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Portugal recupera la memoria histórica con el arte censurado por la dictadura

Portugal recupera la memoria histórica con el arte censurado por la dictadura

EFE

Lisboa —

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Portugal sigue recuperando la memoria histórica, esta vez en el arte, una de las disciplinas más atacadas por la dictadura de más de tres décadas de Salazar, durante la que muchas obras no se mostraron al público por miedo a que fueran censuradas.

La exposición “Um grande comício sem palavras” (“Un gran mitin sin palabras”) repasa el contexto histórico y la persecución que sufrió la II Exposición General de las Artes Plásticas (EGAP) de 1947 a través de seis obras aprehendidas por las fuerzas del Estado que no han vuelto a ser expuestas hasta ahora.

Tras una falsa apertura democrática después de la Segunda Guerra Mundial, el dictador António de Oliveira Salazar y su propagandista António Ferro miraron hacia la cultura con la “política del espíritu” para atraer a los portugueses, entre los que había un gran nivel de analfabetismo por entonces.

Así entendió el llamado “Estado Novo” que se debían enfocar las exposiciones, que se convirtieron en un “altavoz” de las bases impuestas por Salazar y en la única manera de que los artistas pudiesen mostrar sus obras.

“Tan solo si participaban en estas exposiciones podían aspirar a obtener el permiso de trabajo”, relata el comisario de la muestra, Eupremio Scarpa.

La respuesta de los artistas plásticos se gestó en 1946 con la creación de la EGAP por parte de la Comisión de Escritores, Periodistas y Artistas Demócratas (CEJAD, por sus siglas en portugués) del Movimiento de Unidad Democrática (MUD), una amplia coalición de políticos e intelectuales en contra de la dictadura.

Entre ellos se encontraba Mário Dionísio, uno de los pintores lusos más conocidos del siglo XX y que da nombre al centro de documentación de la Casa de Achada de Lisboa, sede de “Um grande comício sem palavras”.

En esta primera edición se aceptaron todo tipo de trabajos y corrientes artísticas: “No era un compromiso a nivel estético, sino un compromiso político”, remarca Scarpa.

El comisario destaca que la exhibición fue “muy autónoma”, ya que los expositores se encargaron de la financiación, el montaje y la decoración, y no hubo jurado ni premio.

El éxito fue tal que decidieron realizar una nueva edición en 1947 con entrada libre y abierta por las noches para facilitar las visitas a las clases obreras, algo que no gustó demasiado al régimen: “Era ya mucha confrontación, pero a la vez muy sintomático de que querían enviar un mensaje a través del arte”, afirma.

La reacción no se hizo esperar y, durante el cuarto día de exhibición, el ministro de Interior, Augusto Cancela de Abreu, se personó con la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE) para llevarse doce cuadros.

Con la ayuda de Eduarda Dionísio, hija del pintor, Scarpa ha podido recuperar seis de ellos, del propio Dionísio, Manuel Filipe Asilo, Arnaldo Louro de Almeida, Lima de Freitas Guerra, José Viana y Avelino Cunhal, padre del histórico dirigente comunista luso Álvaro Cunhal.

Los motivos de su censura fueron que no daban la imagen que se requería de Portugal, ya que mostraban escenarios tristes y oscuros con personas con signos visibles de sufrimiento y dolor.

Ninguno de los cuadros volvería a ser expuesto y no serían recuperados hasta meses después de que finalizase la exposición, cuyo éxito fue aun mayor porque los visitantes querían ir a ver los agujeros dejados por la PIDE.

La tercera EGAP ya no tendría la misma repercusión, principalmente porque el régimen impuso una censura previa, decisión que llevó al abandono de varios artistas.

Aunque se hicieron un total de diez, Dionísio dejaría de participar en la octava edición como rechazo a la participación de algunos de sus expositores en las muestras oficiales de Salazar, quien gobernó Portugal desde comienzos de los años 30 hasta finales de los 60.

Además de los seis cuadros envueltos en la polémica, “Um grande comício sem palavras” se completa con obras de artistas censurados y otros participantes en esas muestras, así como de Julio Salazar, pintor fallecido en 1946 y al que fue dedicada la segunda EGAP.

Scarpa considera que esta exposición, que estará abierta al público hasta el próximo 16 de abril, ensalza las EGAP como “una bocanada de aire fresco” en el arte y cultura lusas, y subraya la importancia de los artistas plásticos como “agentes activos” en la lucha en Portugal.

Más de setenta años después de la última EGAP, el motivo para recordarla es simple: “Como homenaje a Mário Dionísio y a todo el movimiento antifascista oculto”, concluye.

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