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La obra “Salvatierra” protagoniza una exposición de Antonio Saura

La obra "Salvatierra" protagoniza una exposición de Antonio Saura

EFE

Barcelona —

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La obra maestra “Salvatierra” (1957), exhibida en la Bienal de Venecia de 1958, y una selección de la serie “Damas” destacan en la exposición que la galería Mayoral dedica al artista Antonio Saura, con obras de los años 1950 y 1960 con las que pretende reivindicar su “vigencia actual”.

La exposición, titulada “Tragedia-Creación”, arranca con seis cuadros de gran tamaño de su serie de “Damas”, entre ellas “Salvatierra”, exhibida en la 29 Bienal de Venecia, una serie en la que es recurrente el tema de la mujer.

Piezas como “Stima” (1959), “Soledad” (1959) y “Pandora” (1960) son ilustrativas de una nueva etapa en el imaginario de Saura, con la idea de que la forma pictórica nace de una especie de combate cuerpo a cuerpo, prescindiendo de aspectos como la composición, el color o el equilibrio.

Otras dos damas, “Nila” (1962) y “Ariza I” (1963), pertenecientes a un momento posterior, incorporan algún matiz cromático como el marrón, y los fondos dejan de ser negros para evolucionar hacia tonalidades grises.

En palabras del propio Saura (Huesca, 1930- Cuenca, 1998), estas damas surgieron de una “imperiosa necesidad de gritar”, de “expresarse como sea, haciendo nuestras todas las posibilidades energéticas del universo”.

En los lienzos se deja ver, según la comisaria Dolors Roig, que todas las obras ejemplifican de qué manera Saura había estado buscando una nueva forma de representación a través de un material que llevara el estigma y la marca de la humanidad.

“Pandora” se expuso en la galería Pierre Matisse de Nueva York en 1961 y un año después en Galleria dell'Ariete de Milán, donde la prensa la rebautizó como “la maja desnuda de Saura”, dos momentos que marcan la proyección internacional del artista.

En esos años, recuerda Roig, Saura se relaciona en París con otros artistas como Simon Hantaï y Roberto Matta, y en Nueva York con Willem de Kooning o Yves Klein, y esa influencia también se deja ver en su obra.

En el ecuador de la muestra se evoca otra faceta de Saura a través de dos ejemplos de su abundante creación escrita, el volumen que reúne algunos de sus ensayos “Fijeza” (1999) y el poético “Programio” (1950-1951), que el propio Saura se autoeditó y del que se puede contemplar un ejemplar dedicado al pintor Joan-Josep Tharrats.

En “Programio” se puede leer un verso esclarecedor de su obra: “Pintar los monstruos de un nueva mitología bárbara”.

A continuación, la exposición se centra en los retratos con cuatro piezas: “Retrato 86” (1960), la inédita “Sin Título” (1957), “Autorretrato 53” (1958) y “Retrato 5H” (1962).

En estos retratos y autorretratos, precisa Roig, “juega con la composición y la disposición formal, pues tradicionalmente este género se dispone en lienzos verticales, mientras que Saura los presenta en cuadros horizontales”.

Las relaciones entre la figuración y la abstracción, entre la tierra y los seres vivos y entre levantarse y hundirse son también evidentes en una pieza de gran tamaño, “40 superposiciones” (1975), en la que Saura reúne una iconografía habitual en su obra como los “ancestros” -retratos fotográficos y manuscritos antiguos sobrepintados-, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca o la Ciudad Encantada conquense.

Esta pieza, en la que, a decir de Roig, “Saura se acerca incluso al pop art” a través del “collage”, contrasta con sus antecesoras, “Montaje nº 4”, “Montaje nº 18”, “Composición nº 25” y “Composición nº 13”, realizadas a finales de los años 50 y confrontadas con “40 superposiciones”.

El director de la galería, Jordi Mayoral, ha subrayado que “esta exposición reivindica a Saura, enlazando su mensaje con lugares comunes como son el dolor causado por la crueldad humana, el sufrimiento que provocan las desigualdades sociales, los abusos cometidos por las clases dominantes y la hipocresía de los políticos, siguiendo la estela del arte español de Velázquez o Goya”.

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