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La Oktoberfest, ritual bávaro en tiempos cambiantes y con amenaza de tormenta

La Oktoberfest, ritual bávaro en tiempos cambiantes y con amenaza de tormenta

EFE

Berlín —

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La Oktoberfest, la célebre fiesta de la cerveza muniquesa que, pese a su nombre, se celebra siempre en septiembre, se realiza este año en medio de tiempos cambiantes y, además, con una amenaza de tormenta que puede hacer que hoy los 16 toldos cierren antes de tiempo.

El ritual de la Oktoberfest suele reflejar la estabilidad de la que siempre se ha enorgullecido Baviera.

Ya la apertura del primer barril, a cargo del alcalde de Múnich, y el primer jarro de cerveza, que éste pone en manos del primer ministro bávaro, tiende a mostrar ello, no sólo porque la ceremonia se repita sino también porque los rostros del alcalde y el primer ministro cambian con poca frecuencia.

La Unión Cristianosocial (CSU) suele gobernar con mayoría absoluta en Baviera y los jefes de Gobierno normalmente dejan su cargo o bien cuando se mueren, como Franz Josef Strauss, o cuando ellos lo deciden, como Edmund Stoiber.

Este año, sin embargo, había un novato en ese papel, Markus Söder, y en muchos periódicos de Múnich se dice hoy que no se puede descartar que ya no esté el año próximo, ya que la CSU, con gran probabilidad, perderá su mayoría absoluta y eso es algo que no se perdona dentro del partido.

El rostro del alcalde, actualmente Dieter Reiter, tampoco cambia con frecuencia porque los socialdemócratas han tenido tradicionalmente una hegemonía en Múnich como la que ha tenido la CSU en Baviera.

Reiter se enorgullece de tener el récord de golpes de martillo para abrir el barril, sólo una vez ha necesitado más de dos, y desempeña el papel con suficiencia de veterano.

En los 16 toldos desfilan como todos los años gente común y gente famosa de diversos ámbitos de la sociedad alemana y bávara.

Entre los rostros que se han visto este año está el del excanciller Gerhard Schröder, acompañado de su nueva esposa coreana, el del extenista Boris Becker, vestido con pantalones de cuero bávaro, o el del ministro de Sanidad, Jens Spahn, cuya declaración de que sólo bebe cerveza sin alcohol no necesariamente será bien recibida en Baviera.

Cada año, durante las dos semanas que se celebra la fiesta, se dan cita en ella más de 6 millones de visitante que consumen más de 70.000 litros de cerveza, cerca de medio millón de pollos y más de cien bueyes, según datos de la organización.

La fiesta se celebró por primera vez en 1810. A partir de 1870, por razones climáticas, se celebra en septiembre y no en octubre, pese a lo cual nadie ha considerado pertinente cambiarle el nombre.

El punto culminante de hoy es el desfile de grupos de música, vestido con trajes tradicionales bávaros en el que participan cerca de 9.000 personas.

El desfile contó con un momento de sol en un día con mucha lluvia y con posibles tormentas hacia la noche.

Todavía falta este año la visita de la plantilla entera del FC Bayern. Sin embargo, la foto oficial del equipo, con todos los jugadores vestidos de traje bávaro y -con la excepción de Franck Ribery por su condición de musulmán- todos con un vaso de cerveza en la mano ya circula en los medios.

No obstante, en la foto del Bayern hay algo que no cuadra del todo con la Oktoberfest. Los jugadores tienen en la mano vasos de medio litro mientras que el jarro de cerveza en la fiesta -el tradicional Mass- es de un litro.

El jarro de cerveza cuesta este año en la Oktoberfest entre 10,70 y 11,50 euros, según el toldo en donde se compre.

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