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Schommer en San Sebastián, la modernidad de un experimentador

Schommer en San Sebastián, la modernidad de un experimentador

EFE

San Sebastián —

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Alberto Schommer quiso ser pintor, pero encontró en la fotografía el medio con el que expresar sus inquietudes artísticas. Una exposición recorre ahora en San Sebastián una trayectoria de más de medio siglo en la que exploró todo tipo de territorios estéticos.

Arteagunea, la sala de exposiciones que la Kutxa tiene en el centro de cultura contemporánea Tabakalera, inaugura hoy esta muestra, “Alberto Schommer. Hacia la modernidad”, que permanecerá abierta hasta el 19 de marzo.

“Queremos poner en valor toda su obra, que no caiga en el olvido”, ha dicho hoy Nicolás Casla, sobrino del fotógrafo fallecido en septiembre de 2015 y responsable de la Fundación Schommer.

Para ello, se plantea al visitante un itinerario por sus inicios, sus paisajes y escenarios y su faceta más experimental, desde la época en que captó sus primeras imágenes en Vitoria, donde nació en 1928, a sus últimas obras, una serie de bodegones contemporáneos que remiten a la pintura abstracta y surrealista.

Estas últimas imágenes, procedentes de la Fundación Schommer, son las menos conocidas, “una especie de fotopinturas” con las que el autor demuestra que mantiene “fresco” su nexo con la que fue su vocación primigenia, ha explicado su sobrino.

Su serie “Composiciones numeradas”, bodegones formados con mariscos, pescados y vegetales, y realizados entre 1984 y 1990, no se había exhibido nunca.

Se encuentra en el piso superior de la sala, donde comparte espacio con imágenes en las que Schommer dio vida a metacrilatos de colores, vidrios, espejos rotos y cables de acero, y con las fotografías de gran tamaño de flores transfiguradas, que se mueven también en los márgenes de la pintura.

Estas flores se muestran en copias de 150 por 150 centímetros que el autor nunca llegó a ver. “Es un homenaje que le hacemos ahora”, ha aclarado Casla.

La exposición se nutre fundamentalmente de la colección del Museo Bellas Artes de Bilbao, al que el fotógrafo hizo una importante donación con motivo de la retrospectiva que esta pinacoteca le dedicó en 2010.

No faltan sus retratos de Rafael Alberti, Gabriel Celaya y José Luis López Aranguren, que forman parte de su famosa serie “Máscaras”, la que le llevó a ser, en 2014, el primer fotógrafo en exponer en el Museo del Prado.

Son obras en blanco y negro de 1985, al igual que las de Salvador Dalí, Eduardo Chillida y José Luis López Vázquez, de la serie “Retratos psicológicos”, que realizó a primeros de los años 70, y la del poeta José Hierro, de 1990, sobre cuyo rostro descansan mariposas y libélulas, utilizada como cartel de la exposición.

También hay color, como el de las fotografías de los artistas estadounidenses Andy Warhol y Roy Lichtenstein, a los que captó con su cámara enfundados en la bandera de su país, o en tres imágenes de una máscara mortuoria de Franco que acaba convertida en polvo, que su sobrino no sabe dónde consiguió.

Fotografías de sus “Paisajes negros” y de su serie “El grito de un pueblo” han sido seleccionadas también para esta antológica, que recoge asimismo las que hizo en ciudades como Nueva York, Roma, Berlín, París, Venecia, Shanghái y Madrid, muchas de ellas para algunos de los 50 libros que publicó, una docena de los cuales dedicó al País Vasco.

Schommer, que murió en San Sebastián, decía que, cuando saltase una fotografía de la mesa a la pared, descansaría, porque eso significaba que esa imagen había sido “reconocida y valorada”, ha recordado hoy su sobrino.

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