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Ricardo Suárez documenta el orgullo y dignidad de los últimos gitanos

Ricardo Suárez documenta el orgullo y dignidad de los últimos gitanos

EFE

Valladolid —

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Una de las experiencias más venturosas de la vida de George Borrow (1803-1881), según relata él mismo en “La Biblia en España”, fue su contacto con los gitanos españoles del siglo XIX, a quienes admiró, describió y ensalzó como ahora lo acaba de hacer, casi doscientos años después, el fotógrafo Ricardo Suárez.

Los hijos del viento, con su carga de vida a cuestas, prácticamente se han desprendido en España de su condición de “errates”, inquilinos de caminos y estirpe de nómadas como peaje a su libertad, pero aún quedan vestigios como la familia que ha retratado Suárez, en blanco y negro, en la serie que expone hoy en Valladolid.

Forma parte de la exposición “Creadores inquietos”, promovida por el Ayuntamiento de Valladolid dentro de una iniciativa en la que participa una veintena de artistas plásticos vinculados a esta ciudad y provincia, para difundir su obra y disponer de un espacio a la vez que un tiempo donde hacerse más visibles.

La alegría en medio de la nada más absoluta, la ingenuidad, el orgullo y la dignidad son algunos de los rasgos que identifican a esta grey de temporeros extremeños que cada año “rulan por la chim de Castumba” (recorren tierras de Castilla) “paraguelando” (comerciando) en busca de sustento, de un buen pasar para el invierno, y que Suárez sorprendió en Casasola de Arión (Valladolid).

Levantaron una chabola junto a unas eras sin uso en esa población, el fotógrafo convivió con ellos y levantó acta de su orgullo de raza a través de la cámara.

Tres generaciones de una misma comunidad gitana han desfilado, en diversas instantáneas, ante la cámara de Suárez (Valladolid, 1980), “free-lance” desde 2005 y que ha bebido de la fotografía documental a través de diversos talleres impartidos, entre otros, por Cristina García Rodero.

Sin la tradicional “bajalí” (guitarra), ni el “balichó” (cerdo), ni el “gras” (caballo), pero conscientes de su “bají” (fortuna), todos sonríen ante la cámara del payo: desde el patriarca hasta la “romí” (gitana casada) y los “romany chals” (niños gitanos), los más mayores vestidos de “gallardó” (negro) y todos ellos sin “lacha” (vergüenza) alguna.

Los patriarcas sonríen satisfechos, los niños componen una mirada de reto, y la generación intermedia comparece tranquila en un escenario de chabola, con una brazada de ropa tendida y un muestrario de objetos que delatan una vida eventual y precaria, propia de quienes antes vendían quincalla y pacotilla, oficiaban de temporeros en el campo o componían menaje como hábiles lañadores.

Ahora recorren los mercados rurales con puestos de fruta, ropa calzado u otra mercancía que les identifica como aves de paso en cada lugar que pisan.

“Creadores inquietos”, que ha inaugurado esta mañana la concejala de Cultura, Mercedes Cantalapiedra, reúne también vídeo, fotografía, instalaciones, pintura y escultura de una veintena de creadores entre los que también figura Patricia Sandonis, Ignacio Gil y Cristina R. Vecino.

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