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Rosa Navarro traza su atlas vital en pos de la estabilidad emocional

Rosa Navarro traza su atlas vital en pos de la estabilidad emocional

EFE

Barcelona —

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Hay cosas que es mejor dibujar que explicar sólo con palabras, sobre todo si son recuerdos propios, y especialmente, si se tiene la mano de la ilustradora Rosa Navarro, que en “Cappucchino Commotion” elabora un personal atlas vital que combina cierto activismo LGTB con detalles que ni su madre sabría.

Navarro (Vilanova i la Geltrú, 1977) se hizo popular en 2006 gracias a “Salidas de Emergencia”, un libro de viñetas en el que abordaba en clave de humor el mundo de las lesbianas, alejado de los clichés y lugares comunes que la sociedad ha construido en torno a este colectivo, pero también para “reírse de determinados tics” reconocibles entre las mujeres homosexuales.

Ahora, tras casi una década viviendo en Madrid, regresa a Barcelona, y lo hace precisamente con un trabajo de autoficción bajo el brazo, sobre el complicado salto a la edad adulta desde la eterna postadolescencia, un tránsito que ella vivió entre ambas ciudades, “dos novias”, con las que ha logrado mantener una relación abierta.

El título de “Cappuccino Commotion” (Nórdica), explica la autora, está sacado de una escena de la película “Cosas que nunca te dije” de Isabel Coixet, en la que un personaje sufre una pequeña crisis cuando no encuentra el helado que quiere en el supermercado, metáfora de esos bloqueos que se producen de repente y por los motivos más nimios, la temida “gota” que parece colmar el vaso.

“Con este libro me he debatido entre el pudor de contar cosas de mi vida íntima y la necesidad de que se hable de mujeres como yo”, comenta la autora de esta obra, que entronca con otras novelas gráficas cuyos creadores eran a su vez protagonistas, como “Fun home” de Alison Bechdel o “Blankets” de Craig Thompson.

Navarro elabora su libro como si fuera un diario de viajes, interior y exterior, un despliegue visual multiformato, un collage referencial y paisajístico, lleno de instantáneas, postales, reflexiones, fotos fijas y listados de errores y aciertos, un viaje hacia la madurez, jalonado de sobresaltos para los que no hay libro de instrucciones, y que la autora representa con tino en la portada como una montaña rusa.

“Cappuccino Commotion” mantiene el equilibrio entre todas sus “comeduras de cabeza”, de miedos, deseos (sin olvidar la etapa de la autosatisfacción) y frustraciones, y lo que pasa ante sus ojos, un recorrido por las calles y los lugares de las dos grandes urbes que le permitieron conocerse gracias a la libertad de la independencia familiar y a la protección de un anonimato deseado.

“Me he quedado con ganas de tocar algunos aspectos con más profundidad, como la salida del armario, la depresión, las drogas, y también la infancia, sobre todo cuando sabes desde pequeña que eres diferente, son asuntos por los que he pasado de puntillas”, reconoce la ilustradora, cuyo libro ha tenido además algo de terapia, “de sacar todo fuera”, por lo que no descarta dedicar otro a su infancia y adolescencia.

No obstante, ese “vaciado” se topa con algunos límites. “Siempre hay cosas que te guardas, a menudo relacionadas con otras personas, por ejemplo, la relación con mi madre. Ella quería una hija con la que irse de compras. Cuando se enteró... pasó una época regular, pero luego se hizo activista, y casi fue más cansado”, recuerda ahora entre risas, bajo los efectos paliativos del paso del tiempo.

Para componer este diario de educación sentimental, Navarro se ha releído decenas de mails, de ex novias, de amigos, de amigas; ha buceado en los fotoblogs y en los oportunos “archivos” de las redes sociales con los que trazar el mapa de la complicada epopeya que supone la búsqueda (infructuosa) de la estabilidad emocional.

“La conclusión es que la estabilidad no llega jamás. Y ya está”, afirma resignada.

Pero el camino imparte curiosas e inesperadas lecciones. El nacimiento del hijo que tuvo junto a su compañera, que fue quien concibió al niño, es precisamente uno de los momentos que hicieron plantearse aspectos concretos de su condición sexual.

“Descubrí lo masculina que era mi identidad de género. Sin llegar a sentirme hombre, tampoco me sentía mujer. Me encontraba en ese lugar maravilloso del género no binario”, recoge Navarro en el libro.

En definitiva, una obra que a la autora le gustaría trascendiera el público homosexual con el que, en principio, puede conectar más. “¿Por qué no podría convertirse en un texto en un colegio, un material de apoyo, una lectura que ayude a abrir la cabeza”, se pregunta. Pues eso, ¿por qué no?.

Por Sergio Andreu

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