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Roser Capdevila:A las niñas de posguerra nos enseñaron a obedecer,no a pensar

Roser Capdevila:A las niñas de posguerra nos enseñaron a obedecer,no a pensar

EFE

Barcelona —

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La ilustradora Roser Capdevila, madre de las populares “Tres mellizas”, no para. Lleva días viajando por toda Cataluña para presentar su nuevo libro, “La nena que volia dibuixar”, una evocación, con sus característicos dibujos y textos, de su infancia y adolescencia, en el barcelonés barrio de Horta.

En una entrevista con Efe, Capdevila (Barcelona, 1939), que actualmente apenas puede leer, después de un grave accidente y de algunos achaques de salud, explica que empezó a crear esta obra sin ninguna intención de publicarla, cuando en el año 2002 se trasladó a la casa familiar para cuidar de su madre enferma.

Con un cuaderno que le había regalado el escritor y poeta Jordi Llavina, y mientras su progenitora permanecía sentada en un sillón del salón, “se me empezaron a remover todos los sentimientos de mis primeros años en aquel lugar y dibujé todo lo que recordaba de mis padres, mis hermanos o de la escuela y de la iglesia”.

Hasta el año 2007 estuvo haciendo apuntes sobre aquellos tiempos en los que era una niña que subía al limonero del jardín, participaba en obras de teatro caseras con sus cuatro hermanos o bajaba de culo por la escalera, utilizándola de tobogán.

El cuaderno permaneció guardado en un cajón hasta que Angle Editorial y sus propias hijas, Anna, Teresa y Helena, la han animado a publicarlo y a que las nuevas generaciones puedan conocer cómo vivió la llamada generación de posguerra.

“A las niñas de posguerra -rememora- nos enseñaron a obedecer y no a pensar, y no fue hasta llegar a Ginebra con 17 años para hacer de chacha cuando cambié y aprendí a pensar por mí misma, sin rectores ni vicarios que me tutelaran”.

En este punto, no deja pasar que “en aquel mundo tan pequeño en el que transcurrió mi infancia, la iglesia tenía mucho peso, con unos curas que nos explicaban historias terroríficas sobre el infierno, que nos llenaban de miedo, a la vez que nos hablaban de pecados y condenas”.

Especialmente a las niñas, “siempre nos estaban controlando y diciendo: 'Nena, tienes que ser buena'; 'Nena, tienes que confesarte'; 'Nena, debes aprenderte los diez mandamientos, como ese que dice: No cometerás actos impuros', y que con seis años no podíamos entender de ninguna de las maneras”.

Todo aquello, a su juicio, “era una losa, y luego, ya con dieciséis años, pasé medio año haciendo el servicio social de la Falange, porque, de lo contrario, no podía marcharme a Suiza, un país que me enamoró después de leer la novela 'Heidi', una historia muy blanda, pero que a mí me encantó y me hizo decir que quería ser como esa niña e ir a ese país”.

“Hice de chacha española durante diez meses y la fantasía de Heidi se esfumó”, reconoce en el libro.

Asimismo, no olvida que “teníamos que hacer labores, costura, y nos repetían constantemente que de mayores debíamos ser las mujeres de nuestros maridos o hacernos monjas. ¡Nos lavaban el coco cada cinco minutos, y dicen que ahora adoctrinan a los niños!”, exclama.

Leyendo el libro, también se puede saber de dónde procede la popular “Bruja aburrida” de sus cuentos de “Las tres mellizas”, puesto que tiene un cierto parecido con su maestra, doña Pilar.

En la obra desvela, por otra parte, que no soportaba estudiar y que solo quería dibujar, mientras calzaba unos zapatos que “eran como de cartón, con las suelas agujereadas”.

Roser Capdevila sostiene que forma parte de una generación que “arañó de muchos sitios diferentes para dar a sus hijos una vida mejor y que todo lo que no habíamos podido tener nosotros lo tuvieran ellos”.

“Y ahora, en la vejez, lo que vemos es que esas generaciones que nos preceden quizá lo que harán es ir de más a menos, y eso tampoco es bueno”, concluye la popular ilustradora.

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