admirador de Joaquín Sorolla), cuando el pintor empezaba a revalorizarse en España.

Entre ellas, cuadros tan relevantes como “Vista sobre Toledo”, que convierte a la ciudad más en un personaje que en un paisaje urbano, o el inacabado “La visión de San Juan”, comprado por Huntington en 1957 y en el que se ven rasgos casi expresionistas y resume una espiritualidad de doble lectura.

“No sabemos cuál era su espiritualidad, pero no cabe deuda de que eran muy convincente como pintor religioso, haciendo retratos de 'La sagrada familia'. Era un hombre que sabía cómo promocionarse a sí mismo y entendemos que surjan dudas sobre su verdadera espiritualidad, porque sabemos que era un gran humanista y un intelectual”, aseguró Liedtke.

El museo Metropolitano también exhibe “El Cardenal Fernando Niño de Guevara”, el cuadro que tanto impresionó a otro maestro del siglo XX, Francis Bacon, y, además, “fue el que sirvió como portada al primer libro escrito sobre el pintor, el que realizó Manuel B. Cossio en 1908”, explicó el comisario.

Según Liedtke, en el arte estadounidense, la influencia del pintor cretense se notó en artistas como Jackson Pollock (antes de lanzarse a la abstracción) o el retratista John Singer Sargent, puesto que, si bien el Met se ha centrado en la parte más religiosa de la obra de El Greco, en la Frick Collection se explora su labor menos conocida en el retrato en el cuadro que pintó de Vincenzo Anastagi en 1575, cuando vivía en Italia.

“La carrera de El Greco como retratista no ha sido estudiada mucho hasta ahora. Era excelente y para entender mejor esta parte de su carrera hay que buscar en su época en Italia. Solo tres retratos de este período han sobrevivido y el de Vincenzo Anastagi es el más importante y el último de ellos”, según uno de los comisarios de la Frick Collection, el coreano Jeongho Park.

El homenaje a El Greco en Estados Unidos se completa con una exposición en la Galería Nacional de Arte de Washington, con otros once cuadros del pintor y un documental sobre su vida narrado por el actor Adrien Brody.

Mateo Sancho Cardiel

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